Epílogo

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El aeropuerto de Paris le dio la bienvenida a medio día. Estaba feliz de poder volver a estar con Hiyori después de casi un mes. Su pequeña cumpliría 17 años y estaba próxima a volver realidad uno de sus más preciados sueños. Cuando termino los trámites en migración, busco a su familia en la salida, Hiyo fue la primera en correr hacía su onii-chan lanzándose a sus brazos, con suerte, logro cargarla y no caer de espaldas. Su amante se acercaba dándole un pequeño beso en la mejilla, nuevamente se sonrojo.

- Aún no te acostumbras – giro los ojos tomando la maleta de Yokozawa.

- En público, te aseguró que nunca – fue su respuesta. Hiyo le cogió de la mano y salió con él como si fuera su premio.

Pasaron la tarde juntos, Kirishima observó cómo los dos compartían una relación en la cual, ni siquiera él, tenía cabida. Las miradas cómplices, las risas y los juegos de palabras, así como los pequeños detalles que, a pesar de la diferencia de edad, en ocasiones, los hacía lucir como una pareja y no como padre e hija. Fue cuando noto los cambios que había tenido Yokozawa en el tiempo que llevaban juntos. Mientras él a sus cuarenta años era catalogado como "un hombre atractivo e interesante", el ojiazul parecía rejuvenecer. ¿En que momento cometió el error de obligarlo a dejarse crecer el cabello? Después de esos cinco meses separados, el pelinegro se había hecho más consciente de quien era y eso le había permitido disfrutar de aquellos aspectos de su personalidad que no aceptaba o desconocía.

Una vez dejaron a Hiyo en la concentración, Takafumi detallaba el pequeño apartamento que Zen alquilo por la semana que estarían en el lugar, realmente había logrado darle un toque que les permitía sentirlo como su hogar provisional. El sonido de su celular lo alertó, Kirishima echó un vistazo a la pantalla leyendo la frase "número privado", tratando de no perder la calma, el ojiazul lo tomo buscando algo de intimidad para contestar la llamada. Las risas y el color en sus mejillas hicieron que el castaño pensara en lo dicho por su madre meses atrás ¿hasta dónde la situación familiar de ellos se cimentaba más en el gran cariño que Yokozawa le tenía a Hiyori?

El menor hablaba con tanta frescura que no se dio cuenta que, en el momento de acercarse a su amante, dejo escapar un "te amo" antes de colgar. Mirándolo con algo de resignación, Zen quiso saber la respuesta al cuestionamiento que la inseguridad le había planteado hace unos meses.

- Entonces ¿Cuándo me vas a dejar?

Los ojos de Yokozawa se abrieron como platos. La pregunta era tan ridícula que no merecía una respuesta. Dejando solo al castaño, se dispuso a dormir. No quería iniciar una pelea sin fundamento. ¿Qué quería que le dijera? ¿De dónde sacaba tal estupidez? Llevaban siete años, habían pasado todo tipo de pruebas y seguían juntos. Descuidadamente se cambió de ropa sin percatarse de los ojos que no perdían sus movimientos, antes de poderse meter por completo la camisa, las manos de Zen ya lo acariciaban. Yokozawa no comprendía nada, pero por primera vez sintió una súplica muda por parte de Kirishima de que lo convenciera de lo contrario.

Dejó de lado su pudor, para complacer a su pareja como él le había enseñado durante cada uno de sus encuentros, con ternura trato hacerle olvidar sus dudas. Por su parte, Zen asumió que esos serían sus últimos días juntos, así que procuraría disfrutarlos al máximo.

El día de la Exhibición, su pareja salió desde temprano, otra vez estaba siendo excluido de sus planes. Se arreglo tratando de disimular las ojeras provocadas por el trasnocho al que estaba siendo sometido entre Takafumi y el insomnio que le provocaba la incertidumbre. Llego a la puerta del lugar, donde su hija lo esperaba. Sin dejarlo hablar lo arrastró al interior mostrándole cada una de los bocetos hechos por los distintos participantes.

Finalmente, en una de las salas del último piso, se encontraban las pinturas seleccionadas como ganadoras. Zen no podía disimular su alegría, no había visto la de Hiyo en las anteriores, así que indudablemente estaba en esa.

- Padre, antes de que veas la pintura, puedo pedirte un favor – Kirishima asintió con la cabeza. La sonrisa de su hija le recordó cada uno de los momentos vividos con ella – ¿Aceptarías mi cuadro como regalo de bodas con onii-chan?

- Hiyo...yo – la cara de Zen se entristeció, la chica entendió lo que pensaba su padre por lo ocurrido en las noches anteriores. Girándolo, antes de que se negara, le mostro el cuadro. Al lado de este, Yokozawa le esperaba con una pequeña cajita abierta.

- ¿Qué dices? ¿Aceptas?

Abrazando a su pareja, repitió la bella imagen reflejada en el agua de la pintura, él besando a un sonrojado Takafumi.

Onii-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora