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A los diecisiete años, Jimin comenzó a frecuentar ciertos bares nocturnos de la región. Se escurría por la ventana de su habitación, sabiendo que sus abuelos no despertarían, así como tampoco sospechaban de sus escapadas. Usaba ropa ajustada, se delineaba los ojos y se colocaba las argollas en los agujeros que se había hecho hace diez meses; dos en la oreja izquierda y tres en la derecha.

Había conseguido una identificación falsa con un par de universitarios que buscaban plata para comprar mota. Y, siempre había un grupo de chicas o chicos que le invitarían a entrar con ellos. Jimin no era gran fan de los ambientes ruidosos, sumando a las personas sudorosas e intoxicadas que bailaban al ritmo de las canciones electrónicas que sonaban, simplemente desagradable.

No, Jimin detestaba eso. Su rutina consistía en sentarse en la barra y pedir un vaso de agua. Lo que realmente le gustaba de aquel ambiente era que siempre había alguien dispuesto a pagar por sus bebidas, le hablaría bonito y se ofrecería a llevarle a casa. Había pasado tantas veces que parecía casi una ley universal.

Apoyó los codos sobre la barra y recargó el rostro sobre sus manos, suspirando. En aquellos sábados gélidos, Jimin extrañaba la dulce sonrisa de Hoseok y sus fuertes manos. La hipocresía con la que le jodía para disculparse posteriormente por ser rudo, sólo después de haberle usado para su propio placer sexual. Apartó su mano derecha y echó un vistazo a la hora en su reloj de pulsera, era el objeto más caro que Jimin poseía. Pronto sería medianoche. Si nadie se le acercaba en media hora se iría a su casa.

Volvió a dejar ir el aire de sus pulmones y bebió el agua de su pajilla, se mantuvo ahí por otro par de minutos hasta que alguien le habló.

― ¿Puedo sentarme aquí?

Jimin desvió la mirada al muchacho que permanecía de pie a su costado izquierdo. Era alto, de tez morena y al sonreír se dibujaban hoyuelos en sus mejillas. Usaba el cabello corto como los militares, pero su expresión gentil le delataba. Jimin pronto mostró interés y rió, asintiendo entusiasmado.

― ¿Cuál es tu nombre?

―Llámeme Hobi ―susurró, acercando su rostro al muchacho, con las manos aun descansando bajo su barbilla.

―Qué lindo nombre ―dijo y se atrevió a rozar la punta de los cabellos castaños de la melena del menor, cerca de su oreja izquierda donde colgaban las dos argollas de plata ―. Mi nombre es Namjoon y, por favor, no seas tan formal, tutéame.

Los ojos de Jimin brillaron con emoción. Su sonrisa se extendió más y actuó como un pequeño felino, animando al chico de hoyuelos a seguir siendo coqueto. «Solo otro bastardo en busca de un polvo fácil».

―Y, cuéntame, Nam. ¿Eres de por aquí? ―recargó el peso de su rostro en su mano derecha y se aseguró de darle una buena vista de la piel desnuda de su cuello mientras posaba su otra mano en el muslo del joven hombre.

Lo sintió tensarse bajo su toque y la sola idea de que simplemente necesitó eso para ponerlo caliente le divirtió.

―Se puede decir que estoy de paso.

―Ah, ¿eres un chico de carretera?

Namjoon se rió, evadiendo aquella pregunta, y Jimin también le imitó como si estuviesen en la misma sintonía y fueran un par de tontos adolescentes flirteando. Pero, lo sabía. Era otro homosexual de closet que salía a buscar una aventura de una noche, algo pasajero antes de regresar a la rutina de su vida. Y, todo fue aún más obvio, Namjoon no se iría de ahí hasta cogerse al dulce chico que tenía enfrente.

La imaginación de Jimin dio rienda suelta y decidió que sería entretenido pasar más tiempo con el chico "que estaba de paso". Apartó la mano de su muslo y se puso de pie, haciendo entrar en pánico al contrario hasta que se acercó, lo suficiente para inclinarse y rozar sus labios contra el arco de la oreja del moreno.

―Me encantaría conocerte más, Namjoon ―cada palabra salió lenta y suavemente de su boca, colocó su mano de nuevo sobre su muslo, contiguo a su ingle y siguió hablando ―. Pero, he confundido las llaves de mi apartamento con las de mi trabajo... así que, ¿me acompañarías a recuperarlas?

El contrario asintió, desmedidamente excitado y demasiado alcoholizado como para razonar. Mencionó tener su camioneta a una cuadra del lugar. Se alejaron de entre la multitud como dos desconocidos y se mantuvieron a una distancia casi inexistente cuando transitaron por la acera solitaria que era vagamente iluminada por el alumbrado público.

Jimin supo que se trataba de un niño rico cuando vio aquella camioneta lujosa. Se preguntó si era del tipo que cargaba la billetera gorda de efectivo, guardó esa pregunta para sí mismo y se colocó el cinturón de seguridad esperando, pacientemente, a que Namjoon subiera al asiento del piloto, y se retiraron de aquel bar nocturno.

Después de que Jimin le diera un par de direcciones y se detuvieran en la carnicería que se encontraba ausente de personas como todos los puestos de aquella zona, habló antes de bajar del vehículo.

―Cuando follemos ―comenzó ―, no quiero que me llames Hobi.

Namjoon tragó en seco por aquel comentario tan directo. La idea de que Jimin no fuera un chico virgen y asustadizo le electrizó más.

― ¿Y eso por qué?

Jimin quitó el cinturón de seguridad y giró a Namjoon, ocultando bajo los dígitos de su mano la gran sonrisa que volvió sus ojos medias lunas y le hizo lucir terriblemente adorable.

―Te he dicho una mentirilla ―murmuró ―, me llamo Jimin. No lo olvides.

Los dos chicos caminaron a la entrada del establecimiento, Jimin miró disimuladamente el reloj en su muñeca y después a Namjoon. El chico era probablemente un par de años mayor que él, pero bastante estúpido, pensó Jimin. ¿Quién te sigue a una carnicería a media noche?

Un maricón desesperado.

Se rió y cogió la mano del muchacho, apresurando el paso de ambos.

«12:14 a.m.»

¡Jimin iba a divertirse tanto!



n/a: quiero creer que en cada capítulo el chiste se cuenta solo, ahre.

170709;;

FILL MY SOUL WITH VOMITDonde viven las historias. Descúbrelo ahora