Alethor

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La sala en la que se celebraba la reunión era lúgubre y oscura, estaba pobremente decorada, a malas penas un tapiz antiguo y descolorido adornaba una de las paredes de la sala, una vieja mesa de madera y varias sillas a su alrededor. La única luz que había en la sala provenía de la triste vela que se encontraba en el centro de la mesa. Tan solo había dos personas más en aquella sala. Alethor se había sentado en el borde más alejado de la puerta de la mesa, mientras que sus dos acompañantes habían optado por sentarse más cerca de esta, quedando justo en frente suya. A su derecha quedaba el sumo sacerdote del Gran Templo de Quir, Seorth, y a su izquierda, en representación del Gremio de magos de la misma ciudad, el archimago Kail.

Le habían hecho venir a toda prisa puesto que había un asunto importante que requería su atención. Seorth era un hombre menudo y de aspecto frágil, esa era la impresión que le causaba a él cada vez que le veía, pero en el fondo sabía que no era cierto, detrás de aquel aspecto se escondía un hombre totalmente diferente. No había conocido a nadie aún que no se hubiese sorprendido al oírle hablar por primera vez. Su voz no se correspondía para nada con su aspecto físico, aparentaba ser mucho mayor de lo que realmente era, ya no le quedaba pelo y era más o menos de su altura, y él tenía quince años, tenía la cara surcada de arrugas y sus ojos permanecían eternamente entrecerrados, si le preguntaban no sabría decir de qué color eran. El hecho de que llevase siempre aquella larga túnica de un color rojo oscuro no hacía sino reforzar la apariencia de anciano que tenía. Kail era prácticamente lo opuesto en cuanto a aspecto físico, alto y en plena forma física, con una larga melena de color marrón que le caía hasta la altura del hombro, ojos de color marrón también y la piel bronceada por horas y horas de exposición al sol. Kail no solo imponía, además era atractivo. Cualquiera diría que Seorth y Kail tan solo se llevaban tres años de diferencia.

-Mi Guardián,- comenzó Kail, inclinando levemente la cabeza al hablarle- te hemos hecho venir por un asunto de máxima urgencia, esta mañana llego un mensajero de un pequeño pueblo del sur. Según nos ha explicado le enviaron hasta la capital para conseguir ayuda, su pueblo había estado recibiendo ataques de no-muertos cuando se marchó, hace ya casi una semana.- Finalizo con tono lúgubre, Seorth continúo hablando:

-No obstante, según nos ha dicho, consiguieron repeler las hordas de no-muertos con la ayuda de un par de magos que viven cerca del pueblo, fueron ellos quienes convencieron a los aldeanos de enviar un mensajero a por ayuda. Según parece no se trata de unos pocos cadáveres, según dice, se trata de un ejército bastante grande de estas criaturas. Lo que nos hace suponer que detrás de estos ataques se encuentra un poderoso nigromante, ya nos habían llegado informes acerca de aldeas arrasadas por las inmediaciones.- Cuando Seorth finalizo, Alethor ya intuía la razón por la que le habían llamado, obviamente querían que fuese él para acabar con el nigromante, en realidad no tenía ninguna capacidad de elección en el asunto, aquello no era más que una manera formal de ordenarle que fuese a cumplir con su deber, pero no aceptaría sin oponer un poco de resistencia.

-De este asunto bien podría ocuparse algún mago u archimago, ¿no, Kail?- dijo mientras jugueteaba con la llama de la vela, haciéndola inflarse y ondular.

-En estos momentos no hay más archimagos que yo en la ciudad, y yo me tengo que quedar para hacerme cargo de la escuela, y tratándose de un nigromante capaz de levantar ejércitos enteros de no-muertos, no creo que ningún otro mago aparte de tu o yo sea apto para enfrentarse a él.- respondió rápidamente este, era obvio que se lo esperaba, a veces era odioso que le conociese tan bien. No tuvo más remedio que pensar en alguna otra escusa, pero no le quedaba ninguna otra, los demás guardianes tampoco estaban en la ciudad, y no había ningún invitado importante al que atender. No le quedaba más remedio que aceptar, lo cual no le iba a hacer ninguna gracia a su prometida.

-Está bien, iré- dijo intentando parecer una víctima. Ambos sonrieron.

-Suponíamos que aceptarías, asique nos hemos tomado la molestia de ordenar que lo preparen todo para tu partida, en cuanto te despidas podrás marchar, te acompañara una guardia de cinco soldados.- dijo Kail divertido, se levantaron y abandonaron la sala, Alethor cerro el puño en el aire y la llama se extinguió.

Tras haber subido a sus aposentos en busca de Kinsha, su prometida, y no haberla encontrado allí, se había dirigido a los establos, donde estaban esperándole su montura, su guardia y Kinsha. Esta se le acerco y comenzó a hablar:

-Ya me han informado de que tienes que marcharte, Alethor, he venido a despedirme- dijo con un tono triste- Prométeme que volverás pronto.

-Lo intentare, aunque no sé cuánto tiempo me puede llevar- respondió algo dubitativo. Kinsha asintió levemente justo antes de besarle. Fue un beso tímido, no estaban solos, pero sintió un cosquilleo muy cálido en el pecho. Llevaban prometidos tres años, pero sus padres habían considerado adecuado dejar que pasasen un tiempo juntos antes de casarse, y los tres últimos meses los habían pasado conociéndose mejor el uno al otro. Finalmente, había resultado que su padre no se había equivocado tanto como el suponía con aquella princesa, estaba seguro de que con el tiempo acabaría por amarla.

Cuando finalmente se separaron, se quedaron mirandounos segundos hasta que Alethor miro hacia el lugar donde le esperaba sumontura, Kinsha le soltó y se dirigió hacia esta. Supo al montar que se tratabade un caballo mensajero, adiestrados para poder viajar a grandes velocidadesmediante el uso de hechizos por parte de sus jinetes. Miro a su guardia y lesindico con un gesto que se pusiesen en marcha.    

El Guardián del HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora