No llevo la cuenta de las veces que te he mirado, de las veces que te he extrañado y de las noches que te he soñado. De las tardes que me he quedado pensando por que te conocí... si no fuiste hecho para mí. No llevo la cuenta de las veces que te busqué para decirte lo siento. O las veces que me rebaje para no perderte. Después de todo... te perdí. Dime para que sirvió que dé todo mi. Por qué no me dijiste que no valía la pena escribirte, pensarte, perdonarte, extrañarte, soñarte, buscarte, amarte. Por qué no dijiste que no valía la pena intentarlo, sabías que eras mi vida, dijiste que no tenía sentido solo respirar, que lo que debiamos hacer era sentir. Sentir lo que tomamos y lo que soltamos. Y ahora que me queda a mí. Dijiste que no hacia nada con tal de que te quedes. Decidí no decir nada más. Justo como hiciste tú. Creí que al hacer lo mismo, estarías a mis pies, como yo lo estoy. Creí que eso era amor, pero me confundí de error. Mis intentos, no valías, mis penas no conocías. Preferí callar. Preferí perderte, una y otra vez más.
Preferiste mirar las suelas de tus pies. Para no mirar lo que mis ojos reflejaban. Decidiste, tu también, que todo terminara...