PROLOGO: ira contenida

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Esta es la historia de un chico llamado Dante Hire con ojos café y melena negra, le gustaba llevar siempre su sudadera roja y vaqueros. Fué un día cuando Dante volvía de clases con su amigo sandy mientras hablaban como de costumbre.

—...Y por eso pienso que los calcetines quieren dominar el mundo—Dijo sandy

—¿No estabamos hablando sobre King kong y Gotzilla?—Preguntó extrañado Dante

— y yo te dije que ganaba con su rayo láser

—King kong puede bloquear el rayo láser de Gotzilla

—Espera, ¿El rayo láser no lo tenía King kong?

—eeh claro... hey, ya estamos en mi casa, ¡Hasta mañana!

—¡Chao!

—Dante enterró su llave en la cerradura y entró a su casa.

—¡Hola papá!—Saludó—¿Papa?¿Papa?—Preguntó sorprendido de no encontrarle—Bueno, supongo que vendrá tarde del taller.—Se dijo a sí mismo.— Voy a comer—Decidió.

—Pasaron unas horas y el padre de dante no llegaba a casa.—"Ya lleva bastante tiempo sin llegar"—pensó Dante—"bueno iré a por mis cosas al garage."
Dante bajó las escaleras para llegar a su garage y palpó varias veces la pared en un intento fallido por encender la luz.—"Esto está oscuro y hace frio."—Pensó atemorizado.
De repente, una voz siniestra le habló:

—Por fin has llegado. Te hemos estado esperando.
Dante se quedó helado nada mas escuchar esa voz.
—¿Qu-quién eres?—Dijo aterrado.
Pronto sintió que su mano se movía hacia el interruptor de la luz, la cual se encendió.
—¡no!—Exclamó Dante al ver la escena de su padre atado a una silla y la boca tapada con una venda.
Se estremeció al ver al poseedor de esa voz: Un hombre con una cara horrible y pelo negro. Sus ojos estaban cortados: el de la izquierda, en horizontal y el de la derecha, en vertical. Tenía tambien la mejilla derecha rajada. Poseía ropa ancha y negra y pantalones vaqueros.

—¡¿Quién eres y por qué tienes atado a mi padre?!—Dijo Dante con los ojos llorosos.

—Mi nombre no se puede pronunciar en tu idioma, pero me puedes llamar Slenak, y en cuanto a tu padre... lo necesito para conseguir lo que quiero.—Dijo misteriosamente.

—¿Y qué quieres?

—Por ahora, tu ira—sentenció.

—¡Cómo!—dijo nervioso. —¿Para qué quieres mi ira?

—Creeme, te solucionará la vida.

—Pero...

—¡Nada de peros! ¡Vayamos a ello!

Dante literalmente se paralizó, aunque se esforzara no podía dar un paso.

—entonces...¿Que se siente al ver como un ser querido sufre ante tus ojos? Es una sensación graciosa, ¿no crees?—Dijo Slenak.

—¡Esto no tiene ninguna gracia!

El maníaco se acercó hacia el padre del chico. Acto seguido sacó un arma de su espalda: una especie de cuchillo gigante con el mango circular y la acercó hacia el cuello del hombre...

—¿No te enfada que le hagan daño a tu única familia?

Dante solo soltó un gruñido y cerró los ojos mientras ignoraba las enfermas risas de Slenak.

—¡Oh, ese gruñido, nos estamos acercando!... Como mi cuchillo se acerca al cuello de tu padre.—Susurró satisfecho mientras se aproximaba más al padre del muchacho.

Slenak cortó un poco el cuello de aquel pobre hombre maniatado y aterrorizado, dejando ver un hilo de sangre que recorría su piel.

—¡PARA!—Dijo Dante desesperado.

Slenak miró con una siniestra sonrisa al chico.

—¡Por favor..., para!—Suplicó.

El chico se arrodilló y empezó a llorar
haciendo que la sonrisa de Slenak se desvaneciera.

—¡NO! ¡Se supone que debes enfadarte, no llorar!—Slenak resopló fastidiado.—Bueno, tendré que darte más motivación.

Slenak alzó su cuchillo y lo enterró en el brazo del padre de Dante cortándolo de un tajo.

De repente, Dante miró con odio al torturador y luego cerró los ojos con fuerza, mientras gemía y se agarraba de los pelos. El chico paró de hiperventilar y empezó a sentir calor en su pecho. Slenak sonrió al ver que su deseo se estaba cumpliendo.

La piel de Dante comenzó a tornarse naranja y sus uñas empezaron a crecer. Alzó la cabeza con unos ojos cerrados cuyos contornos se volvieron rojos hirvientes. Los abrió dejando ver el amarillo intenso de aquellos transformados globos oculares.

Dante gruñó y se abalanzó contra Slenak, pero Slenak evitó el ataque que contraatacó con uno de sus cuchillos, tan rápidamente como si se teletransportara.

Dante no sentía dolor, aun así, seguía atacando con veloces puños, que el asesino esquivaba todo el rato hasta que uno de esos ganchos acertó en su pecho. Aquel extraño chico aprovechó, le cogió del cuello y siguió golpeándole. Lanzó a Slenak al suelo y seguidamente generó una bola de fuego en su mano, la cual lanzó hacia Slenak causando una explosión con tanta potencia que hizo que Dante se desmayara y perdiera su forma, dejando a Slenak huir tras el humo y el fuego.

HOLY FIRE: INVASIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora