Capítulo 3

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Habían pasado dos días desde que había quedado con David.

Sí, hoy es sábado.

Y en este momento solo odio no tener el don femenino de mi madre o de mi prima. He revisado mi armario por décima vez, he sacado toda mi ropa de su sitio y he vuelto a ponerlas sólo para volver al primer punto y repetirlo hasta la décima vez, en este momento toda mi ropa está desparramada por mi cama, el suelo y creo que hay tres o cuatro prendas regadas en el pasillo.

Lo sé y me considero culpable.

¿Qué clase de adolescente del sexo femenino no pide a su madre su aprobación en la vestimenta en el momento de una cita al menos una vez en su vida?

Ésta es mi primera cita, no quiero ir sólo así.

Escoger la ropa apropiada para esta cita es crucial.

No quiero verme vulgar, no quiero que piense que soy una joven sin los ideales correctos a pesar de que David ya me conoce lo suficiente para que no me juzgue de tal forma.

Tampoco quiero verme muy arreglada, no quiero que piense que lo seduzco, David es increíble pero no por eso iré por todo o nada, debo ir lento ya que no quiero ilusionarlo.

Relájate. Es una cita, no es como si te hubieras comprometido.

Demonios, comienzo a rechazar la idea de darle esperanzas.

Definitivamente ir con mala pinta no es buena idea, no quiero verme poco arreglada, el pobre chico me vería como si quisiera espantarlo, él me conoce, sabría mis intenciones y sé que se decepcionaría de mí. Por otro lado, sí quiero verme llamativa y sí quiero ir estando bien bonita, por incorrecto que suene, quiero que Joel me vea como una chica que puede conquistar a algunos chicos, digo David.

¡Demonios!

Esta cita huele a que será un desastre.

No espero un trato diferente por parte de Joel, ni busco atraparlo, me avergüenzo con solo pensarlo, es el novio de mi prima por todos los cielos, pero no puedo evitar querer que me vea con esos ojos que había imaginado en la cocina hace dos días.

- ¿¡Qué!? – demonios una vez más, mamá había descubierto el caos en mi habitación – ¡Limpia éste desorden o no sales ni a la esquina con nadie, ¿entendido?!

- Lo siento. – me refriego la cara con ambas manos y obtengo una mirada extraña de mi madre – S-sólo - sueno tan estúpida que no puedo evitar dame un golpe en la frente con la mano derecha – No sé qué ponerme, ¿de acuerdo?.

Observo a la mujer que me dio la vida con un llamado de súplica plasmado en mi rostro y supe que esto le servirá de cotilleo por un mes o más junto a mi tía Roberta al pescarla haciendo un puchero para aguantar la risa.

- De acuerdo hija, a ver en qué te ayudo. - murmura entre silenciosas risas hasta olvidarse por completo del desorden de mi cuarto.

Bastó su ayuda para que relajara todos mis músculos y comenzara a nadar en el aire por las siguientes horas.

Seis y veinte pm y lista, bueno casi, falta el maquillaje y de eso me encargo yo, sé que mamá me pondría sombras oscuras, un brillo labial flúor y más rubor que máscara de pestañas ya que me considera una chica pálida, lo cual es un poco cierto pero no justifica el exceso de maquillaje que mamá me pondría.

Pongo dos capas de rímel en mis pestañas y resalto un poco mi mirada con una fina línea de lápiz negro en la parte inferior, ya que detesto el brillo labial por sus compuestos pegajosos ésta vez opto por un labial rosa oscuro aunque saco el exceso con una servilleta de cocina. Me gusta el resultado ya que es suave y natural, solo es una cita doble asique considero adecuado mi maquillaje, no es que vaya a un bar nocturno, ni siquiera tengo la edad requerida para entrar en uno y lo de las cédulas falsas no van conmigo.

Mi Tercera EtapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora