Cap. 4- El misterioso caballero

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A un par de cuadras siguientes sube un señor mayor, de esos que ya peinan canas. Vestía de terno, muy desgastado por cierto, pero con un porte que nunca había conocido. Llevaba algo entre sus brazos, envuelto en papel marrón.

Se adentraba en el pasillo del autobús, agarrándose de los asientos y se acercaba hacia mi lugar. Se sentó a mi costado. Y al hacerlo dejó ver lo que llevaba. No pude aguantar mi curiosidad.

Mientras trataba de esconder mis pudores miraba de reojo lo que eran; las rosas más hermosas que vi en toda mi vida. Tan rojas naturales, tersas y deslumbrantes. Podía sentir el aroma tan sutil que emanaba de ellas. 

No podía dejar de mirarlas cuando en eso, por reflejo, subo mi mirada y noto que aquel señor me miraba también.

- ¿Te gustan las rosas eh?-me lo dijo con una sonrisa tenue.
- Tómalas, son tuyas.-me las ofreció y sin dudar me negué rotundamente, me sentía apenada de mala forma, lo miré de manera extraña.

El insistió.

- Insisto, tómalas...  En realidad son para mi esposa, pero cuando se lo explique ella comprenderá.-me sonrió y se paró con lo que pudo.

Dejó aquellas rosas sobre mi falda y se bajó en la siguiente esquina. Yo, un poco arrepentida de haber pensado mal, lo seguí con la mirada a través de la ventanilla. El autobús arrancó lentamente... Dejé el ramo de rosas a un costado, giré todo mi cuerpo y me puse de rodillas contra mi asiento, posando mi mirada en la ventana posterior para poder darle seguimiento.

Y vi con una profunda tristeza como aquel hombre; entraba al cementerio.

Rosas de EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora