Regnar

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Un pequeño bache en el camino, hizo que la carreta en la que viajaba diese un buen brinco, lo que le despertó del estado de ensoñación en el que se encontraba. Miro a su lado, Agiir, el arquero que había sobrevivido al ataque junto a él, sostenía las riendas. Al percatarse de que se había despertado se giró para hablarle.

-¿Qué tal ha dormido su majestad?- pregunto mofándose de él.

-Maldita sea Agiir, cállate y dime cuanto camino nos queda- respondió Regnar mientras se desperezaba.

- Si mis cálculos no fallan creo que aún nos faltan unas cuantas horas de viaje- le respondió mientras se rascaba la barbilla. Tras la carnicería en la que se había tornado la cacería de los colmillos habían cogido todo lo importante del campamente, lo habían subido a un carromato y habían regresado al pueblo. Una vez allí informaron de lo ocurrido y regresaron con un buen montón de pueblerinos para coger todo lo que ellos no podían llevarse, amontonaron los cadáveres en una gran pira y tanto los hombres como las bestias ardieron juntos. Desde entonces había transcurrido ya poco más de una semana, y al ir en carro y viajar solos iban mucho más veloces que en el camino de ida.

-Está bien, dame las riendas y descansa, ya te avisare cuando lleguemos- dijo Regnar extendiendo la mano. Agiir no opuso resistencia, le entrego las riendas y se recostó como pudo. Durante el trayecto habían tenido tiempo de sobra de conocerse, resultaba que Agiir no era un simple arquero, era un capitán de arquería, un rango bastante alto dentro de la jerarquía de los arqueros, lo cual explicaba su buen dominio de la espada además del de su arco, había abatido tres de los colmillos a flechazos. Agiir estaba impaciente por llegar a la capital y contar lo ocurrido a sus camaradas, le había prometido que haría todo lo que estuviese en su mano para que le ascendiesen tras aquella mortífera misión, Regnar había insistido en que no era necesario pero Agiir le hacía oídos sordos.

Durante el resto del trayecto Agiir estuvo contándole alguna de sus antiguas batallitas, así como las pruebas que había tenido que superar para alcanzar el grado de capitán de arquería; dentro del ejercito firlagtense había dos divisiones los arqueros y los soldados, los primeros tienen su propia jerarquía entre sus miembros, los segundos conforman la infantería y la caballería y estaban bajo la supervisión total del rey, que elige a sus generales y estos a su vez a sus subordinados.

Sin embargo los arqueros elegían a sus generales y a sus correspondientes subordinados mediante la superación de duras pruebas y la realización de alguna que otra hazaña. Según le había contado Agiir un capitán de arquería como él, debía ser capaz de alcanzar a un objetivo desde una distancia de trescientos metros, como mínimo, cuando se lo hubo contado Regnar no le había creído, pero Agiir había insistido en que se lo demostraría algún día.

Finalmente y tras varias horas de viaje la silueta de Guilug, la basta capital del reino del Norte, apareció a lo lejos. La ciudad estaba situada en el centro del Valle del Hielo, que conectaba el Valle Blanco con el inmenso desierto de hielo que se extendía más allá del norte de los Montes Blancos, el Blanco Frio. La ciudad era con diferencia la más grande de todo el reino, alrededor de cien mil personas vivían en aquella enorme ciudad.

Conforme se fueron acercando a la ciudad el camino comenzó a estar más transitado, de modo que cuando al fin llegaron ante las puertas de Guilug tuvieron que esperar un rato en la cola que formaban las carretas que querían entrar en la ciudad. Cuando llegaron al control, que estaba colocado justo bajo el portón de la muralla, los guardias reconocieron los uniformes que llevaban y les preguntaron quiénes eran, cuando les hubieron explicado lo ocurrido uno de los soldados entro por una puerta lateral al fondo de la inmensa entrada a la ciudad. Al rato apareció con otro hombre a su lado, un capitán, Regnar reconoció el distintivo en su peto, este les indico que le siguiesen, monto en un caballo y les guio hasta el cuartel sur de la ciudad. En la ciudad había seis cuarteles distribuidos por zonas, sin contar el castillo del rey, en cada uno de ellos había una guarnición de quinientos hombres, bajo las órdenes de un comandante.

Cuando llegaron allí les insto a dejar el carro con las armas y armaduras que habían salvado, entrar dentro del edificio del general y esperar en la sala central del mismo. Al poco apareció junto al comandante del cuartel. Agiir dio un paso al frente:

-Mi comandante, soy el capitán Agiir del décimo noveno regimiento de arqueros.- hizo una pausa mientras el comandante asentía- Vengo para informar de que se ha cumplido la misión que se nos asignó a mí y a mis hombres, acabamos con la manada de colmillos de las nieves que había estado causando problemas cerca de Bosqueblanco.- hizo una pausa para tomar aire y prosiguió con cierto pesar en la voz- Lamentablemente perdimos a veintiocho de nuestros hombres durante la escaramuza, este soldado que veis junto a mí y yo, somos los únicos supervivientes.- finalizo señalando a Regnar y a si mismo después. El comandante se quedó pensativo. Pero Agiir añadió algo más:

-Me gustaría añadir, que de no ser por este muchacho, habríamos muerto todos y los colmillos seguirían campando a sus anchas, cuando nos atacaron el dio la voz de alarma y durante el combate dio muerte a tres de las condenadas bestias.- cuando hubo terminado el comandante dirigió una mirada de sorpresa a Regnar que sintió un nudo en el estómago. Tras un breve silencio el comandante hablo:

- Envista de lo acontecido, creo que debo tomar medidas extraordinarias contigosoldado,- dijo mirando fijamente a Regnar a los ojos, que trago salivatemiéndose lo peor- gracias a tu actuación se han salvado muchas más vidas quesi hubieseis perecido todos en el transcurso de vuestra misión, por lo que teasciendo a sargento, acompaña al capitán Egoss, él te mostrara tus nuevosaposentos.- dijo mientras señalaba al capitán que les había acompañado desde lapuerta de la ciudad. Agiir le propino un puñetazo en el hombro mientras lesonreía, Regnar no se lo creía, llevaba un mes alistado en el ejército y ya erasargento, acababa de saltarse más de dos años de servicio.

El Guardián del HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora