Nunca he estado más segura

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Habían pasado dos semanas desde el inicio de las clases y parecía que todo volvía a la normalidad. Los Merodeadores seguían tan bromistas y seductores como siempre. Remus, alias merodeador encantador, se había obsesionado con una chica de Hufflepuf y no hacía más que pretenderla escribiéndole cartas de amor, de lo que sus amigos no paraban de burlarse constantemente. Peter había estado muy raro últimamente. No hacía más que desaparecer misteriosamente, ya casi nunca se encontraba con los muchachos y cuándo lo hacía tenía un aspecto más demacrado de lo habitual, lo que hizo que los chicos empezaran a sospechar sobre lo que le sucedía.

James y Sirius se habían dedicado a entrenar muy duro para el primer partido de Quidditch de la temporada. Por lo que habían estado demasiado ocupados evitando los flirteos de las chicas que los perseguían durante cada sesión de entrenamiento. Aunque para James sólo había una a la que habría dedicado todo el tiempo del mundo si se lo hubiese pedido. Pero muy a su pesar, la pelirroja no apareció por los entrenamientos, así que no la pudo ver mucho durante esas semanas. Sin embargo, eso no significaba que no pudiera soñar con ella. Los demás Merodeadores no hacían más que replicarle que no hablaba de otra cosa que no fuera la ojiiverde. Y...¿Para qué engañarse? Estaban en lo cierto.

Por otro lado la muchacha se había dedicado muy a fondo en su labor como prefecta y al ser compañera de Remus en las guardias se había enterado de la obsesión del chico por Clarissa Stelman, la chica de Hufflepuf y había intentado ayudarle dándole consejos sobre las chicas. En otras palabras, la idea de mandar cartas de amor no había sido de el merodeador precisamente. Pero aún así, esto parecía estar dando resultados. De vez en cuando, el muchacho le comentaba lo mucho que James hablaba sobre ella. En una ocasión la confesó que el castaño siempre comenzaba sus anécdotas de futuro diciendo: "Cuando me case con Lily...", a lo que la muchacha no pudo evitar que se le escapara una sonrisa. No sabía lo que le ocurría, pero aquellas semanas no habían sido del todo normales sin el chico pretendiéndola constantemente. Además de todo el asunto de Severus, quien seguía sin hablarla, y aunque ella lo prefería así, en el fondo estaba alerta a lo que el Slytherin pudiera llegar a hacer de un momento a otro. Porque cómo bien ella y Sam sabían: el chico siempre se salía con la suya.

Sam era otro fenómeno que provocaba que las cosas no fueran del todo rutinarias. Ahora estaba obsesionada con que sus dones extraordinarios para Adivinación eran una señal de que algo espléndido estaba a punto de ocurrir en el Universo, y era su misión dar con el mensaje de este suceso. Por lo que había pasado más tiempo de lo habitual encerrándose en su "Dalaim Intus", o lo que era lo mismo para Lily: emparanoiándose por una clase nueva que le gustaba y no hacer más que decir cosas sin sentido. Aunque en el fondo sabía que aquello no le duraría más de dos semanas, así que estaba a la espera de que volviera la Sam cuerda (dentro de su categoría claro...).

Aquel día empezó como otro normal. Miércoles: Encantamientos a primera hora, luego Pociones, Cuidado de las Criaturas Mágicas.... Llegó la tarde y una pelirroja se encontraba andando por los pasillos de Hogwarts, los cuáles se encontraban desiertos, recitando la última lección de Historia de la Magia, cuando sintió que alguien la cogía del brazo violentamente y la empotraba contra la pared. Gimió de dolor al haberse dado en la cabeza un poco fuerte. Alzó la mirada esperando ver lo que vio. Cómo no...

-Has estado evitándome- acusó Severus Snape echándole el aliento en la cara- Eso no está bien, Lily.

-Severus, suéltame- rogó la muchacha con la voz quebrada. "¿Cómo no lo he visto venir?" pensó- Severus me haces daño...

-¿Que te hago daño? ¡¿Qué te hago daño?!- gritó el Slytherin apretando aún más su brazo- ¡Tú sí que me has hecho daño, sangre sucia!

-Suéltame, Severus por favor...-imploraba ahora ella con lágrimas en los ojos. El dolor que el chico le estaba haciendo en el brazo no era nada comparado con el miedo que sentía en esos momentos. Así que decidió ser más lista que él- Podemos arreglarlo Severus. De veras que podemos...Sev.

Caerás en mis redes EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora