Blanco y negro

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Blanco, negro, blanco, negro. Todo a su alrededor era blanco y negro. Tan blanco y negro como ella misma. Su mundo no salía nunca de esos dos colores, todo era aburrido, quieto, silencioso, muerto. Sus dos colores no tenían música, no tenían vida. Se preguntaba si merecía la pena vivir en un mundo así. Todas sus ideas eran oscuras, deprimentes. Y decidió ponerle fin... No había viento, no había sonido, no había nada. Solo quería acabar, solo quería saltar, olvidarse de todo...
Pero apareció ella. Ella. Era la primera vez que veía algo diferente. Ella no era blanca y negra. Tenía otros colores. Colores vivos. Ella era color, era movimiento, era música, era vida. Bailaba. Bailaba al son de una música que solo ella podía escuchar. Y a sus pies crecía el color. Suelos verdes, flores rojas, azules, rosas, mariposas moradas, abejas amarillas... Y en ella todos los colores: pelo rojo, blanco, azul, verde, amarillo; ropas rosas, marrones, naranjas, moradas... Su piel rosada brilló al dar un giro y sus ojos, azules y rosas, se clavaron en ella, deteniendo su baile.
Sombra no supo como reaccionar. Solo la miró a su vez. Hasta que la chica de los colores le mandó una sonrisa. Entonces los colores parecieron estallar. Se extendieron por el campo, por el cielo, por la colina a la que estaba subida, hasta llegar hasta ella. Se tapó la cara con los brazos, asustada, cayendo hacia atrás por la impresión.
No se atrevió a abrirlos hasta que sintió una mano cálida sobre su brazo. Ella se había acercado. Se cruzó con su mirada bicolor al abrir los ojos. Parecía sorprendida. Ambas eran muy diferentes. Sin embargo le volvió a sonreir. Esta vez no hubo explosión. Solo calidez.
Pero no supo como corresponder.

Sin colorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora