Capítulo 2 - Recuerdos

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-Tienes que impedir que lo maten –fue lo primero que dijo Zèon, una vez que la figura de Sophia desapareció por el acceso al balcón, seguida por Camus.

-¿Qué...? –preguntó Ike, todavía confuso.

-Tienes cierta autoridad aquí; si no haces nada, lo destrozarán –insistió Zèon, con un leve tono de urgencia.

Numerosos murmullos se habían levantado en el salón; algunos cuchicheaban con curiosidad, pero en su mayoría se escuchaban comentarios despectivos e incluso amenazas poco agradables. Zèon esperaba que Koi no pudiera oír ninguna de aquellas cosas. En silencio, dirigió una mirada circular a la sala y se encontró con lo que ya había supuesto: un odio generalizado hacia el nuevo residente. Algunos se estaban incorporando en sus sitios, dispuestos a avanzar hacia aquel intruso, con intenciones poco halagüeñas.

Tenían que hacer algo inmediatamente.

Zèon se giró hacia Ike para pedirle de nuevo que actuara, pero éste parecía haber reaccionado por fin y se había levantado de su silla. Quizá no lograra aplacar a todos, pero podría contener a los fehlar y quizá incluso hacer que los kane se lo pensaran dos veces antes de atacar al humano. Zèon intercambió otra mirada nerviosa con Luca y, a continuación, buscó a Koi. Lo encontró en su mesa, charlando con sus amigos. Esperaba que su conversación no se pareciera al resto de comentarios que se oían por la sala.

Ike avanzó rápidamente hacia el desconcertado humano, al que los guardas habían dejado en mitad de la sala, como al resto de nuevos residentes. En ese mismo momento, los fehlar recién llegados parecieron despertar de su letargo.

-¡...mi señor! –exclamó el ocelote -. ¡Estáis... aquí!

-Sí –respondió el león, colocando una zarpa sobre el hombro del humano, en actitud protectora. Era una forma de demostrarle a los suyos que no iba a tolerar que se le hiciera ningún daño y provocó que algunos fehlar le dirigieran una mirada de incredulidad. En las miradas de los kane, por el contrario, tan sólo había hostilidad.

Sin embargo, el gesto del león no surtió el efecto deseado.

Tan pronto como el humano notó aquella pesada zarpa sobre su hombro, se zafó de ella y retrocedió unos pasos, con los ojos abiertos como platos y una genuina expresión de terror en su rostro.

-Qué... ¿qué demonios...? –preguntó, mientras se alejaba de aquella masa de animales antropomórficos. Tropezó con sus propios pies y cayó al suelo, pero apenas tardó unos segundos en volver a levantarse -. ¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy? ¿¡Qué sois...!?

Zèon frunció el ceño ante la nueva complicación, pero cuando Ike le dirigió una mirada descorazonada, como preguntándole que hacer, no pudo más que encogerse de hombros. Él tampoco sabía cómo reaccionar ante aquello.

-¿Por qué quieres salvarlo? –preguntó Luca, con interés.

-Creo que podría sernos útil, simplemente –argumentó Zèon, mientras observaba con preocupación el revuelo que se estaba organizando en la sala -. Ha sido hecho prisionero por los de su propia raza, así que imagino que habrá un motivo de peso para ello. Además, podría tener información. Datos sobre el exterior y sobre su raza. Acabar con él supondría cerrarnos una posible vía de escape, y no creo que podamos permitirnos eso.

Luca asintió, comprendiendo.

-No estoy seguro de que Ike pueda contenerlos a todos –comentó, al cabo de un rato -. Voy echarle una zarpa.

Un círculo de kane y fehlar se había reunido en torno a Ike y el tembloroso humano, que se había agazapado contra una de las paredes con los ojos desorbitados de miedo. Ike estaba un poco más adelantado que el resto, pero tal y como Luca había previsto, él solo no bastaba para contener aquella marea de rechazo y odio.

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