Al día siguiente, he quedado con Brad en el campo de futbol. Él juega al futbol y cada domingo se celebra un partido allí. Normalmente también juego, pero quizá hoy me quede en el banquillo animando, el golpe que me dio James en la cadera el viernes en el entrenamiento aún duele. Cuando llego allí saludo a Brad con un abrazo y también saludo a los de su equipo —cabe decir que más de la mitad son del equipo de hockey. — Me siento en las gradas mientras ellos están en el vestuario.
—Animando a tú novio, ¿eh? — El chico pelirrojo se sienta a mi lado y me mira.
—Primero, no es mi novio, es mi mejor amigo y segundo, ¿por qué me hablas? —Jadeo.
Enarca una ceja y sonríe de medio lado.
— ¿Por qué no? —
—Quizá porqué llevas desde la primera vez que nos vimos sin hablarme. —Murmuro de mala gana.
—Ayer lo hice.
—Salvé a tú hermana, tenías que darme las gracias obligatoriamente.
Me obligo a mi misma a mirarle con cara de satisfacción.
—Bueno, pues ahora no te estoy hablando obligatoriamente.
El tono burlón que utiliza me hace contenerme al tener unas ganas terribles de pegarle un puñetazo en la cara.
—Si esto es un truco para intentar llegar hasta Madison, no hace falta. Es fácil de conseguir, solo hace falta que te presentes en casa con un ramo de rosas y le alimentes su ego.
El chico pelirrojo se me queda mirando unos segundos y se ríe.
— ¿Juegas?
Le miro y efectivamente lleva una camiseta de color azul, es del equipo contrario a Brad.
—No, hoy no.
—Lástima, me hubiese gustado ver tú cara al perder.
En ese momento, suena el silbato del árbitro indicando que los jugadores se tienen que posicionar en sus sitios. El pelirrojo salta la valla que separa el campo de futbol con las gradas con mucha agilidad. Lo observo llegar hasta el medio del campo y justo cuando el árbitro indica que el partido da su comienzo, el pelirrojo se gira, me mira y grita a pleno pulmón que desde la otra punta de este maldito pueblo se puede escuchar.
—Blumer, ¡si marco te lo dedico!
Maldito imbécil, ¿quién se cree? ¡Ni si quiera sé su nombre y me está dedicando un gol! Miro indignada hacía Brad quien ríe a más no poder junto con Scott.
Uh, uh. Los mataré.
El partido empieza y en la primera parte el chico pelirrojo intenta marcar a Scott.
Ingenuo. No sabe que Scott es el mejor portero probablemente del estado de California, y no estoy exagerando. Lo intenta otra vez más y no hay suerte. Me río y él me mira, enarca una ceja y hace señas para que se la vuelvan a pasar, pronuncia un “A la tercera va la vencida” y entonces ocurre todo tan rápido. Él da un mortal hacía atrás mientras acompaña a la pelota y justo cuando se encuentra delante de ésta lanza la pelota tan fuerte que creo que va hacer un agujero en la red de la portería. Lo miro y está tumbado en el suelo con la mitad de su equipo encima.
¡Jodido pelirrojo! ¡Que le ha marcado a Scott! ¡¡Este niño no es humano!!
Miro a Scott quien sigue mirando la pelota en shock. Brad tiene la mandíbula tan abierta que creo que va a tocar el suelo. Y los del equipo de Brad y Scott fulminan al pelirrojo con la mirada.
De repente se levanta de entre la multitud, me señala y luego forma un corazón con las manos mientras me guiña el ojo.
Ahora sí que sí. Voy a jugar. Y le voy a enseñar a esa jodida cara bonita cómo se juega al estilo Blumer.
— ¡Brad, pásame una jodida camiseta de esas que le voy a enseñar al rostro bonito como se juega al estilo Blumer! —Grito tan fuerte que Brad me escucha a la perfección.
— ¡Pero si has dicho que no jugabas!
— ¡Que me da igual! ¡Que yo le quiero ganar! ¡Que a mí nadie me dedica un gol marcado a Scott!
— ¡Los equipos ya están hechos!
Salto al campo y veo a Dylan, uno de los chicos más débiles que conozco que juega en el equipo contrario del Brad, me acerco a él y se quita la camiseta a la velocidad de la luz y se va corriendo tan rápido que apenas me da tiempo a decirle gracias. Me paso la camiseta por encima de la cabeza y me acerco a Brad.
— ¿Qué decías?
—Siempre acabas saliéndote con la tuya.
—No sé de qué hablas. Dylan se ha ido voluntariamente. — Me voy como si no supiera de lo que habla, pero en verdad sé que tiene razón. Siempre, sea como sea, me acabo saliendo con la mía. El pelirrojo se acerca hacía mí y esboza una sonrisa.
—Sé que mi gol te ha dejado sin palabras. Tranquila, tú hermana también me dejó sin palabras cuando la vi.
La única palabra que me viene a la mente es: Imbécil. Siento furia porqué todos los chicos con los que hablo mencionan a Madison al menos una vez en todas las conversaciones, es como si ella fuera el centro de atención. Muchas veces me he planteado si realmente la amistad que tengo con algunas personas es real o no, pero me auto-convenzo de que simplemente son imaginaciones mías y de que ellos realmente son mis amigos. Aún no quiero montar un drama en medio del campo de futbol así que simplemente me giro y me voy.
Se va a enterar. Oh, claro que lo va a hacer.
La segunda parte empieza y desde el primer momento tengo la pelota entre mis pies. El chico pelirrojo me la quita y le pongo el pie para que se caiga y así pueda cogerla yo. Él empieza a gritar que es falta pero nadie le hace caso. Cuando juego yo, no existen las faltas, ni las reglas, no existe nada, puedes romperle el brazo a alguien y luego volver a ser tan amigos como antes o incluso más, siempre sin rencores. Susurra algo como “Con que esas tenemos, ¿eh?” y yo simplemente intento avanzar todo lo que puedo con la pelota dirección hacía la portería del equipo contrario al mío. Hago eso alrededor de tres veces más. Él también. Ahora vamos el marcador empatado a 4. Él cada vez está más furioso con mis jugadas y yo simplemente me río de él. Intenta quitarme la pelota del mismo modo que yo, pero al contrario que él yo llevo jugando a esto alrededor de seis años, me sé cada truco y cómo debo esquivarlo.
O eso creía yo.
Justo cuando quedan diez segundos para el que acabe el partido y yo marque el gol definitivo que nos hará ganar, se tira encima de mí. Me atrapa por la cintura y acabamos en el suelo. Uh, ese es un truco nuevo para mí.
— ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Suéltame! —Tengo su cara a centímetros de la mía y sus manos ahora atrapan mis muñecas, en este momento estoy sintiendo un nuevo nivel de odio. Suena el silbato del árbitro indicándonos que el partido ha dado a su fin.
—Que sepas que quiero la revancha. Y por cierto; Jack. —Se levanta y me deja ahí, tirada en el suelo, con una confusión tan grande en la cabeza que murmuro varias veces Jack antes de darme cuenta de que es su nombre. Brad viene a mi rescate.