Aún no podía creer qué estaba pasando realmente. No podía afrontar los últimos sucesos. Mi cuerpo no estaba en este mundo, tal impresión me dio la noticia, que cuando me levanté de mi cama e intenté andar un poco, me mareaba y sólo conseguía avanzar si me agarraba a las paredes.
- Iris, ¿estás bien?- Me preguntó mi padre al ver que no era capaz de andar un paso sin tambalear.
- Sí, sí, no se preocupe por mí más de lo necesario. Vamos a velar a mamá...- Dije en un suspiro, casi sin fuerzas. Creí que iba a desfallecer en cualquier momento.
Llegué como pude hasta la habitación de mi madre adoptiva, cuando la vi pálida como la cera, algo el mí se desgarró en mi alma como una tela, dejando un profundo dolor y desesperación. Las lágrimas ardientes llegaron a mis ojos, desbordadas, caían al vacío, suicidas, sin miedo a morir.
Llegué hasta Cristine como pude, mis manos temblaban cuando agarré la suya, fría y muerta. Cuando toqué su piel, un escalofrío recorrió mi espalda, no pude evitar mirarla con pesar, tristeza, y deseos de que eso fuera tan solo una pesadilla más de la que cualquiera puede despertar.
No, eso no era una pesadilla, todo era muy real. Mi madre adoptiva, y la única que había conocido en profundidad, había muerto, ya no podía hacer nada por salvarla, llegaba tarde, la muerte había sido más rápida en esa carrera.
Sentí como mi alrededor empezaba a girar en torno a mí, me mareaba, mi vista fundía a negro, intenté alcanzar una vez más la mano de mi madre, pero era demasiado tarde.
Desperté, entrada la mañana en mi cuarto. Alguien debía haberme llevado allí. Empecé a rememorar los últimos acontecimientos, parecían una verdadera pesadilla, me había desmayado a los pies del lecho de muerte de mi madre.
Decidí levantarme de una vez. Me dio un pequeño mareo al lanzarme tan rápido, pero se pasó al poco. Empecé a arreglarme con lo mejor que tenía, intenté buscar todos los adornos que tenía de color negro o muy oscuro. Y así salí de la habitación.
Bajé las escaleras hasta llegar a uno de los mayores salones de la casa, donde mi padre adoptivo y gran parte del servicio revelaban al cadáver de Cristine. Me uní a ellos.
Fueron unas semanas muy desaladoras en Calmfield. Se celebró un entierro en el que estuvieron diversas personalidades, gente de los pueblos de alrededor, junto a mi familia, los Creen, a los que mandé el aviso de que mi madre había fallecido.
Prefiero no entrar en muchos más detalles, todos sabemos cómo son los entierros, los funerales, las misas de difuntos. Es demasiado el dolor que si podré junto a mi padre, no pudiendo llorar por temor a que la poca voluntad de vivir de Benjamin se quebrantase.
Tras unas semanas después de que todos se fuera y me quedara junto a mi padre adoptivo, decidí marcharme. A pesar de que en su corazón todavía había una herida muy reciente, parecía más fuerte, creí que lo había superado, así que hice mis maletas y me despedí de él de forma cariñosa, prometiéndole que volvería pronto.
Comprendí mi regreso, esta preocupada por lo que le pudiera pasar a mi padre adoptivo, pero sabía que se las podría arreglar sólo. Empecé a aburrirme en el carruaje, tanto que me quedé dormida. Ni el traqueteo del viaje consiguió despertarme.
Otra vez tuve esa pesadilla, aunque cambiante, siempre me hacía despertar aturdida. Cuando miré por las ventanas del vehículo, descubrí que ya estaba cerca de mi destino, asir que decidí disfrutar del paisaje hasta llegar al hogar de la familia Green.
Descendí del carruaje, y Edward vino al rato a recibirme y ayudarme con mi equipaje. Se interesó por mí, bastante preocupado por mi estado anímico. Traté de colocarme una máscara y tratar de parecer algo más alegre, sin mucho éxito.
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Nieve azul
RomansaLa joven Lady Iris Varlow es un tanto aventurera y cabezota. No es la típica chica enamoradiza que deja que un hombre sea quién decida sobre su destino. Amaría poder viajar por el mundo entero y conocer culturas diferentes a la suya. Pero todos su...