Prólogo

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El final que dio inicio

— ¡ADRIEN!— gritó aquel hombre de traje a cuadros.
Ella observó todo el espectáculo horrorizada.

— ¡ESE SERÁ EL NOMBRE DEL PRIMOGÉNITO!

— ¡POR ADRIEN!— victorearon todos chocando sus copas en el aire.

— No...— susurró ella tapando su boca con una mano y abrazando su vientre con la otra.
La rubia mujer se dejo caer de rodillas mientras lloraba de luto por aquella desgracia que la acompañaría por el resto de su vida. — Qué... ¿Qué le han hecho a mi bebé...?

Y se fue haciendo un ovillo, llorando e implorando a Dios que fuera una pesadilla.

— Emily...

Escuchó y enseguida lo miró a los ojos. Aquel hombre que creyó ser su marido.
— Gabriel...— susurró.

— Escucha, es difícil de entender pero, lo hice por los dos.— tomó una de sus huesudas manos entre las de él. — Soy el dueño de la compañía ahora, viviremos mejor. Viviremos en una mansión y tendremos muchos otros hijos... — No pudo proseguir puesto que ella le había escupido en el rostro.

De un jalón quito su mano.— No tendré ni un solo hijo contigo.— le miró con odio.

Gabriel Agreste se quitó él escupitajo con un pañuelo.

Iba a hablar pero una mano se posó en su hombro.

— Gabriel, deja que hable con ella. — dijo aquél hombre casi llegando a los ochenta años de edad. Gabriel se levanto y los dejo.— Ven querida.— extendió su mano hacia la rubia mujer.

Ella dudo mirando de su mano hasta el rostro del hombre, que antes era su vecino que apenas podía moverse de la cama.

Al final, tomó su mano y éste la ayudo a levantarse.

— Emily. — la llamó mientras caminaban por la sala de estar del lujoso departamento.— Debo mencionar que fue difícil hacerte creer que todo esto era normal, y te entiendo, cualquier persona creyente tendría miedo. Pero ya no debes, él no te haría daño y lo único que buscaba era la mejor candidata para su hijo.— se detuvieron justo al llegar a la cuna negra.— ¡Y fuiste tú querida! Sé que eres católica, de hecho tu fe es algo que le comenzó a molestar bastante a él pero... Qué más da, lo hecho, hecho está. — El hombre se giro a ver al pequeño en la cuna e hizo que ella lo mirase también. El bebé lloraba.— Miralo. A tu hijo, tu pequeño. Puedes ser su madre si así lo deseas...

— Tiene los ojos verdes... Completamente verdes.

Casi demoniacos.

Es una combinación entre los ojos de su padre y los tuyos...

— Me cuesta creer que Gabriel no es su padre.— el bebé chillaba cada vez más.

La joven madre puso sus manos en él borde de la cuna, viendo al pequeño llorar.

El arrullo fue lento, despacio. Conforme éste, el bebé dejo de llorar, miro a su madre con esos verdoso ojos casi felinos. A pesar de esa anormalidad, su aspecto era tierno e inocente... Cosa que a su padre le daba un tanto de enfado.

Pero tenía sentido, su madre era la mujer más bella y tierna que jamás haya visto durante eras.

Los ojos se fueron cerrando, el bebé cayó en un profundo sueño, y ella comenzó a sonreír.

Ahora todos los adultos estaban a su alrededor, alabando aquella imagen de una madre arrullando al bebé que con tanto fervor esperaron por siglos.

— Mi bebé... mi pequeño Adrien.— Dijo ella acariciando su mejilla.

Del Cielo al Infierno [AU Miraculous Ladybug]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora