Capítulo 1

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Una carta y un beso

     Scorpius le había enviado una carta a Rose. Albus lo sabía porque había estado junto a él mientras escribía millones de cartas que terminaban en la basura, ya que "no son lo suficientemente buenas para Rose". Cada palabra, cada huella de tinta en el pergamino, cada esfuerzo de su mejor amigo por conquistar a Rose le revolvía el estómago, se le apretujaba el corazón hasta que sus latidos ya no podían escucharse, lo asfixiaba y el hecho de saber de antemano que Rose nunca aceptaría a Scorpius lo alegraba y le dolía en partes iguales. ¿Cómo podía llamarse un amigo si lo que Scorp más quería le fastidiaba de sobremanera? ¿Si haría todo lo que pudiese para que fracasara en sus intentos por conquistar a Rose?

     ¿Cuándo entendería Scorp que su futuro no pertenecía a Rose?

     ¿Cuándo entendería él que su futuro no pertenecía a Scorpius?

     Nunca. Porque su corazón no dejaría de danzar en compañía de Scorpius, sus mejillas no dejarían de tornarse rosadas cuando el rubio hablara, no dejaría de sentirse torpe si su amigo lo observaba y no dejaría de desear poder probar sus labios. Y sabía que si todo aquello le sucedía a Scorpius con Rose, estaba completamente perdido.

     Las vacaciones estaban resultando aún más espantosas de lo que esperaba. Con la ausencia de Astoria, la casa estaba sumida en un permanente silencio y las cenas eran completamente monótonas. Los elfos domésticos lo miraban con desaprobación todo el tiempo y murmuraban disparates como "Si amo Lucius supiera esto, ¡si lo supiera!", o "¡Traición a la sangre!¡En la Mansión Malfoy!", aquello comenzaba a irritarle. Y por supuesto, lo peor era que tenía que pasar cada momento del día con Scorpius Malfoy, siquiera podía escapar a la biblioteca o a jugar quidditch como lo hacía en el colegio.

      Entonces el día de irse finalmente llegó, solo un par de segundos y estaría en el subte de regreso a casa. Scorpius estaba junto a él en la estación y el señor Malfoy esperaba a su hijo en una plaza cercana, donde no había tanta cantidad de muggles.

     ―Ya quiero que comience septiembre ―soltó el rubio rompiendo el silencio. Albus se limitó a asentir con energía, de verdad quería volver a Hogwarts.

     ―Te extrañaré demasiado en lo que resta de las vacaciones ―siguió hablando en un susurro, lo suficientemente alto para que el moreno escuchara―. La casa se siente vacía sin mamá, y ahora sin ti...

     Albus tragó con dificultad cuando sintió los brazos de su amigo rodear su cintura y su cabeza apoyada en su pecho. Agradeció que no pudiese ver su notorio sonrojo e intentó normalizar los latidos de su corazón, sumamente nervioso de que Scorpius pudiese escucharlos a través de su ropa. Pero si lo escuchó, no lo dejó saber.

     ―Aún está tu padre, podrías... no se ―se sonrojó aún más al notar que su voz temblaba ligeramente―, invitarlo a jugar quidditch o algo así.

     La respuesta de Scorpius fue callada con el característico ruido del metro, entonces simplemente se apartó y lo despidió con una sonrisa y las mejillas sonrojadas. Albus se tranquilizó notoriamente al notar que no era el único en aquella situación. Se inclinó para tomar su bolso y le dedicó una última sonrisa a Scorpius. Se volteó y con el corazón aún queriendo salir de su pecho para fundirse con el de su amigo y las manos temblorosas comenzó a caminar.

     ―Te quiero, Al ―gritó Scorpius sacudiendo su mano en despedida. Aún estaban cerca, probablemente a menos de cinco pasos, pero Albus lo sintió terriblemente lejos. Entonces dejó caer los bolsos al suelo y casi con parsimonia caminó hacia Scorpius, como si tuviese todo el tiempo del mundo, como si su tren no estuviese a punto de marcharse sin él. Pero sí tenía todo el tiempo del mundo, y estaba seguro de eso mientras caminaba con paso torpe hacia su mejor amigo, porque las agujas del reloj se paraban cuando estaba cerca de Scorpius, demasiado sorprendidas y maravilladas como para no dejarles disfrutar de una eternidad. Caminó casi seguro de lo que haría, casi como en un sueño. Y se sintió aún más lejos de la realidad cuando sus labios se unieron en un beso de niños, solo un choque de labios, un beso completamente inocente. Los labios de Scorpius como el mismo paraíso, tan suaves e inocentes, y a la vez como el infierno, tan electrizantes y tentadores. Imaginó como algo podría ser mejor que aquello ¿habría algo mejor que esa sensación de calidez en todo el cuerpo? ¿Que aquella fiesta de fuegos artificiales en su estómago? Lo dudaba.

     Pero como todo lo bueno, duraba poco y en menos de lo que canta un gallo, Albus, hecho un manojo de nervios, subía con sus maletas, sus mejillas sonrojadas y sus manos sudorosas al metro. Y mientras tanto, un confundido Scorpius se llevaba los dedos a los labios, aún notando la calidez de los suaves labios de su amigo.

Love Someone [Scorbus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora