Candace

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- Por lo que veo nuestro invitado no está comiendo nada.

- Yo simplemente me limito a dejarle la comida, lo que él haga con ella ya no es asunto mío. 

- ¿No estarás intentando matarle de hambre?

- No te equivoques, esa es tu especialidad. Por cierto, muy buena idea lo de hacerle ver que no estaba solo ¿Se te ha ocurrido a ti sola?

- Conmigo no seas condesciente, y no se te ocurra para nada poner en duda mis acciones. 

Candace había sido llamada a primera hora de la mañana por su señora. Después de haber dejado las órdenes escritas a su servicio para que no hubiese ningún fallo en la casa y todo estuviese a su gusto subió las escaleras que daban acceso a la planta principal. Se dirigió recto por el pasillo y subió a la alcoba de su ama. Iba a ser la primera vez desde que entró a trabajar para ella que la viera y estaba un poco nerviosa. Muchas veces había hecho en su mente un boceto de como creía que iba a ser y tenía cierto miedo porque no se pareciera en nada a la idea preconcebida que había formado en su mente. 

Se plantó ante la doble puerta de roble oscuro y envejecida por el tiempo y llamó a la puerta. Una voz que no parecía de este mundo la invitó a entrar. La sala estaba completamente a oscuras excepto por unos candelabros colocados a ambos extremos de la sala. Le ordenó sentarse en una silla que habían colocado justo al lado de la puerta. Obedeció y permaneció en silencio hasta que la voz se dirigió de nuevo a ella.

- ¿Qué pretendes conseguir con él?

- Digamos que está aqui por un motivo muy especial y que de lo único que has de preocuparte es que esté alimentado. Pero si no te ves capaz simplemente dilo y haré que otra más competente se haga cargo de ello. 

- Acaso me has hecho subir para menospreciar mi trabajo. 

- En absoluto. 

- Que yo sepa en todo este tiempo nunca has podido tener ninguna queja de cómo he llevado a cabo mis tareas. Es más, tu misma con el tiempo cada vez me fuiste dando más responsabilidades. 

- Por favor, ni siquiera lo intentes. 

- ¿A qué te refieres?

- No vas a conseguir que te alabe.

- Acabas de hacerlo - tras esas palabras entre las dos se hizo un silencio sepulcral y Candace notó como había conseguido irritarla.

- Sal de mi vista y cumple con lo que se te pide. 

- Supongo que querrás decir lo que se me ordena -. Candace se levantó y volvió de nuevo al sótano en la que pasaba la mayor parte de su tiempo. 

Entró en la cocina y se puso el delantal que estaba colgado detrás de la puerta. Sin mirar siquiera se lo anudó a la espalda, abrió la despensa y empezó a coger todos los ingredientes necesarios para hacer la comida que pertocaba. Ella misma se iba a asegurar de que comiese aunque tuviera que entrar ella misma en la celda y dárselo directamente. 

Cuando tuvo la comida preparada salió y recorrió el camino que había hecho ya tantas veces y conocía de memoria. Iba casi de forma automática sin mirar por donde iba, su mente y sus piernas sabían en qué pasillo debían girar y qué puertas debían abrir. Al llegar observó la puerta. En todo el tiempo que llevaba allí nunca se había fijado en aquella puerta en concreto. Era una puerta verde metálica con la rendija por la que ella pasaba la comida, el tirador de la puerta era una gran vara metálica oxidada. Giró la cabeza un momento y vio una puerta al lado a la que en todos esos años no prestó la más mínima atención. Encima de aquella puerta, en la misma piedra había grabada la silueta de un chacal. Se centró en lo que había ido a hacer, abrió la rendija y deslizó la bandeja con la comida por ella. 

- Tú comida. Si no comes esta vez seré yo la que entré a metértela por el gaznate - esperó unos segundo para obtener respuesta pero no hubo ninguna -. ¡Eh, que te estoy hablando!

- Hace un rato que ha perdido el conocimiento - le dijo la voz de la chica que había con él en la celda. 

Al oir esas palabras Candace se asustó. Si había perdido el conocimiento era una señal evidente de que ella hizo mal su trabajo. Conocía perfectamente las consecuencias de que ella no cumpliera con sus tareas. Su dueña ya no podía tomar ninguna medida que la perjudicara más de lo que había hecho hasta el momento. La había ido aislando y encerrando en habitaciones cada vez más pequeñas. Aún y así no podía permitir que le ocurriera nada malo. De la poca información que le había dado era lo que más le había remarcado. 

Tiró la bandeja con la comida al suelo, agarró la aldaba con fuerza y la deslizó para abrir la puerta. Fue torpe y descuidada. No tuvo presente el escalón y al entrar se dio de bruces contra el suelo. Giró la vista a la izquierda y vio la pequeña figura femenina mirándola fijamente. El pelo rubio le tapaba los ojos. Unos ojos que por la luz del pasillo pude ver que eran de un gris plomizo. Por unos segundos quiso encontrar algo en ellos pero fue incapaz. Era la mirada de alguien que asumió tiempo atrás que iba a morir. 

La habitación era completamente diferente de la otra vez que había estado. Antes estaba completamente a oscuras y no se veía absolutamente nada. Ahora al estar el portón abierta estaba completamente iluminada y podía ver cada uno de los elementos que había en ella. Se acercó a él y le levantó la cabeza tapada por su melena rubia enmarañada. Le dio golpes en la cara pidiéndole que reaccionase pero no obtuvo respuesta. Le cogió por los hombros y empezó a zarandearle.

De repente en la luz que entraba por la puerta se dibujó una figura masculina. Candace se giró para identificar al nuevo invitado. Era un hombre alto, de complexión fuerte con media melena de color caoba y unos profundos ojos negros como el grafito. Iba vestido con unos pantalones tejanos rasgados, una camiseta blanca de tirantes y una chaqueta de cuero que le quedaba un poco ceñida, al igual que el resto de su ropa. Debía reconocer que no le había visto en su vida. 

- ¿Qué pasa?

- El invitado ha perdido el conocimiento y he de hacer algo antes que ella lo sepa. 

- Tranquila, no le pasará nada - se acercó a ella y le puso una mano sobre los hombros -. No te preocupes no le diré nada, será nuestro secreto.

Los siervos de Anubis II. Sven [COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora