Subí de nuevo las escaleras con discreción. No confiaba en el sueño ligero de las criadas más jóvenes. Llegué hasta mi alcoba, me vestí de amazona e hice una pequeña maleta en la que metí todo mi dinero, joyas de gran valor y algún vestido cómodo y bonito.
Salí de mi habitación con sigilo, pero al salir me topé con sir Lawrence, el cual me esperaba con cara de pocos amigos en camisón.Pegué un pequeño salto, ¿cómo me había escuchado? Me quedé bloqueada. Frunció aún más el ceño y me dijo de mala forma:
- ¿A dónde se supone qué vas, jovencita?- Pronunció sus palabras con voz autoritaria, me agarró de mi ropas me agarró y me pegó una bofetada.
Mis ojos se humedecieron, sentí cólera y tal fue este sentimiento que con todas mis fuerzas lancé a sir Lawrence un buen puñetazo en la nariz, el cual no esperaba y le dejó noqueado y sangrando escandalosamente.
Lawrence se derrumbó al suelo, por lo visto tenía más fuerza de la que imaginaba, o el señorito era un blandengue. Aproveché el momento, recogí mi pequeño equipaje y corrí escaleras abajo, me quedaba poco tiempo.
Llegué jadeando hasta los establos, escogí al caballo más robusto y rápido de todos, le monté a gran velocidad y empecé a cabalgar sin rumbo fijo.
No estaba muy lejos de Calmfield cuando escuché como algunos jinetes iban detrás mía, me empecé a alterar, insté al caballo a ir más rápido. El animal relinchó y comenzó a aumentar la velocidad de su trote, dejando atrás a mis perseguidores.
Aún así, decidí hacer un recorrido intrincado para salir de mis tierras, así les costaría más seguir mi pista. Conocía las hectáreas como si fuera la palma de mi mano. Nunca había ido mucho más lejos de aquel pedazo de terreno y eso me entretenía bastante.
Desde pequeña deseaba viajar a países con culturas distintas, era aficionada a los libros de aventuras, donde con mi imaginación era capaz de ir a cualquier lugar con sólo imaginar. Con el tiempo, leer ya no era suficiente, necesitaba explorar el mundo exterior.
En ese momento estaba quebrantado todo tipo de normas, la estricta educación que había recibido, pero a pesar de todo ello, ahora me sentía más libre que nunca.
Seguí viajando, buscando sendas desconocidas sin temor a perderme, ahora era yo la dueña de mi destino, quien llevaba el timón del barco. Era capaz de decidir sobre mis acciones y que efecto podrían estás acarrear a mi vida. Era consciente de que iba a ser repudiado de mi familia, perdería mi herencia, pero ya eso no me importaba, era al fin libre y nadie me iba a atar nunca más.
Llegué hasta una posada un tanto alejada de la ciudad que acababa de atravesar, y decidí hospedarse allí.
Llamé a la puerta y abrí, encontré una humilde posada vacía, unas cuantas velas alimentaban su austero interior. Esperé un rato, no veía a nadie. Decidí llamar.
- ¿Hay alguien ahí que me pueda atender?- dije alzando la voz.
Al rato, una joven, de unos veinte años, bastante bella fue a atenderme y me dejó dormir en una habitación. Dejé al caballo en su establo y procuré darles un nombre falso. Pase la noche allí y decidí salir al alba para proseguir mi camino.
Ni nada ni nadie iba a ser capaz de pararme ahora.
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Nieve azul
RomanceLa joven Lady Iris Varlow es un tanto aventurera y cabezota. No es la típica chica enamoradiza que deja que un hombre sea quién decida sobre su destino. Amaría poder viajar por el mundo entero y conocer culturas diferentes a la suya. Pero todos su...