El Lunes por la mañana me despierto a las 6:45 a.m. Es inhumano levantarse a esta hora de la noche para un entrenamiento de hockey. Realmente el entrenador Skies está loco. Desayuno de camino a la pista, estoy tan centrada en no llegar tarde y masticar al mismo tiempo que no veo cuando un chico pelirrojo se acerca corriendo mientras mira su teléfono. Acaba chocándose contra mí, él cae al suelo mientras yo me tambaleo un poco. Extiendo mi mano con la intención de ayudarlo a levantarse pero él me mira, se levanta y literalmente, huye de mí corriendo. Cuando llego allí más de la mitad del equipo está más dormido que despierto, intento no reírme de Chad, el cual está apoyado contra la pared intentando dormir.
Entramos dentro y soy la primera en salir a la pista. Adoro estrenar la pista por las mañanas, es tan lisa, sin ningún rasguño que me dan ganas de llorar de lo perfecta que es –cosa que no creo que vaya a hacer nunca-. Cuando acaba el entrenamiento, nos dan tiempo libre para hacer un partido. Estoy a punto de anotar el último tiro cuando escucho el sonido de un móvil sonando. Me distraigo mirando a las gradas encontrándome al mismo chico pelirrojo de esta mañana hablando por teléfono.
¡¿Pero qué demonios?!
Taylor aprovecha a que me he distraído para hacerme un bloqueo y acabo en el suelo con él encima. ¿Qué clase de bloqueo ha sido ese? Intento quitármelo de encima ya que mi cuerpo de 50 kilos no puede soportar a uno de 70 tanto tiempo. Vuelvo a mirar a las gradas pero el chico pelirrojo ha desaparecido por completo. ¿Qué hacía ese idiota aquí?
Cuando dan las 12 del mediodía voy al vestuario a ducharme, me miro al espejo y veo que mi pelo ha crecido bastante últimamente, casi me llega por la mitad de la espalda, lo ato en una coleta como siempre y me dirijo hacía casa. Cuando llego mamá está preparando la comida, dejo tiradas las cosas sobre el salón y me pongo a ayudarla. Madison entra junto a una de sus estúpidas amigas —también llamada Amber — con la excusa de que tiene algo súper importante que hacer y por culpa de esa cosa tan importante tiene que ausentarse todo el día.
Genial, seguramente se quede a comer y luego se largarán y no volverán hasta las cuatro de la noche o más. Y papá y mamá se lo permitirán alagando que el año que viene cumplirá 18 y creen que es lo suficientemente madura cómo para hacer lo que quiera. ¡Yo tengo dieciséis y creo que hay más cerebro en mi cabeza que en la suya!
Creo que tengo unos de los padres más inocentes del mundo.
Durante las siguientes dos semanas, cada Lunes, Miércoles y Viernes voy a entreno, el chico pelirrojo se cruza por mi camino cada mañana y algunas veces viene a los entrenamientos. Los Martes y los Jueves hago lo que sea para no aburrirme, me he visto las tres temporadas de Teen Wolf, American Horror Story y Awkward. También me he leído la triología entera de Los Juegos del Hambre por quinta vez en lo que llevamos de año. Hoy es sábado. Llevo esperando este sábado desde hace tres semanas. Hoy volveré a tener a Brad conmigo.
Llevo toda la mañana matando el tiempo mientras golpeo una pelota de tenis en la pared, papá me ha regañado dos veces por “hacer demasiado ruido en casa” así que me he ido al jardín. Observo como las hojas se mueven al compás del viento y como una brisa de verano hace que me refresque un poco, no es normal que en California haga treinta y ocho grados a la sombra, ¿no? Un poco más y le pido un trozo de tela que utiliza Madison para bañarse en la piscina, también llamado bikini.
Cuando me doy cuenta de que a Brad solo le faltan una hora para llegar me pongo muy nerviosa, ¡ni que fuera mi novio! Está bien Scar, solo le echas de menos. Estás nerviosa por qué no sabes si va aparecer con un tatuaje nuevo o con alguna locura nueva implantada en su cuerpo.
Me rindo cuando escucho como los vecinos nuevamente están dándose amor en su jardín.
Realmente es algo repugnante escuchar eso.