Capítulo 5

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Más tarde, esa misma noche, me desperté repentinamente, como si hubiera tenido una pesadilla. Empecé a sentirme fatigado y comenzaba a respirar con dificultad, mi corazón latía más y más fuerte a cada segundo, tanto que me dolía el pecho, un dolor insoportable y fuerte. Mi vista se nublaba, entonces caí en la cama de nuevo. Después de aquello, recuerdo que me encontraba en una silla, en un cuarto con muy poca luz, inmóvil. El mismo hombre que me había visitado en el quirófano estaba ahí, parado frente a mí.

         - ¿Qué hago aquí? – grité

         - Yo me preguntaría otra cosa: ¿por qué estoy aquí?

         Hizo una pequeña pausa y se acercó aún más hacía mí, viéndome con sus ojos fríos de mirada vacía, entonces siguió hablando:

         - Estás aquí para decidir si vives o mueres, mejor dicho, si sigues viviendo. Lo que sentiste cuando te despertaste fue un paro cardiaco, acabas de morir. Justo aquí tengo el papel que te hará volver a tu vida o descansar para la eternidad; y si eres inteligente, ya habrás adivinado cuál es la condición que te pondré a cambio de tu vida.

         Abrió el papel, era una especie de contrato escrito en llamas negras y en su otra mano tenía una pluma. Extendió sus brazos y me dijo:

         - Pínchate el dedo con la punta de la pluma y firma al final de la hoja si valoras tu vida

         Agarré valor y lo hice, firme aquel papel con mi sangre, había quedado pactado nuestro trato. Aún me quedaba mucho por vivir, mucho por recuperar, hacer lo que mis padres siempre me pidieron: vivir sin importar qué se me ponga enfrente. Si la única forma de recuperar mi vida era negociar con la muerte, iba a hacerlo. Ahora está hecho.

         Desperté de nuevo de lo que parecía ser otra pesadilla, pero me di cuenta de que no lo era al ver en el suelo aquel contrato, firmado por mí mismo y además, un sombrero, el mismo que usaba aquel hombre. Me levanté rápidamente de mi cama y observé el reloj, eran las 7: 00 a.m. Lo que parecían ser minutos con ese sujeto se convirtieron en horas.

         Traté de olvidar todo eso y salir un poco a tomar el aire, cuando me acordé de algo importante que tenía que hacer: buscar trabajo. No podía dejar de pensar en lo que sucedió, pero sabía que tenía que aceptar mi destino, cumplir con lo que ahora me tocaba: ser el sicario de la muerte. Durante todo el camino estuve pensando en eso, pero logré olvidarlo cuando por fin lo acepté.

         Estuve recorriendo toda la ciudad, entrando a los negocios donde se solicitaba empleado, pero en todos los lugares a los que entraba me rechazaban; todos decían que era muy joven y que no tenía experiencia trabajando. Seguí buscando, esperando tener suerte, pero después de tanto caminar y tanto buscar, me di por vencido. Me senté en una banca que estaba cerca del último lugar al que fui a buscar, entonces vi que Alicia se acercaba a mí. Se sentó a mi lado y yo le expliqué que estaba buscando un trabajo.

         - ¿Un trabajo? – dijo sorprendida – ¿Para qué un trabajo?

         - Voy a vivir solo, necesitaré un trabajo

         - Me encontré con tus abuelos cuando salían de visitarte en el hospital. Me dijeron que ellos te cuidarían

         - Mi abuelo tenía otra propuesta en mente. Quedamos en que yo viviría solo y conseguiría un trabajo luego de salir del hospital

         Hablamos por muy poco tiempo, ella tenía que irse y yo me dirigí hacia mi casa, continuaría al día siguiente con mi búsqueda, estaba bastante cansado como para seguir. Cuando llegué a mi casa me encontré con el mismo hombre que ya me había visitado dos veces, estaba esperándome en la puerta de mi casa.

El contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora