- Vamos, suéltala de una vez, antes de que le hagas daño.
- Solo una vez. No te preocupes, estoy teniendo cuidado.
- La última vez que dijiste esas palabras ella terminó con el brazo roto.
Vlad entró en la cabaña con aire taciturno y se tumbó en la estora del suelo que le hacía de lecho. Había bebido demasiadas cervezas aquella noche y empezaba a estar bastante ebrio. Empezaba a dar tumbos y a tener la visión un poco borrosa. Katya estaba recostado sobre su hombro izquierdo sosteniéndose el mentón con la mano, mientras observaba como su marido se debatía entre equilibrios por no caer de bruces.
Finalmente se dejó caer y se quedó panza arriba mirando el techo con la vista perdida. Su mujer se recostó sobre su torso. Siempre le había gustado el balanceo que hacía su pechocuando se hinchaba y deshinchaba con sus respiraciones. Sonrió para sus adentros pues no se imaginaba mayor grado de felicidad que él que estaba sintiendo en esos momentos.
- Somos buenos padres, ¿verdad?
- ¿Por qué no íbamos a serlo? Tenemos dos hijos maravillosos a los que queremos y que nos quieren, eres un buen líder y mantienes a tu poblado a salvo desde hace mucho tiempo.
Nunca se había recordado un tiempo en que su poblado hubiese estado más en paz que desde entonces. Sus enemigos en el norte habían caído hacía tiempo y ellos eran los dueños de sus tierras y de sus gentes. Aunque al principio hubo ciertas rebeliones y ataques violentos contra ellos, al final encontraron un modo de coexistir todos pacíficamente. Llegaron al acuerdo de que mientras que los gobernantes estuvieran en los dominios de los vencidos, éstos permanecerían a las afueras de la ciudad en pequeñas construcciones rudimentarias pero con estando bajo la protección de Vlad y sus hombres. En el momento en que abandonasen sus tierras los norteños podrían vivir en ellas pero dando cuentas y pidiendo permiso a sus señores. Todos parecían satisfechos con aquella solución que aunque garantizaba el dominio de unos sobre otros, aportaba una falsa calma a los habitantes tiempo atrás fueron libres.
La tela de la tienda se levantó dando paso a una pequeña niña rubia, risueña y de unos profundos ojos azul oscuro. Entró dando saltos en la tienda y se lanzó sobre los brazos de su madre. No paraba de reír y Katya le costaba bastante entenderla.
- ¿Has visto que alto he saltado?
- No hables tan alto. Tu padre no se encuentra bien y desea descansar.
- Lo que le pasa es que vuelve a estar bebido y con dolor de cabeza.
Entró en la tienda un muchacho de unos veinte años alto, con una larga melena rubia sucia y desaliñada recogida en una trenza. Al igual que la pequeña tenía unos ojos de color azul muy oscuros. Cogió a la pequeña en brazos y la llevó a la estora más apartada.
- Ahora debes dormir, enana. Ya es tarde.
Katya se acercó por la espalda y tras darle un beso a la pequeña se dirigió al muchacho:
- Sven, no me gusta que hables así de tu padre. Tú eres parte de todo esto y él líder de la tribu.Sabes muy bien que un día tú ocuparás su lugar - Katya besó la frente del muchacho con ternura.
- Me limito a decir la verdad. La única manera de alejarle de la bebida es acercándolo a la batalla y desde que logró la paz con los norteños está todo el día agarrado a una jarra.
- Igualmente, no es bueno. Si te oyeran los demás guerreros daría imagen de débil.
- ¿Acaso crees que no piensan lo mismo los demás? Lo que ocurre es que soy el único con el valor suficiente para decirlo.
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Los siervos de Anubis II. Sven [COMPLETA}
RomanceEncerrado y aislado del mundo siente como va perdiendo las fuerzas y se debilita a punto de desaparecer en la nada. La única persona que hay para él en el mundo es una voz que le habla a través de la puerta. ¿Es posible que conozcas a la perfección...