Capítulo 4

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Tomé los vasos de la mesa, ya vacía, y los dejé sobre la barra para que Susan los fregase. Cogí el paño pasándolo por ella, mientras continuábamos con nuestra conversación.

- ¿Y dices que te besó, después de que casi le rompieses el brazo? -puse los ojos en blanco.

-Sólo fue en la mejilla -le recordé pesadamente.

-Eso da igual, el caso es que se arriesgó para poner sus labios en contacto con tu piel -habló entusiasmada- ¿No sentiste nada? -me encogí de hombros- Vamos Brooklyn, te conozco.

-Primero, ya te he dicho que no me llames así -rió- Y segundo, no siento nada por él. Es sólo otro famosillo que intenta hacerse el interesante.

-Aham, seguro. Pues yo creo que ese famosillo intenta conquistarte y lo acabará haciendo -guiñó un ojo.

-Aham, seguro -la imité. Ella me echó espuma en la cara. Me la quité con una servilleta mientras reíamos.

-¡Cotorras, dejad de marujear! Hay clientes a los que atender -nos regañó el insoportable señor Burton, nuestro jefe.

-Y luego se pregunta por qué su mujer lo ha dejado -ironizó Susan por lo bajo.

Sonreí y fui a tomarles nota a las personas que acababan de ocupar la última mesa, abandonada minutos antes.

Susan había sido mi compañera en la cafetería desde que comencé. Ella ya estaba y fue la que me enseñó el oficio. Era algo mayor que yo, sólo por unos años. Rubia de ojos azules y un buen físico. Tenía unos pechos mayores que la media y eso le había causado muchos problemas. Que los hombres sólo se fijasen en su físico le afectaba mucho. Pero es que son estúpidos. Susan valía mucho más que un cuerpo bonito y ellos no sabían apreciarlo.

Una chica realmente inteligente, a veces me sorprendía lo sabia que podía llegar a ser teniendo en cuenta que aún no llegaba a los treinta. No fue a la universidad, pero no porque no quisiese, quería. Pero no a las de aquí, ella quería ir a América. A Nueva York para ser más exactos. Estaba enamorada de esa ciudad y quería estudiar en una de sus escuelas de arte dramático. Actuar en Broadway era su sueño. La había escuchado cantar cuando nos quedábamos hasta tarde limpiando el local y ella subía la radio. Su voz era preciosa. Tenía talento y lo sabía lo suficiente como para presentarse a todas las pruebas que hubiesen en la ciudad. Dentro de poco tendría otra y estaba realemente nerviosa por ello. Yo intentaba tranquilizarle diciéndole lo bien que le iba a salir.

Le entregué la comanda. Subió la mirada hacia la derecha.

-Pss -me llamó- Ahí hay un chaval que no te quita los ojos -su expresión pícara me indicaba que el chico era guapo.

Miré disimuladamente por encima de mi hombro, y me encontré con una de las miradas más frías y temerosas que había visto en la vida.

Rick.

Disimulé como si no lo hubiese visto aunque él supiese que sí. Sentí mi corazón acelerarse y  una llama de miedo prenderse en mi interior. No solían venir por aquí. Se supone que no debían hacerlo, igual que nosotros no podíamos ir a la parte suroeste de la ciudad, dónde tenían la mayor parte de sus negocios. 

-Voy al baño -intenté sonar calmada- ¿Te importaría atenderlo por mí? No me encuentro bien -no mentía, haberlo visto me puso enferma.

-Claro, pero... -no la dejé terminar ya que me metí en la cocina, sólo para el personal.

Cogí el teléfono de la cafetería, que se supone no debemos usar excepto en emergencias, y llamé a Michael.

- ¿Brook? Dime -descolgó.

La chica que arruinó mi concierto | NH.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora