Tras el caos llegó la calma. Todo se volvió silencio y blanco. Pero no un blanco normal, sino el blanco de la nada.
Sombra contempló su reflejo en un charco. Los colores que una vez Colora le ayudó conseguir habían vuelto. El amarillo en su pelo, el verde en sus ojos... el azul no inundaba su piel esta vez, sino su ropa. Pero no era el azul de la tristeza, era uno diferente, más claro, más brillante. Su sonrisa se reflejó en el charco también. Se giró hacia su vieja amiga para compartir su alegría con ella...
-Mira Colora, te dije que...
Calló al ver a Colora tendida en el suelo inmóvil. Sus colores habían sido sustituídos por el blanco, un blanco pulcro y puro, pero carente de vida.
-¿Colora?-se acercó a ella y le cogió la mano. No sintió su calidez, pero tampoco sintió frío. Solo nada.
-Colora despierta.-intentó despertarla de mil formas, la llamó por su nombre dos mil veces, pero no obtuvo respuesta.
-Colora no...-Sombra la abrazó con fuerza, sintiendo de nuevo esa tristeza que había intentado esquivar desde siempre. Las lágrimas cayeron por sus mejillas, intentando sin éxito arrastrar la tristeza.- Esto no es lo que tenía que pasar... Teníamos que estar juntas para siempre. ¡Yo no quería esto!
Sombra no dejó a su amiga en ningún momento, como si así pudiese de alguna forma retenerla a su lado. Pero nada despertaba a Colora, y aquello era por su culpa.
Sombra abrió los ojos. No quería aquellos colores si eso significaba perder a Colora. Estaba bien si Colora tenía todos los colores y ella ninguno mientras pudiesen seguir siendo amigas. Podía quedarse el rojo de su amor, el amarillo de su alegría, el verde de su esperanza, el azul de su calma y también de su tristeza.
Poco a poco, Sombra fue transmitiendole los colores, desprendiéndose de ellos con rabia.
Podía quedarse con su rosa, con su naranja, con su morado. Podía quedarse su marrón, su lila, su granate.
Podía quedarse con su blanco y su negro.Colora abrió los ojos. Aunque tenía los recuerdos borrosos recordaba a Sombra y lo que había hecho. Miró a su alrededor alarmada, pero se sorprendio al ver todos los colores en su sitio. No había rastro del blanco de la nada, como si todo hubiese sido un mal sueño. Pero Colora sabía que no lo había sido.
Se giró esperando ver los ojos de Sombra mirándola, como solía hacerlo, pero ella no estaba.
-¿Sombra?¿Dónde estás?-se levantó del suelo y la buscó con la mirada, pero no logró encontrarla.
Giró sobre sus talones y se quedó inmóvil. Sobre el suelo se reflejaba su silueta, oscureciendo los colores de la hierba y las flores. Movió la mano y aquella silueta idéntica a ella lo hizo también. Andó hacia delante y la silueta la siguió. Colora se arrodilló en el suelo y colocó la mano sobre la silueta, y al tocarla entendió lo que había pasado. Dos lágrimas escaparon de sus ojos y cayeron sobre el suelo.
<No llores Colora.> una voz conocida resonó en su cabeza. <No estés triste, no me he ido a ningún sitio. Mira, he arreglado mi error, y no estoy triste. Ya podemos estar juntas. Estaré siempre contigo, cuidando de ti. Y no te preocupes, porque aunque cuando oscurezca no me veas seguiré a tu lado. Ya he encontrado mi lugar, ya sé dónde debo estar. Y siempre seré tu sombra.>