En la Torre de Astronomía

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Una rubia con ojos azules y aspecto soñador yacía sobre la Torre de Astronomía algo confusa. Se había despertado minutos antes sin recordar muy bien cómo había ido a parar allí. "¡Mierda! El trabajo de Herbología" recordó. Pero ya era inútil. Debía ser más de medianoche. Se había entretenido mirando a las estrellas y lo último que recordaba era haberse quedado dormida. Sin embargo, Sam sabía que no había ido a aparar a la Torre sin razón alguna. Había un motivo por el cuál había acudido hasta el edificio más enigmático de Hogwarts. Poco a poco, aún soñolienta, se levantó y se apoyó en el balcón en el cuál había caído en los brazos de Morfeo y empezó a recordar lo sucedido aquella misma tarde. Había sido tan incoherente…tan extraño. Pero, por alguna razón, todo aquello también le había resultado raramente…familiar, cómo si hubiera habido una conexión ya existente. "Eres demasiado rara" trató de convencerse así misma. Pero por más que lo intentaba, no podía dejar de recordar lo pasado horas antes…

……………………………………..Flashback…………………………………

Tras haberse emocionado al ver el nuevo puesto de piedras y amuletos mágicos en Hogsmeade se había dispuesto a volver al castillo para terminar el trabajo de Herbología que tendría que haber entregado ese mismo día. Pero entonces una voz escalofriante la llamó desde detrás de aquel pequeño puesto. Ella, asustada, había estado a punto de salir corriendo, pero entonces una mano le agarró del abrigo y la empujó hacia dentro de la pequeña carpa que cubría el puesto de amuletos. Rápidamente cogió su varita e intentó recordar alguno de los conjuros arriesgados de los que Lily siempre la estaba advirtiendo. Era imposible. No recordaba ninguno. Aquello le pasaba por estar más pendiente en sanar su karma interior que en aprobar Defensa contra las Artes Oscuras.

Entonces se percató de que no había ido a parar a un lugar con tinieblas, ni temerario, ni mucho menos peligroso. Al menos por el momento. Se encontraba en un corredor bastante amplio, que parecía tener una gran longitud debido a la gran alfombra roja que cubría el suelo, y el cuál estaba iluminado por numerosas antorchas clásicas que no colgaban de ningún sitio, sino que permanecían volando sin más en el aire. "Deben haber utilizado un Sizus Reductus" pensó ella reprendiéndose por recordar tan sólo los conjuros más insignificantes. Además, numerosas fotos recubrían las paredes de piedra del corredor. Pero lo más curioso era que en todas ellas aparecía la misma mujer. Una preciosa mujer de ojos azules oscuros y un pelo rubio brillante. "Todas las rubias son preciosas...menos yo" se lamentó. No sabía por qué, pero a pesar de haber nacido con los cabellos dorados, siempre había sentido cierta aversión hacia las rubias. Tal vez fuera por el hecho de saber que nunca llegaría a estar a su altura…Para colmo, aquella mujer parecía feliz en todas las fotografías. Su sonrisa deslumbrante era lo que más destacaba en aquel collage lleno de recuerdos. Lo siguiente, eran todos los personajes que aparecían junto a ella. Desde vampiros, elfos, gnomos, gigantes y hombres lobo, hasta veelas, ninfas de la noche y duendecillos de Cornualles. "Menudos amigos más normales tiene" rió Sam, "Cómo para montarse un chiringuito…"

-¿Tienes algún problema con los seres mágicos Sam?- preguntó una voz femenina que sonaba un poco a lo lejos- Pertenecen a este mundo tanto como tú y yo. Podría decirse que incluso es más suyo que nuestro. ¿Sabías que ellos ya existían antes de que la magia se les brindara como don?

-¿En serio?- preguntó la rubia algo curiosa- No lo sabía.

"¿Qué haces hablando con alguien a quien no conoces y que encima no puedes ver?" se preguntó Sam incrédula. Sabía que aquella voz provenía de algún sitio del corredor y lo más importante: sabía su nombre. ¿Por qué sabía su nombre? Pero más que miedo, la rubia empezó a sentir curiosidad. Sin embargo; no se podía esperar otra cosa de ella. A parte de ser excéntrica en toda regla, era una Griffindor con mucho coraje. O al menos de eso intentaba convencerse. Se dirigió hacia el final de aquel misterioso pasillo sorprendiéndose de lo breve que era en realidad a pesar de aparentar ser lo contrario. Cuando entonces avistó a la posible causante de su desvarío mental.

Caerás en mis redes EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora