Cowboy. Capitulo 5.

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Capitulo 5:

Haciendo presión en contra de Bambi, lentamente me deslizo por sus paredes vaginales. La siento tensarse con fuerza por el ardor que la sacude. Me detengo cuando conquisto los primeros centímetros de sus paredes vaginales que laten poniendo resistencia en la punta de mi erección. Sujeto sus caderas, y recorro con la mano izquierda la piel de su nalga hasta detenerme en su muslo derecho y luego levanto su pierna en alto para poder acomodarme mejor entre medio de sus piernas, después me dispongo a retroceder un poco, para luego empujar, midiendo mi fuerza, enfundándome poco a poco, más profundo en su interior lubricado.

La beso con pasión para sellar sus labios, así no se escucharan sus sensuales quejidos de ardor unido al placer.

Muevo las caderas de adelante para atrás para meterme en ella con profundas, sensuales, pero igualmente poderosas estocadas tal y como me lo pidió.

Quería que se lo haga sin sutileza para después resentirlo.

Yo también quiero que luego de amarla con descontrol, continúe sintiéndome durante todo lo que reste del día. No solo estoy buscando que sienta ardor, deseo más causarle placer, por eso no uso toda mi fuerza, pero me cuesta horrores no dejarme llevar. La adrenalina y el placer me sacude con furia.

Ella me anima a seguir moviéndome así, con mediana brusquedad.

Me excito peligrosamente viéndola disfrutar relajándose para recibirme centímetro tras centímetro. Sintiéndola más dilatada muevo la pelvis con soltura para hacérselo rápido y sensual antes de que algún vaquero venga a buscarme para proseguir con la faena.

Requieren de mi presencia allá afuera y por primera vez en mi vida no me interesa ir a trabajar. El trabajo en los corrales con los vacunos tiene para largo. Odio en estos momentos no poder darme el lujo de perder un día de labor. 

Pretendo volver a trabajar luego de llenar a mi esposa con mi semen por que deseo llevarme a Bambi a Lake a mas tardar la próxima semana. Allá podré abrazarla y hacerle el amor en la cocina, en las pesebreras y en la ducha al aire libre dónde me gusta tomar un baño debido al sofocante calor cada verano.

En fin, lo haremos dónde se nos de la regalada gana, sin que me preocupe lo que pueda pensar mi suegro.

Esta es la casa de mister Foster. No soy un tipo maleducado. Respeto las casas ajenas y mientras estoy bajo un techo respetable sigo las costumbres de los colonos al pie de la letra. Es la primera vez que me permito cometer este tipo de locura.

Como antes me temí. Bambi tiene poder sobre mi voluntad. Soy como mantequilla en sus manos. Me derrito por ella. Me deshago de éxtasis sintiéndola y gozándola a mis anchas.

Me hace sentir un potro semental ante una yegua en celo.

Se lo haría largo rato, de forma exquisita hasta agotar todas mis ganas y energía. Ganas que ahora me temo, no menguaran.

La felicidad que siento estando por fin siendo cobijado por su cuerpo seductor y provocativo no cabe en palabras, así que no temo en convertirme en un adicto de Bambi.

Estar dentro de ella, galopándola perdido de mi mismo es lo más incitante y placentero que he experimentado. Me entran unas ganas incontrolables de llevarla arriba para pasar toda la tarde amándola con mi cuerpo enfebrecido sin que me importe lo que piensen los demás.

Bambi jadeante, agitada, gimiendo con dolor y placer, va apretando los labios para retener la voz mientras me meto con decisión y pasión dentro de ella.

Esta quemándome los sentidos mirándome con los ojos velados mientras muerde y entreabre los labios debido al intenso placer que le estoy brindando.

Está disfrutando de lo grato que puede ser el sexo. Está gozando de la fuerza y del tamaño de mi miembro duro que hace presión en contra de sus paredes que laten, que aprietan, y estrujan a mi alrededor.

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