Capítulo 12

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         Iba caminando por la calle, aproximadamente las 11:00 de la noche. Salía del trabajo, había mucha clientela ese día, así que Rubén me había pedido quedarme un poco más, afortunadamente no fue mucho lo que tuve que quedarme. Después de que casi todos los clientes se habían ido, me dio las gracias y me deseo una buena noche. Guardé mi uniforme en la mochila, me puse la chamarra y salí. Iba directo hacia mi casa, cuando recordé que tenía que hacer las compras, y cambié de dirección para ir al supermercado. Compré algo de leche, cereal, frutas, vegetales, todo lo que necesitaría en una semana. Había poca gente, las cajas estaban vacías. Caminaba por el lugar de la ropa, casi llegando a las cajas, pagué y salí de ahí.

         Era casi media noche cuando salí de la tienda, estaba muy oscuro, casi no había iluminación en las calles, más que las luces de las casas y de los autos. Además de que no había gente en la acera. Estaba a medio camino, cargando mi mochila en la espalda y las bolsas de compras en mis manos. Entonces, al otro lado de la calle, vi a un tipo, no alcancé a ver su rostro, pues la oscuridad lo tapaba; estaba escondido en un callejón oscuro, dando fuego a su cigarro. Fue tan extraño verlo después colocarse un pasamontañas rápidamente. No comprendía bien lo que estaba pasando, pero sabía que no era bueno; volteé hacia la izquierda, en la acera estaba caminando Lizzy, dirigiéndose justo al callejón donde estaba el extraño. Reaccioné rápido, dejé mi mochila en el suelo y me puse la máscara, corrí hasta ahí, justo cuando el tipo había puesto la pistola en su cabeza, y no parecía ser un simple asalto; sentí tanta adrenalina, mi corazón latía muy fuerte, sabía que la vida de alguien dependía de mí. Golpeé al tipo, el disparo rozó mi oreja y la bala se clavó en la pared. Intentó mover la pistola hacia mi estómago, pero antes clavé el cuchillo en su pecho, haciendo que la soltara. No me sentí bien con eso, no pensé que fuera una buena decisión, sin embargo lo hice. Miré a Elizabeth, que estaba estupefacta ante aquella escena, después salí corriendo, tomé mi mochila y me marché.

         Llegué a mi casa agitado, aún sentía como mi corazón latía más rápido de lo normal. Sentía una incomodidad tremenda en mis pensamientos, algo que no dejaba mi mente en paz, algo que no cuadraba sobre aquella muerte. Inmediatamente después tocaron a mi puerta; al escuchar el sonido me asusté, incluso dando un pequeño salto. Me levanté del sillón y me asomé por la ventana, era la muerte. Abrí la puerta, pasó, se quitó el sombrero y se sentó.

         - Tenemos que hablar – dijo

         - ¿Qué pasa? Y ¿por qué a esta hora?

         - Solo siéntate

         Me senté en el sillón que estaba enfrente de él, se veía serio, sabía que esa expresión en su rostro no reflejaba que me daría una buena noticia.

         - El tipo que acabas de matar hace media hora…

         - ¿Qué con él?

         - Él era Carlos, tu amigo, Carlos Beltrán

         No podía siquiera imaginarlo, no quisiera que fuera verdad, pero sus ojos me decían que era más que cierto. Mi reacción inmediata fue llorar justo enfrente de él, arrepentirme de lo que había hecho. ¿Qué hubiese pasado si hubiera ignorado a Carlos en vez de detenerme a observarlo? Él seguiría vivo, pero alguien más hubiera muerto.
         - Espero que comprendas que es más importante la vida que la amistad. No confíes en nadie, muchacho, no sabes cuándo te traicionarán o cuando te decepcionarán como él lo hizo. Es algo que no me gusta de los humanos, hablan de confianza y honestidad, como si ellos fueran confiables y dijeran la verdad. Carlos decidió convertirse en un criminal, tú lo detuviste, y salvaste a una vida inocente – se levantó y se colocó al lado de mí, poniendo su mano sobre mi hombro –. Tranquilo, hiciste lo correcto.

El contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora