Capítulo 1 (Parte 2)

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Tenía once años de edad, seguía con mi lucha interna. A veces divagando entre mis pensamientos, intentando recordar lo bueno; pero las cosas buenas que me habían ocurrido eran muy escasas.

Recuerdo tal cual la última vez que vi a mi madre, excepto de que ahora su rostro no lo logro recordar a la perfección.

Macarena guardaba algunas cosas en un pequeño maletín, yo estaba entredormida. Tan solo alcancé a captar cuando salía por aquella puerta, diciendo "volveré pronto", en ese momento me quedé dormida.

Macarena no volvió a casa, me había quedado sola con tan solo un calentado del día anterior, era lo único que tenía para comer. Tampoco volvió al día siguiente ni a los dos días. Me había dado cuenta de que estaba totalmente sola.

Me salí de estudiar, pues no tenía otra opción, tampoco quería que se dieran cuenta de que mi madre me había abandonado y me llevaran a un orfanato. Empecé a conseguir trabajo o cualquier bocado de comida, era algo difícil, pues en algunas tiendas solo daban lo que quedaba de todo el día.

A los catorce años trabajaba ayudando a atender en un negocio, era mesera. En el trayecto, conocí a Antony, tenía tres años más que yo. Empezamos a salir, me gustaba, le empecé a tomar mucha confianza y cariño.

Antony sabía parte de mí vida, hasta que me acosté con él, me dejé llevar por palabras lindas, por regalos; era una estúpida. Quedé embarazada a los catorce y me faltaban meses para cumplir los quince. Me fui a vivir con él, lo amaba o eso creía que sentía, decía que no me iba a dejar sola, que me apoyaría; lo que había dicho lo cumplió, hasta que nació mi hija a la cual llamé, Esperanza.

Ya tenía quince cuando Esperanza nació, al principio todo iba bien, hasta que Antony empezó a tomar cada fin de semana, se gastaba lo poco que gana y por eso en ocasiones no nos alcanzaba el dinero.

No podía trabajar, estaba en dieta, además, ¿con quién dejaría a Esperanza? La madre de Antony no me ayudaba, le daba igual nuestra vida.

Antony era la clase de hombre que se recomponía un tiempo y al otro volvían a lo mismo. Esperanza era una niña muy inteligente, a los nueve años de edad ya sabía leer y escribir, estaba orgullosa de ella.

Un día Antony llegó borracho, diciendo que se iría, que ya estaba cansado de estar con nosotras, que le estorbabamos; ¿qué pasó luego? Se fue de nuestra casa, ese mismo día y jamás volvió. Hasta que me enteré de que tenía otra mujer, que se casarían, fue muy difícil asimilar todo eso.

Antes de que él se fuera ya había terminado de estudiar, pues mientras yo estudiaba los sábados dejaba a Esperanza donde la madre de una compañera.

Me cegué totalmente, lloré por la vida que había llevado. Empezaba a volverme adicta al alcohol, ha llevar hombres a casa, ha maltratar a Esperanza. A ella, la saqué de estudiar y no le dejaba salir ni tener amigos, sentía que no me importaba nada, que me daba igual, pero no me daba cuenta de que la estaba haciendo pasar por el mismísimo infierno.

La hice pasar por muchas cosas, hambre, casi le hace daño un hombre y no hice nada, no sé en que estaba pensando, hasta llegué a encerrarla en el sótano, como también la dejé durmiendo en el pasillo de nuestra casa. Era monstruo.

Cada día notaba a Esperanza más débil, pero como la mala madre que fui no le presté atención. A veces las madres pensamos, que porque complacemos a nuestros hijos en cosas materiales estarán bien, pero no. No me preocupaba por lo que sentía ni por lo que decía o hacía.

Cuando Esperanza cumplió sus doce años, lo olvidé, tampoco tenía ganas de recordar aquel día en el que ella había nacido, cuando él estaba a mí lado. A los dos meses Esperanza ya no se podía poner de pie, sus ojeras eran notorias, su piel cada vez más pálida y el dolor en su cuerpo la hacía llorar cada noche que intentaba dormir.

Hasta que murió, le detectaron leucemia y no alcanzaron a combatirla, no la dejé despedirse ni de su abuela ni de su padre, solo me quedaba remordimiento de lo que había hecho.

Pasaron cinco días exactos, después de muerte. Estaba mal, muy rota; mi vida cada vez era peor. Recuerdo cuando encontré las diecinueve cartas, estaban guardados en su maletín favorito de color fucsia, se lo había regalado en su cumpleaños número seis.

Me destrozaron, me partía el alma leer cada carta, era como ver su dolor plasmado en una hoja de papel y le hice una promesa, que me está costando demasiado.

#2(AM): Cambiando Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora