Sombra caminaba por las calles, absorbiendo el color allí por donde pasaba. No pensaba con claridad, ya no se sentía ella, ya no se sentía fuera de lugar. Sentía muchas otras cosas pero no tristeza. Todo a su alrededor se volvía blanco, pero no le importaba. Ella tenía colores al fin, al fin podía estar con Colora sin sentirse mal, sin sentirse triste.
La buscó. Seguro que ella también se alegraba.Colora se había pasado todo el dia buscando a Sombra. Sabía que se entristecería, pero no creyó que saldría corriendo así. Temía que se hiciese daño. Desde que la conoció se dio cuenta de que era como una niña, que había muchas cosas que no entendía y que sus emociones se desvocaban con facilidad. Cuando Sombra se marchó corriendo tuvo mucho tiempo para pensar. Pensar en que había llegado a su mundo y lo había cambiado sin más, que le había prometido tantas cosas que después no pudo cumplir que su amiga debió saturarse. Y se dio cuenta muy tarde.
Cuando la vio por primera vez no pasó por alto que iba a hacer, que estaba a punto de hacer en ese acantilado antes de verla a ella. Sintió tanta pena... Quería demostrarle que había muchas razones para vivir. Pero no estaba segura de si lo había hecho bien.
Por eso cuando vio a los animales e insectos correr y volar despavoridos, y la vio a ella y todo lo que quedaba a su espalda, se dio cuenta de algo que no había pensado antes. Le había dicho que serían amigas, pero desde el principio había intentado cambiarla. Quería que fuese feliz, sí, pero no se daba cuenta de que en realidad intentaba disfrazar su tristeza. Corrió hacia ella esperando poder decirle cuanto lo sentía, que juntas harían de aquel mundo algo increible y que serían ellas mismas. Pero antes de que pudiese decir nada, Sombra habló, por primera vez.
-Mira Colora.-dijo con una voz pesada.- Ahora somos iguales.
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Colora no acertó a decir nada. Miró a su amiga sin creerse del todo su visión. Sombra se encontraba frente a ella, pintada de todos los colores posibles. Sin orden, sin sentido, como si los colores hubiesen estallado en su interior pintándola por fuera como una mancha caída en un folio. Los colores se amontonaban, los unos sobre los otros, saturados.
-Sombra... ¿Qué has hecho...?
-Encontré otra manera. Ya tengo colores. ¿No era eso lo que queríamos?
Colora negó con la cabeza.
-Así no, Sombra. Mírate, mira a tu alrededor. Yo no quería esto.
Sin embargo esta vez fue Sombra quien negó con la cabeza.
-No te preocupes, estás confusa. Yo también lo estaba cuando llegaste.
-No Sombra, estaba equivocada. No debimos querer cambiarte. Estás bien tal y como estabas.
Sin embargo Sombra no entendió.
-No estás equivocada. Tenías razón. Ya lo verás.-contestó Sombra, girándose y abriendo los brazos.
Colora la miró confusa, hasta que vio como todos los colores a su alrededor empezaban a desprenderse de sus objetos y animales para deslizarse hasta Sombra, adiriendose a ella.
-¡Sombra, espera! No lo hagas.
Pero Sombra estaba demasiado absorta en sus pensamientos como para oirla. No podía volver a sentirse triste, no quería sentirse triste. Apretó los puños, haciendo que absorbiese los colores más rápido.
Colora intentó llamarla de todas las maneras posibles, pero todo a su alrededor era un caos, y cada vez le costaba más moverse y respirar. Intentó salir de aquel vórtice de colores confusos, pero le era imposible saber dónde estaba y pensar con claridad. Se tapó la cara con los brazos confusa, y vio con horror como su piel antes rosada se había vuelto completamente blanca. Sombra la estaba absorbiendo a ella también.
Intentó llamarla, intentó gritar su nombre, pero nada salió de su garganta.
Los colores a su alrededor pararon de repente, dejaron de sostenerla, y finalmente cayó al suelo, en un completo y puro color negro.