Marcando territorio

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- ¿Estás seguro de que vas a hacer eso? - Usami lo miraba conteniendo un ataque de risa.

- Sí, y tú me vas a ayudar - respondió Yokozawa bebiendo su café.

- El pobre hombre acaba de salir del hospital ¿lo quieres matar? - siguió el escritor tratando de importunar al menor que realmente se veía decidido a llevarlo de compras.

- Se desmayó no tuvo un ataque cardiaco. - Había pasado una semana desde el suceso de Kirishima en su oficina. El hombre presentaba un cuadro depresivo leve, así como algo de desnutrición; el médico aseguró que con un poco de cuidado y buena comida se repondría rápidamente. - No se va a morir te lo aseguro. Además, la culpa también es tuya por evitar que Hiyo le contara la verdad.

- Tienes un punto - aceptó Usami al ver que, por no hablar a tiempo, la sorpresa que la niña tenía para sus padres había terminado en un completo desastre. Ahora estaba castigada y su papá le había quitado la posibilidad de asistir al dichoso concierto. Se hacía responsable de que Yokozawa apoyará el castigo por sentir que su hija nuevamente le había ocultado información. - ¿Puedo llevar a Misaki?

- Estoy seguro de que ya lo llamaste. Así que para que preguntas - el hombre sonrío, mientras el pequeño editor se acercaba a la mesa. Una vez pagada la cuenta, se fueron a recorrer los sex-shop exclusivos de los que Usami, quien no quería acompañarlo, tenía mágicamente las direcciones.

La sesión de compras se volvió extenuante, Akihiko quería que el pobre Takahashi se probara todo tipo de trajes cada vez más insinuantes. Cuando comenzó a ocurrir esto, por respeto, Takafumi salió de la sala de exhibición. Recorrió con calma los diferentes estantes con ropa de toda clase, juguetes y otro tipo de artefactos de los que nunca imagino hubiese tantos.

Con calma, se dedicó a revisar los disfraces, hasta que encontró el que tanto le gustó a Zen.

Después de tres horas de recorrido, llegó a la casa. Hiyo se encontraba con Yuki terminando la tarea. Esa era la otra parte del castigo, tendría restringida cualquier salida por un mes. Saludando procedió hacer la cena, a la vez que escuchaba la conversación de las chicas. Los padres de Yuki las acompañarían al concierto, alquilaron una cabaña para quedarse el fin de semana, aprovechando que el siguiente lunes era festivo. No era solo el concierto, sus hijas se separarían porque cada una entraría a institutos diferentes para su última fase escolar. Por lo visto, Hiyori no le había dicho que no asistiría.

- Para evitar demoras, deberías darle desde el día anterior el equipaje a Yuki. Esto permitiría que tan pronto venga Misaki por las ilustraciones, salieras sin problemas – la frase de su onii-chan la sorprendió. Para la amiga de la niña, fue una espectacular idea, pero no tenían que esperar hasta el viernes. La llevó a rastras a la habitación y comenzaron a empacar una pequeña valija.

Cuando llego Kirishima, vio al grupo riendo y compartiendo un bento especial. Se sentó y siguieron la charla hasta las diez, hora en que Yuki se retiró con el equipaje de Hiyo. La maleta no pasó desapercibida por el padre, pero optó por no preguntar hasta que su pareja le contara lo que ocurría.

Yokozawa procuro no entusiasmar a Hiyori, pero si le sugirió que, si Zen no la quería escuchar, le escribiera. Era otra forma de decir las cosas, de igual manera, le hizo reflexionar sobre el castigo. Kirishima le había dado gran confianza desde pequeña, así que el haberlo juzgado sin permitirle defenderse era lo que le dolía. La adolescente lo escuchaba recapacitando sobre la propuesta. Finalmente le pregunto por lo hecho con Yuki, él sonrió y la acomodo para peinar su cabello. Sin responder cambio el tema. Hiyo entendió que esa era su venganza por todo su silencio en esos meses.

El fin de semana llego en un abrir y cerrar de ojos. Entregó el informe, mientras se despedía agradeciendo a todos por su trabajo. Se retiro al piso de Japun Magazine para dirigirse con Kirishima a su apartamento. Aprovecharían a empacar las últimas cajas para el trasteo y entregarlo una vez cumplidos los seis meses del contrato. Distraído en sus pensamientos fue relegándose al final del elevador, por pereza no había querido caminar hasta la otra torre, así que tendría que llegar al lobby para tomar el que lo llevaría al piso de su pareja. De pronto las risas de las mujeres le llamaron la atención. Ahí la hermosa Kanae les explicaba a sus compañeras como se jugaría su última carta con Kirishima. Esa mujer ¿no tenía orgullo? Pensó que en el hospital le había quedado claro que no la quería al lado de él, sin embargo, arremetía de nuevo.

Espero que el ascensor se desocupara manteniéndose distante de la editora, realmente el vestido que llevaba la hacía lucir espectacular. Su cerebro masculino evidentemente elogiaba la belleza y sensualidad que emanaba, pero sus sentimientos le alertaban a marcar territorio. No podía enfrentarla en la oficina, el presidente tenía prohibidas las relaciones entre compañeros; por si fuera poco, no se imaginaba teniendo una pelea por Zen. Así que era necesario algo de astucia y estrategia.

La mujer buscaría estar esa noche con su amado a como fuera lugar, la ficha que los llevaría a esa situación sería Yasuda Gou, quien inocentemente había propuesto una celebración especial si llegaban al máximo rating con el OVA de la revista de colección. Como lo habían conseguido, que más que terminar la velada con Zen en una pequeña fiesta privada en su apartamento.

Yokozawa adelantándose se dirigió dónde Yasuda. La visita le sorprendió al hombre que desde el encuentro en el ascensor no había tenido ningún contacto con la pareja. La conversación casual giro entorno al film que querían realizar de uno de los libros de otro escritor de la empresa. Aunque era difícil la temática, acercar al público joven a través de las películas históricas animadas, estaba dando resultado.

- Me alegra haber conversado con usted sobre el tema – se levantó Yokozawa despidiéndose – cuando vendo un producto quiero conocer todos los aspectos del mismo. La otra semana trazaremos la estrategia publicitaria.

- Siempre es un placer atenderte, - acompañándolo a la puerta, se despidió afablemente. El peliazul tropezó cayendo irremediablemente en los brazos de un Yasuda que lo recibió asustado. Cuando alzó la cabeza, el rostro de los dos hombres quedo a escasos centímetros de distancia – ¿Estas bien? - La puerta se abrió mostrando a Kirishima una escena nada agradable.

Onii-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora