Capítulo 7

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Después de un enorme tiempo de regaño tras regaño y grito tras grito, Morganite, por fin sintió que la "deuda" que le tenían fue saldada.

Aunque si la enorme rosada hubiera puesto un poco de atención a las gemas que estuvieron frente a ella en vez de gritar y gritar, se hubiera dado cuenta que nadie la está escuchando.

Pudo haber notado que su Perla y la Rubí estaban una al lado del otra tan cerca que sus manos se rozaban.

Que la Perla, miraba de reojo a su compañera y tenían una sonrisa minúscula en los labios.

Que Rubí trataba de mirar al frente pero que si mano jugueteaba suavemente con la de la más delgada y que un enorme sonrojo adornaba su cara.

Pero las élites, no pueden ver más allá de su nariz, así que no podemos culparlas.

Después del regaño, todo vivió a la normalidad.

Morganite mandaba a hacer mil cosas a Perla, y está corría de un lado a otro sin parar. Solo que con mucha frecuencia Rubí aparecía convenientemente por ahí y la ayudaba en todo lo que podía.

Las primeras veces solo intercambiaban sonrisas y algunas palabras.

—¿Quieres ayuda?— Decía Rubí.

—Si, por favor— Respondía Perla.

Algunas veces le preguntaba a Rubí por la ubicación de alguna parte del templo y aunque ya hubiera ido miles de veces antes, por alguna misteriosa razón le pedía a Rubí que la acompaña; con la excusa de que no quería perderse.

Después había momentos en que nadie sabía dónde se encontraba ninguna de las dos.

Era fácil encontrar Rubí con la gema en la frente, buscando por todos lados a su amiga, la cuál sentía le estaba ocultando algo. O a Morganite gritándole a la Rubí no desaparecida que encontrara a su Perla.

Y mientras tanto la delgada y la baja, se escondían en las partes olvidadas del templo.

La primera vez que se reunieron ahí, el nerviosismo de ambas era palpable.

—Nos van a encontrar— Grito en susurros Perla.

—Nadie viene por acá— Respondió algo insegura la más baja.

—No deberíamos estar aquí— Dijo Perla a punto de marcharse.

—Quédate, por favor— Le respondió Rubí, mientras la sostenía de la mano.

Perla dejo que Rubí la jalará cerca de ella y quedara a su altura.

—Tendremos problemas ¿lo sabes no? — Dijo Perla a centímetros de la cara de la rojiza.

Y sin dejarla contesto unió sus labios en un tierno beso. Esta vez, Rubí estaba preparada y no dejo que la perla se alejara como la última vez.

Ese beso fue el comienzo de las contantes desapariciones de amabas.

Al principio se reunían a hablar o intercambiar algunos besos hasta que los gritos de Morganite que las obligaba a volver.

Pero cuando se volvieron a fusionar marco un punto y aparte en su relación.

Pero cuando se volvieron a fusionar marco un punto y aparte en su relación.

Fue como la última vez, un accidente que les encantaba. Se sentía tan bien el nivel de proximidad y lo bien que combinaban que a veces solo escapaban de sus responsabilidades para correr a los brazos de la otra y fusionarse.

Rhodonite iba creciendo como ser, las mentes de las dos gemas empezaban a encajar de tal manera que la fusión casi tenía mente propia.

Ya no hablaba con ella misma como si fuera dos seres, sino como alguien que se encuentran cómoda estando sola.

El amor que se tenían, las hizo descuidadas.

Los encuentros más frecuentes, y en lugares a la vista, levantaban sospechas en los otros habitantes.

Llegando al punto en el que la mismísima Morganite, siguió a su Perla hasta la parte del templo que ya no recordaba.

Se escondió tras una pared y pudo ver perfectamente, como después de un beso su Perla y su Rubí brillaban para convertirse en una.

Aquella Perla. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora