Candace

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Despertó que ya era de noche y casi no se veía nada. Estaba tumbada boca abajo encima de la cama de su habitación. Se notaba el cuerpo lento, pesado y abotargado. Estaba temblando pero a la vez se notaba que estaba ardiendo. Lentamente se incorporó en la cama y consiguió darse la vuelta y sentarse encima de la cama. Se sentía mareada y con ganas de vomitar. Intentó hacer un esfuerzo por levantarse pero las piernas le fallaron y se dio de bruces contra el suelo. 

Se cogió a la mesita de noche para reincorporarse y a duras penas consiguió sentarse con la cabeza apoyada en la cama. Su vista estaba nublada y apenas veía lo que tenía enfrente. Oyó como la puerta de la habitación se abría y unos pasos se acercaban donde estaba ella. De repente, estaba flotando en el aire y notó como unos brazos fuertes la depositaban encima de la cama. Sabía que alguien estaba ahí con ella pero no podía discernir de quien se trataba. Esa misteriosa figura le dio un vaso de agua e hizo que se lo bebiera de un trago. Candace notó cierto alivio al sentir como el agua bajaba por su garganta. 

- No te habría pasado esto si no hubieras husmeado donde no debías. Alguien está muy disgustado por tu comportamiento. 

De las personas que había en esa casa no esperaba para nada que Francis fuese el que la estaba atendiendo. Si bien era con el que más contacto había tenido siempre, ya que era uno de sus subordinados, nunca terminó de congeniar bien con él. Incluso sentía cierta repulsión teniéndolo a su lado. 

- Quiero que venga Eve - fueron las únicas palabras que consiguió articular. 

- Eso no va a ser posible. Ahora mismo está con Sven y no puede venir, por eso estoy yo aquí. 

- Ella no debe acercarse a él.

- No le has dado otra opción. Si hubieses llevado a cabo tu cometido las cosas no estarían sucediendo como lo están haciendo. 

Candace no podía recriminarle nada de ese comentario. Conocía a la perfección cuales eran las funciones que debía llevar a cabo, aún y así, había sido incapaz de llevarlas a cabo. Solo debió de haberse encargado de alimentarle y mantenerle con vida, no llevó a cabo ninguna de las tareas como debió haberlo hecho. Por ello Eve había asumido el control de la situación y aquello significaba que los planes se ejecutarían de una forma diferente. Estaba enterada desde un principio de todo lo que conllevaba el plan.

Recordó la cena de la noche anterior en la que no pudo obviar las miradas que había entre Dana y Trent. Del mismo modo que tampoco pudo obviar como Eve se había centrado únicamente en ella y había dejado de lado al resto de los comensales de la mesa. Gracias a aquel error supo desde el momento en que lo había percibido que a su señora le iba a costar caro. 

- Ayúdame a levantarme y llévame dónde están ellos. 

- Tengo órdenes explicitas de no dejarte salir de esta habitación. Además si has de verte con alguien, no es precisamente con Eve y tú querido Sven. 

- Déjate de jilipolleces, Francis. Eve corre peligro y necesita de mi ayuda - la rabia, el asco y la insubordinación del que era un simple sirviente hizo que se le pasaran todos los males. Estaba ardiendo, pero no por su malestar sino por el cabreo que se estaba apoderando de todo su ser. 

- Eve no corre ningún peligro, créeme. Yo mismo he presenciado, e incluso, la he ayudado con las medidas protectoras. Piensas que se le han escapado detalles, pero en ningún momento le ha pasado. 

- ¿En serio? Sé como trabajas y si tú la has ayudado estoy seguro de que corre más peligro que si no hubiese hecho nada. 

Fueron las últimas palabras que pronunció antes de perder el conocimiento. El mordisco de Anubis estaba empezando a hacer efecto en ella y conocía que consecuencias tenía para ella, pues no es la primera vez que lo veía. 

Una de sus funciones como el ama de llaves de esa gran casa había sido siempre encargarse de aquellos pobres que siempre habían terminado siendo invitados de Eve o Trent. Todos los que no habían cumplido los requisitos o se habían salido de la norma sufrieron el mismo desenlace. nunca había sabido, hasta la noche anterior, quien lo ocasionaba. Conocía perfectamente  los resultados de esa mordida. Todos los que la habían sufrido dijeron que algo había entrado dentro de su cuerpo y que intentaba apoderarse de ellos. Solamente una vez vio que uno lo superó, Aidan. Con el resto ella había sido testigo de como aquella mordida, veneno o lo que fuera que se les hubiera introducido se había ido apoderando de ellos poco a poco hasta haberlos consumido haciéndolos desaparecer.

Sin saber cómo se encontraba consciente, miró a su derecha y vio que Francis seguía enfrente de ella sin tocarla, aún y así le producía nauseas su sola presencia. Bajó levemente la mirada y se dio cuenta que, todo y estar de pie, estaba suspendida unos centímetros por encima del aire. Le sorprendió ver enfrente de ella a la que había sido la compañera de celda de Sven. Abrió enormemente los ojos, con una mezcla en su rostro entre sorpresa y admiración, y dio un paso atrás. 

- ¿Qué me has hecho? - le gritó Candace con toda la furia que tenía dentro acumulada. 

- Buen trabajo Candace, sigue así y estarás más cerca que ninguno de llegar a él. 

Candace se quedó sorprendida de aquellas palabras y de como la niña salía de la habitación. Tras aquella afirmación se sintió extrañamente cómoda con su cuerpo y con la fuerza que la recorría hasta el tuétano. Notó una sensación de calor agradable, el frío que se había apoderado de su cuerpo fue desapareciendo levemente y la fiebre parecía ya un mero espejismo. Posó los pies sobre el suelo y se acercó lentamente a Francis. Colocó una mano sobre su hombro izquierdo y con la yema de los dedos le fue recorriendo levemente hasta posarlos sobre su cuello de adolescente. El chico notó una sensación agradable pues era la primera vez que una mujer lo tocaba de aquella manera. Aquella satisfacción dio rápidamente paso a un miedo incomprensible. Lo que antes era una caricia se había convertido en una sujeción de una fuerza inusitada. Los dedos de Candace le apretaban la tráquea y le impedían respirar o pronunciar cualquier palabra. Con toda la fuerza de la que fue capaz cogió el brazo de Candace intentando liberarse de esa prisión pero todo esfuerzo era inútil. Miró a la mujer a los ojos y vio que refulgían un rojo intenso que parecía que dentro de ellos hubiera una hoguera capaz de consumirlo todo. 

- El único modo de que te libere es que me lleves ante Eve. 

- Pero... - fue lo único y último que consiguió articular antes de que su cuerpo sin vida de desplomara a los pies de Candace. 

Volvió en sí al oír el golpe seco del cuerpo inerte del criado contra el suelo. Estaba en blanco y no recordaba nada en los últimos minutos. La última imagen que venía a su mente era la sensación de asco que le había dado los brazos del chico rodeándola para ayudarla a levantarse y ahora estaba muerto, sin vida, a sus pies. 

Los siervos de Anubis II. Sven [COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora