Capítulo 16

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Allie llegó a su casa, exhausta por las horas que había dedicado a hacer skate. Se lo había pasado bastante bien; había aprendido a saltar, también a bajar cuestas más o menos y había pasado una tarde maravillosa con su novio, entre risas, besos y caricias. Sonrió al recordarlo. No habían estado más que unos minutos separados y ya le echaba de menos.

Entró a casa sin darse cuenta de que los coches de sus padres estaban aparcados en sus sitios. Normalmente sus padres no llegaban hasta las doce y a veces más tarde, y apenas eran las diez. Cuando miró al frente vio a sus padres sentados en el sofá, dispuestos a tener una charla con su hija. Podían ignorarla mucho y podían no pasar tiempo con ella, pero no eran tontos, sabían que algo le pasaba a su hija. Pero ella no quería hablar con ellos, después de haber leído la carta de Raquel se había resignado a hablarles. Aunque tampoco iba a ser mayor problema porque casi nunca estaban casa, pocas veces llegaban para cenar con su hija, por lo que a la semana se podrían dirigir unas diez meras palabras. Era triste, pero Allie se había acostumbrado a ello ya.

─Allison, cariño, siéntate aquí ─ofreció el padre de Allie, señalando al sillón que descasaba paralelo a ellos.

─No quiero ─respondió ella.

─Reina, si no nos cuenta qué te pasa, no podremos ayudarte. Sabemos que te pasa algo... No somos tontos. ¿Te has enfadado con Lucía o algo? ─continuó la madre, viendo que su marido había fracasado en el intento de sonsacar información a su hija.

─No, no me he enfadado con ella. Ella no me traiciona ni me miente, como vosotros.

─¿De qué hablas? ─preguntó su madre, impactada por las palabras que su hija acababa de decir.

Los dos padres sabían que se peleaban muy a menudo, pero jamás mentirían a su hija y jamás la traicionarían. ¿A que se estaría refiriendo? Los dos se miraron, extrañados y expectantes por las palabras que Allie estaba a punto de pronunciar.

─¿Que de qué os hablo? Me habéis estado mintiendo toda mi vida, la culpa de que Raquel muriese es de los dos. Si os hubierais preocupado más por ella os habríais dado cuenta de que estaba enferma antes y posiblemente podrían haberla salvado, pero no, os disteis cuenta tarde. No sabéis lo que era ella para mí.

─Cariño, ¿por qué te hemos mentido? ─preguntó la madre con un tono delicado, suave; intentando tener cuidado, para que su hija les pudiese responder con tranquilidad.

Seguían estando impactados por lo que Allie decía. A Sofía se le hundió el corazón al escuchar la culpa que le echaba su hija, al igual que hizo su marido hacía unas semanas.

A Allie se le humedecieron los ojos al recordarlo. Ellos deberían de saber ya a qué se refería, pero al parecer estaban igual de perdidos que ella. No sabía si decirlo o no, o si esperar a que lo descubriesen ellos mismos, aunque dudaba de que esto último ocurriese de verdad. Así que se decantó por decirles la verdad.

─Con todo me habéis mentido. Siempre me he creído que os queríais, que nos queríais a nosotras. Y los abuelos, ¿qué? ¿América? ¿En serio? ¿Me contaréis la verdad algún día o qué? ─escupió enfadada, mientras que retenía las lagrimas.

La última pregunta de Allie flotaba en el silencio que reinaba en el salón, mientras que esperaba la respuesta de sus padres. Pero lo único que se oía era la respiración acelerada de la chica, junto con el TIC TAC de las agujas del reloj.

En los ojos de sus padres se podía ver la tristeza reflejada, mientras que se miraban preocupados, sin estar realmente seguros de qué debían decir. Los segundos les pesaban, y Allie comenzaba a desesperarse cada vez más. Dejó de resistir las lágrimas, dejando que cayesen silenciosas por sus mejillas. Uno, dos, tres... Tres minutos habían pasado, en los que no habían hecho más que discutir con la mirada, en los que Allie había esperado impaciente una respuesta que no parecía llegar nunca.

Vida de una skaterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora