Capítulo 2

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         Pasó tan rápido, no sé cómo sucedió ni por qué, ni siquiera supe lo que pasó. En ese instante tenía miedo, mi corazón latía fuerte, estaba sudando, hasta que me di cuenta de lo que sucedía. Miré hacia afuera del coche, lo único que logré ver fue un tráiler y un auto blanco. Habíamos chocado. Y después de eso no recuerdo nada más, me golpee en la cabeza, me había desmayado. Desperté por unos escasos minutos, tenía nublada la vista, no podía ver bien. Volví a observar el tráiler y el coche, aunque ahora había más autos. Se escuchaban las sirenas y las personas hablando, dando órdenes, aunque no entendía lo que decían. Un oficial apuntó hacia mí, en eso llegaron dos personas con una camilla y me levantaron en ella. Me subieron en una ambulancia, no vi a mis padres, pero seguro que nos llevarían al mismo hospital.

         No recuerdo nada del trayecto hacia el hospital, estaba inconsciente. Recuerdo que cuando desperté estaba ya en la cama del hospital. Seguía un poco mareado, veía borroso. Vi mis manos, estaban llenas de sangre, pero no sentía dolor, era casi como si estuviera perfectamente bien, pero sabía que no lo estaba porque veía una bolsa de sangre con un tubo que estaba conectado a mi brazo, era un poco incómodo.

         Volví a dormir y cuando desperté me sentí mejor, ya no veía borroso y ya no estaba mareado, aunque me dolía el cuerpo. Mis manos ya estaban limpias. Nunca tenía la suerte de encontrarme con la enfermera o algún doctor para preguntarles cómo están mis padres.

         Una enfermera entró al cuarto, casi como si la hubiera invocado. Llevaba una bandeja con comida, pastillas y jugo de naranja.

         – ¿Cómo están mis padres? – le pregunté desesperado por saber

         – ¿Cuál es tu nombre?

         – José Barrios Alemán

         – Ah, claro. Tus padres están bien. Ahora por favor come y tómate la medicina, te hará sentir mejor. ¿Se te ofrece algo más?

         – ¿Podría pasarme la maleta que está en esa silla?

         – Claro, aquí tienes

         – Gracias

         Creo que podría estar tranquilo sabiendo que mis padres están bien, era raro que no estuviera asustado, me sentía bien. Estaría un buen rato en esa cama, por suerte estaba preparado, parece que la maleta sobrevivió al choque. Mis cascos se habían roto, mi diccionario se perdió, mi Rubik se desarmó, sobrevivieron los libros, mi laptop y mi celular, no sé qué haría sin él. Vi la hora, eran las 11:00 p.m.

         Al día siguiente me puse a leer. Los libros que tenía eran "El Viejo y el Mar" de Ernest Hemingway, y "El Eterno Adán" de Julio Verne. Ninguno lo había empezado, pero creo que los terminaría en el tiempo que estuviera en el hospital. Me decidí a leer El Viejo y el Mar. Leí solo quince páginas, la verdad me aburría un poco, pero si me lo recomendaron es por algo.

         Tomé mi celular, eran las 11:17 p.m. No tenía muchas aplicaciones, ni siquiera tenía juegos, se me había olvidado descargara algunos. Solo tenía música, videos, imágenes y algunas aplicaciones inservibles.

         Mientras pensaba qué hacer, encontré un papel con la clave del internet en la mesa que estaba al lado de la cama ¡era un milagro! Rápidamente me conecté ¿Qué mejor que perder el tiempo mientras te recuperas en el hospital? Mejor que empezar esa novela que tanto quise escribir.

         Pasé horas aburrido, no sabía qué hacer. No podía pararme, tenía que estar todo el tiempo acostado en esa silla, y lo peor es que tampoco pude dormir, tenía que hacer algo antes de que el aburrimiento fuera mi causa de muerte. Llegué hasta la mitad de mi libro, se estaba poniendo un poco interesante, resolví miles de veces el Rubik, hice mi tarea de laboratorio y descargué algunas canciones. Después, dormí un rato.

El contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora