Capítulo 2

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Despierto por la horrible sensación de estar mojada, me friego los ojos con el dorso de la mano derecha mientras que con el codo del brazo izquierdo me mantengo en equilibrio a medio levantar.

¿Qué hora es?

Destapo la manta que tenía sobre mi cuerpo y me resulta gracioso que me lo habré puesto en sueños. Miro mi cuerpo con expresión asqueada, me encuentro absolutamente sudada.

El enero paraguayo es terriblemente sofocador, el calor sube el termostato a cuarenta grados centígrados sin contar que hay días peores. Me inquieto ante lo molestoso que resulta tener todo mi cuerpo pegajoso.

¿Cómo fue que no prendí siquiera el ventilador?

Tonta.

Me acerco al estéreo que se encuentra bajo la televisión, ambos posan inertes en un mueble de caoba, enciendo la modalidad de radio, no me molesto en escoger una estación de radio debido a que ya está todo programado para que suene mi emisora favorita.

La mitad de la canción Oh Darling de The Beatles resuena en mis parlantes, no son de alta definición pero agradezco su buen sonido, los pongo en un volumen lo suficientemente alto para despertar a los vecinos, bueno, no tanto, pero estoy segura que es tarde así que al menos no hay nadie a quien pueda despertar.

Tomo mi toalla azul que se encuentra colgada en la puerta de mi armario, no reparo en mi apariencia porque eso lo haré en el baño que se encuentra abajo asique me acerco a la mesita de luz para tomar mi teléfono celular y salgo corriendo para saltar de dos en dos las escaleras.

- Le digo que apague su música, es muy estridente, ¿verdad? - la voz de mamá causa que tropiece en las escaleras pero detuve la caída al colgarme de los barandales.

¿Estridente?

Nunca dijo algo igual.

Mi ceño fruncido hizo presencia acompañado de un mal genio que no esperaba encontrar hoy.

- Con todo respeto, tía, pero Naty anda muy mal educada. - la voz de Tami me recordó a la tía Roberta y su visita y la visita de Joel.

Y mierda.

Troté hasta al baño sin importarme que me hayan escuchado y cerré la puerta con fuerza, algo que no hacía nunca, comúnmente cuando estaba nerviosa escuchaba mi música estridente, digo, mi bella música.

¿Por qué presiento que este año será terrible? El inicio no pinta bien para nada.

Diez minutos bajo ducha y recién ahora creo que el agua fría se llevó mi mal humor, apago la corriente de agua y tardo cinco minutos más en vestirme, entre otros toques de aseo como perfumarme, aplicarme desodorante en las partes correctas y cepillarme los dientes.

Me fijo dos minutos más en mi reflejo, mis ojos son grandes lo cual me resulta gracioso y atractivo, me gustan mis ojos, su tono es de un color gris oscuro, me hubiesen gustado que fuesen más claros pero no me quejo de mi suerte en lo absoluto, además los heredé de mi abuela paterna que falleció a mis cuatro años sin llegarla a conocer, tan solo conservo una foto suya de cuando tenía - probablemente - treinta y cuatro años.

Agarro mi celular que había puesto encima del retrete para ver la hora y casi caigo de espaldas, son las once de la mañana, habría jurado que eran como las ocho de la mañana. Al parecer anoche me encontraba más cansada de lo normal.

Peino mi cabello con los dedos porque sé, después de todo, que ésta se pondrá como quiere al secarse ya que es endemoniadamente lacio.

Salgo del baño con toalla en mano, vestida con una básica negra con un short jardinera de jean junto mis crocs azul marino y me dirijo al patio para extender mi húmeda toalla al sol, de camino allí me doy cuenta que mi música ha sido apagada porque no se escucha nada más que los murmullos de mamá y tía Roberta en la cocina.

Mi Tercera EtapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora