Alethor

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Tres días habían tardado en recorrer el camino desde Seorth hasta aquel valle en el que supuestamente había un nigromante aterrorizando aldeanos. Alethor no dejaba de pensar que más valía que aquel mensajero no hubiese exagerado demasiado en su relato, porque de ser así, se aseguraría de que Kail y Seorth se acordasen de aquello.

El sol se había ocultado poco antes de que entrasen en el valle, y conforme se habían ido adentrando en éste, la luz había ido desapareciendo gradualmente. La luna llena brillaba en lo alto del cielo, y su pálida luz se colaba por entre las hojas de los arboles. Que la luna estuviese llena, no era un buen presagio, era uno de los símbolos que se atribuían a Lorunan, el dios maldito, y sabiendo que clase de amenaza les esperaba allí donde iban, Alethor estaba convencido de que aquella noche seria muy larga.

El camino discurría por el centro de un bosque que debía de crecer por todo el valle, habrían cabalgado a oscuras de no ser por las esferas de luz que el mismo había creado y que flotaban alrededor de la comitiva iluminando el camino. Tenían que estar cerca del pueblo, puesto que ya habían recorrido una distancia significativa dentro del valle.

Fue entonces cuando lo sintió. No muy lejos de donde se encontraban alguien acaba de lanzar un hechizo bastante poderoso. Calculó que la fuente de este hechizo debía de encontrarse a unos trescientos metros en la dirección que seguía el camino.

Sin mediar palabra hincó las espuelas en los costados del caballo y éste hecho a correr por el camino, pudo escuchar cómo sus soldados le imitaban y sus caballos relinchaban mientras echaban a correr tras de si. A unos cien metros escasos vio dónde el bosque acababa y comenzaba un claro, a la derecha del cual se distinguían algunos edificios alumbrados por antorchas. A la misma altura que los edificios se distinguían en el camino varias hogueras enormes, y lo que parecía ser un montón de gente moviéndose alrededor de éstas. No fue hasta que entró en el enorme claro que albergaba el pueblo, cuando se fijó en que aquéllas personas que se movían entre el fuego, en realidad avanzaban lentamente hacia el pueblo, mientras que la gente del pueblo intentaba a toda costa que los no-muertos no lograsen traspasar la pequeña empalizada que rodeaba al pueblo.

Y ciertamente el mensajero no había exagerado al llamar a aquello "ejercito de no-muertos". Aunque no podía estar completamente seguro, allí debía de haber no menos de cuatrocientos cadáveres atacando el pueblo. Alethor detuvo su montura a unos cincuenta metros de la retaguardia de la horda, esperó hasta que sus soldados hubieron llegado junto a él, miró las caras de cada uno de ellos. No había miedo en ellas, tan solo estaban ansiando entrar en combate, sonrió para si mismo.

Parecía que la empalizada era resistente y los no-muertos intentaban entrar todos por la puerta del pueblo, que estaba cerrada pero no resistiría para siempre, Alethor pudo distinguir encima de la empalizada a varias personas que lanzaban objetos contra el ejercito de no-muertos. De las manos de uno de ellos broto una esfera de fuego que impacto con una gran explosión a una distancia prudente de la empalizada, ese debía ser uno de los magos de los que había hablado el mensajero. Pensó rápido en sus opciones y tomo una decisión.

-Guardias, formad detrás de mi, abriré una brecha hasta la puerta, allí les contendremos- dijo en voz alta. Escuchó como los caballos se movían detrás de sí, pero él estaba concentrado en abrir una brecha hasta la puerta. Comenzó a reunir energía en sus manos, permaneció así hasta que considero que era suficiente. Entonces proyectó parte de ésta y creó una barrera alrededor de la puerta y sus inmediaciones.

Cuando la barrera se hubo materializado casi cien metros mas allá, canalizo el resto de la energía que había reunido en forma de una inmensa ola de fuego que avanzo por la horda de no-muertos hasta llegar a su barrera y desaparecer. Tras la ola unicamente quedo una brecha en llamas. Clavo espuelas y su caballo echo a correr, conforme se acercaban a las llamas estas iban desapareciendo de su camino, a fin de cuentas, él tenia control sobre el fuego. Detuvo a su montura cuando ya llegaban a la puerta, pero esta se abrió un poco para dejarles pasar.

Todos entraron dentro del recinto amurallado y la puerta se volvió a cerrar tras ellos. En el pequeño pueblo todo era un caos, la gente corría de un lado a otro cargando con objetos que podían ser lanzados, o buscando un lugar donde esconderse. Había varios hombres en lo alto de la empalizada disparando flechas, mientras otros lanzaban los objetos que les traían.

Ordeno a sus hombres con un gesto que ayudasen con las defensas, y rápidamente subieron a la empalizada y comenzaron a lanzar proyectiles mágicos contra los no-muertos. En medio de aquel caos un hombre se le acercó.

-Vos debéis de ser su líder, mi señor- dijo con serenidad- ¿fuisteis vos quien lanzo esa inmensa ola de fuego?- pregunto con palpable curiosidad, aquel hombre debía de ser un mago, ninguna otra persona podría haber estado tan tranquila en medio de semejante caos.

-Así es, buen hombre. Mi nombre es Alethor Tyrgrei, soy el Guardián del Fuego, y he venido desde Seorth para ayudaros con vuestro pequeño problema- respondió señalando en dirección a la empalizada- asique decidme; ¿vos sois mago?

La cara de aquel hombre menudo cambio al escuchar aquello, durante un momento se quedo callado sin saber que decir, Alethor espero impaciente a que se recobrase de su sorpresa.

-En efecto lo soy, mi Guardián- dijo al cabo de unos segundos- no esperaba que enviasen a un Guardián para solucionar nuestro problema, pero quizás seáis lo mas indicado dado la magnitud del mismo- el hombre guardo silencio un momento, y Alethor se disponía a preguntarle si tenia alguna información que pudiese serle útil cuando continuo hablando:

-Sedonde se encuentra el nigromante que controla a esos seres- dijo muy seriamenteaquel mago. Alethor sonrió.    

El Guardián del HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora