Epílogo

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—¡Cariño, el desayuno está listo! —grito.

—¡En un momento bajo, mamá! —dice, Esperanza.

Dejo su desayuno en el comedor, mientras voy por el mio. Esperanza baja las escaleras a toda prisa, para luego sentarse a desayunar.

—Buenos días, mamá —saluda.

—Buen día, cariño —respondo.

Desayunamos en silencio, muy cómodo.

Ha pasado un año desde aquel incidente. Mi vida cambió, y estoy segura que la de mi hija también. Aún siento culpa, pero cada vez lo vamos superando; por lo menos eso espero que haga mi hija.

También, estuve yendo al psicólogo, junto a Esperanza. Esa es una de las cosas que nos ha ayudado a avanzar. Esperanza, es una de las primeras en su clase, es muy inteligente. Es un orgullo.

Aún no puedo creer que después de todo lo que ha pasado, Esperanza no me odie.

También, me he rehabilitado, superar una adicción no es sencillo. Pero, estoy feliz, demasiado feliz, por tener a mi hija bien, con vida.

—Mamá, no me mires así, por favor —me saca de mis pensamientos —. ¿Cuántas veces tengo que decirte que estoy bien? Agradezco el empeño que estás poniendo por mejorar —termina, mientras toma mi mano.

No me había dado cuenta de que estaba observando a Esperanza, y eso no es que le guste mucho.

—Lo siento, sabes que aún la culpa no me deja, agradezco el que me hayas perdonado —respondo —. Veo que terminaste de desayunar, ve y termina de arreglarte para que vayamos a tu clase de arte —.

La clase ha terminado, ya es medio día. Nos dirigimos a casa para almorzar. Es hora.

Caminamos, ya que no es mucha la distancia entre el Instituto y nuestra casa. Pasamos por un parque, el parque de mi sueño, mejor dicho, pesadilla. A lo lejos, logro ver a una chica. Está en la misma posición en la que yo estuve en mi pesadilla, llorando.

Mientras Esperanza corre hacia algunos juegos, me acerco rápidamente a la chica, y me siento a su lado.

—¿Necesitas hablar, desahogarte? —pregunto.

—¿Quién eres? —fórmula.

—Me llamo Sandra, aunque no lo creas, estuve en la misma posición que tú, y en el mismo estado, al parecer —respondo.

La chica se queda pensativa, quizá pensando que decir, o que hacer, si irse o no.

—¿Algunas vez tu mamá te dejó sola, te abandonó? —pregunta.

—Sí, desde muy chica, me sentí abandonada, me sentí sola, porque la única persona que se suponía que no me debía abandonar, lo hizo —respondo —. ¿Qué edad tienes, qué pasó contigo?

—Tengo quince, en unos meses cumplo dieciséis. Estoy embarazada, esa es la razón por la que mi madre me echó de casa —continúa.

》Estoy, o bueno, estaba en once, mi último año de escuela. Era una de las mejores estudiantes, siempre intenté ser la mejor hija posible, pero, mi mamá jamás me prestaba atención, jamás me demostraba cariño, y mi padre sólo era un adicto al alcohol. Hace un año conocí a un chico, empezamos salir, luego nos hicimos novios. Tuvimos relaciones y no nos cuidamos, por lo que quedé embarazada. No fui a casa de mi novio porque me da mucha vergüenza con sus padres, así que decidí venir a este parque, pensando que hacer.

—¿Sabes que tienes que decírselo a tu novio, no es así? —pregunto, mientras que ella asiente —. ¿Qué te parece si vienes con nosotras? Mi hija y yo.

—Lo sé, y no sé, señora —responde —. No quiero ser un estorbo.

—Tranquila, no lo serás. Vamos, vivimos cerca de este parque, por cierto, ¿cómo te llamas? —digo.

—Camila —dice.

Llamo a Esperanza, y le informo que Camila se quedará con nosotras un buen tiempo, a lo que responde con una gran sonrisa. Mientras vamos camino a casa Camila no deja de decir cuanto está agradecida por quererla ayudar.

Tres horas después, Camila se encuentra en el cuarto organizando sus cosas. También hemos hablado  sobre algunas reglas, que también van dirigidas a Esperanza. Camila cuidará a Esperanza mientras no estoy, pues se ofreció a hacerlo ya que estaré trabajando, y eso me servirá mucho. Ya que estaré más tranquila sabiendo que mi hija estará en casa.

Mientras estoy organizando la cocina, tocan la puerta, en lo que escucho un "yo voy" de Camila y Esperanza, se han llevado bien, al parecer. Las dos se dirigen hacia mí, dandome aviso de quién es.

—Mamá, te necesita un hombre —avisa, Esperanza.

Me dirijo hacia la puerta, encontrándome con aquel hombre... sus ojos, sé que los he visto, pero, ¿dónde?

—¿Quién es usted? —pregunto.

—Diego —responde.

Fin...

Lamento haber tardado tanto, pues me encontraba sin inspiración alguna. ¿Sienten que el final quedó inconcluso? Pues... es para que se hagan una idea de si Sandra y Diego quedan juntos o no. También si su nombre tan sólo es casualidad, pues ya quedará a imaginación suya. Muchas gracias por haber llegado hasta el final <3

¿Qué les ha parecido la historia?

#2(AM): Cambiando Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora