CAPÍTULO TRES ~ Emboscada

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Aún era de noche y empezaba a soñar cuando algo me empezó a golpear, zarandear e instarme:

- Señorita, señorita, ¡Despiérteseme usted! ¡Qué se quieren llevarla uno hombres malvado!- Dijo un niño que había visto anteriormente en la posada, el cual parecía ser hermano de la joven que me atendió. No hablaba demasiado bien, debido a que era analfabeto y tendría unos siete años.

Aún estaba confusa, le pregunté:

- ¿Qué os han dicho? ¿Por quién preguntaron?

- Por una joven de dineros, parecida a usted, aunque no se llamaba igual que usted, señorita Lydia- ese era el nombre falso que les proporcioné-. Vamos, mis padres están hablando con ellos, sígame de cerca y no abra el pico para nada.

Hice lo que me ordenaba, le acompañé hasta una habitación oscura, donde dormía el hermano mayor del pequeño, un chico moreno, tendría catorce años, pero era igual de alto que yo. Me dio sus ropas y me dijo por su hermano:

- Señorita Lydia, vístete con mis ropas. Yo guardaré su traje, procure poner una voz grave, si no, el disfraz no servirá para nada. Lleve mis recados por mí hasta el pueblo más cercano, y póngase esa gorra y meta su pelo en ella. ¡Vamos, señorita, rápido, rápido!- El joven me hablaba con prisa, casi no me enteraba de qué decía.

Me desvestí a toda prisa sin importarme que ellos me vieran en paños menores y me puse su ropa. Guardé mi pelo en la gorra marrón a cuadros como pude y me llevé sus recados junto a mis pertenencias.

Al salir por la puerta de atrás vi a unos cuantos agentes preguntando a los dueños si me habían visto y si sabían a dónde había ido. Escuché en la lejanía como mintieron, dijeron que me vieron, que cené con ellos, dejé mi caballo allí y me fui al poco de cenar.

Intenté pasar desapercibida, los chicos me ayudaron con unas vendas a esconder mi pecho, andaba algo jorobada por si acaso. Gracias a Dios que no se fijaron mucho en mí, aunque mi intento por andar como un muchacho era un tanto patético, no era llamativa ante sus ojos.

Seguí andando y entregué los pedidos a los respectivo clientes y cuando hube terminado, me sentí un tanto perdida.

Decidí, con el dinero que me quedaba comprar un burro o un pony, pero entonces me di cuenta de algo. Nadie se había percatado de que era una mujer, en ningún momento. Nunca había pensado que era guapa, tenía pelo oscuro, ojos color miel y una piel clara. Era una joven normal, como otra cualquiera. Decidí quedarme con ese aspecto un tato andrógino y fui a comprar un burro con mi dinero.

Cuando lo compré, le puse encima mi equipaje y seguí cabalgando hacia otro lugar, le debía mi libertad a aquella pobre familia, que me salvó de ser torturada física y psíquicamente por mi familia y la sociedad. Ser un hombre no estaba mal, era incluso más libre que antes, ¡podía trabajar, comprar sin permiso de nadie, viajar sola! ¿Quién me lo iba a decir, vestirme con harapos con una cierta pestilencia a sudor me iba a dar tanto gozo de mi libre albedrío?

Salí del poblado comprando algunos víveres que guardé en las alforjas del burrito. Decidí no hospedarme en ningún otro lugar hasta estar bien lejos de mi añorada Calmfield. No deseaba traerle a nadie más problemas por mi culpa.

Cabalgué hasta bien entrada la noche, donde paré en un bosque a pasar la noche. Hacía frío, así que dormí cerca del animal. No pasé una buena noche, ya que me daba un poco de pavor que algún salteador que intentase robar y matarme. Casi no pude dormir.

Al amanecer comí un trozo de pan con con algo de embutido y dejé comer al burro una manzana. No quería quedarme más tiempo sola en aquel lugar, cuando escuché un ruido de algo que me observaba entre la maleza.

Me sobresalté, se me aceleró el piso y dije:

- ¡¿Quién se supone que anda ahí?! ¡Sal si quieres pelea!- Grité, aunque se me olvidó poner voz varonil.

Miré a mi alrededor y no vi nada. Al rato es escuché de nuevo otro ruido, el de una rama romperse al pisar, el ruido provenía de mi izquierda, me estaba volviendo cuando alguien me agarró por detrás y me tapó la boca. 

Intenté forcejear con el hombre me que agarraba, pero era increíblemente fuerte. Aunque intentaba gritar, no podía,  e incluso me ahogaba al no poder respirar bien, ya que el hombre me tapaba la boca.

Me entró un poco de mareo y acabé perdiendo el conocimiento en los brazos de al aquel desconocido.

Nieve azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora