Patinaje artístico.

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El martes por la tarde busco los patines pero no los encuentro.

 ¿Dónde diablos los dejé?

Miro en el armario, pero nada, aunque una limpieza no le vendría mal, quizá mañana la haga. Pienso en la posibilidad de que estén debajo de la cama y me niego rotundamente a mirar ahí, a saber lo que hay. Me giro y me doy cuenta de cuán tonta había sido, porqué recuerdo que papá me colocó un gancho en la pared para que los colgara ahí, y ahí están. Colgados en la pared, miro la cuchilla y veo que está lo suficientemente afilada como para aguantar hoy. Luego iré a Clark’s a afilarla más. Coloco los patines en su bolsa junto a las protecciones y busco mi camiseta oficial del equipo donde pone “Blumer” y debajo el número tres. 

Recibo un mensaje de James.

 “Hey, ¿ya te has enterado? ¡Por fin tenemos pista! ¿Te apetece un partido? xx.

En 30 minutos estoy ahí, Collins. ¿Preparado para perder?

Ni lo pienses, Blumer.

Salgo de casa y lo primero que mi vista alcanza a ver es a los vecinos dándose un lote de amor en su jardín delantero. 

Ugh. Asqueroso.

Intento caminar más rápido de lo habitual y camino casi corriendo hacía la pista de hielo. Recordaba el camino algo menos cansado. Entro en el vestuario de chicas y hay chicas colocándose los patines. Van maquilladas y no van con el equipo de hockey. Me fijo y llevan patines de patinaje artístico. Algo me dice que hoy no acabará bien.

Me colocó los patines y las protecciones, las chicas me miran extrañadas pero no dejan de hablar,  salgo a la pista donde James ya está calentando y veo algunas de las chicas del vestuario sentándose en la gradas. 

Genial, ahora tenemos público y todo.

—Hey. —

— ¡Blumer! Pensaba que no vendrías, ya sabes, los dos sabemos que te daré una paliza. —

—En tus sueños, Collins. ¿Y el resto del equipo? —

—En casa, supongo. —

¿No vienen? — 

—Recuerda que esto es algo entre tú y yo. —

— ¿Aún me guardas rencor por el año pasado? ¡Si juego mejor que tú! —

— ¡Que no! ¡Que fue suerte! —

— ¡Supéralo! —

— ¡Nunca! —

Me da un stick y lo cojo con rabia. El año pasado le gané la mayoría de partidos que hacíamos en solitario y él aún no lo ha superado. 

Crío. 

Pone el disco en el suelo y lo lanza con fuerza hacía mí. Lo llevo hasta la otra punta donde está la portería con la intención de anotar un tiro. Pero un golpe me lo impide, me voy hacía la izquierda, lejos de James. Él se aproxima hacía mí con un golpe por lo bajo, es decir, agachado con la mayor velocidad que cualquier jugador de hockey sobre hielo pueda alcanzar. Pienso rápido y hago lo que mejor se me da, saltar. Me siento más ágil, no lo entiendo, el año pasado se me daba bien, pero no saltaba más de medio metro por encima del suelo y ahora salto más de un metro. Cuando aterrizo las pocas chicas que había en las gradas sueltan un “oh” y me miran como si hubiese hecho algo imposible. 

Ugh.

Anoto un tiro y celebro mi victoria con un baile mientras doy vueltas sobre mí.

— ¡En tú cara, Collins! —

ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora