4ta parte

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Hace una semana yo había regresado a León y todos me buscaban, entre ellos, la Rubí, por eso me llamó al celular:

—Necesito que me hagás un favor.

—Vení a mi casa y te uso.

—Baboso, no ese tipo de favor, pero sí puedo ir a tu casa a decirte.

—No. Mejor nos vemos en un bar.

Renata escuchó toda la conversación y no se inmutó. Ahora no venía en su carro, sino en taxi. Era la cuarta vez que Renata se quedaba a dormir desde que yo volví a León; en tres semanas que me fui mi cuarto lo había ocupado, una semana la Daysi, y las otras, Josué, con una mujer distinta, que según sus confesiones fueron cinco, pero solo una de ellas le gustaba.  

—Dale, en el segundo piso de El Bimbo antes de las once.

—Recordá que toda consulta genera ingresos.

—¡Dios Santo! Si te voy a pagar; pútala, parece que tenés el signo de dólar en la frente.

—Ok, nos vemos a las once y me invitás a una cerveza.

—¿Todavía eso?

—Sí, todavía eso.

—Me salís caro —dijo y colgó.

—¿Es tu novia? —me preguntó Renata.

—No.

—Qué importa. Igual no estoy para pedirte explicaciones —dijo haciéndose la celosa—. Por cierto, ¿qué vas a querer para tu cumpleaños?

Faltaban más de dos meses para eso.

—Comprame una pistola.

—¿Una pistola?

—Sí, una combloc o en su defecto, una makarov.

—¿Para qué la querés?

—Para matar una rata.

Levantó una ceja.

Antes de salir me dio un beso.

—Te dejo para que podás ir a tu «cita», hijo del Doctor House.

—No, yo soy hijo del Doctor Seuss.

El día que ambas se conocieron no fue de la mejor manera.

                                                       ***

En El Bimbo me esperaba la Rubí.

El tele estaba encendido y en los parlantes sonaba música reguetón.

—¿Querés una pequeña o un litro? —preguntó.

—Si vos vas a beber mejor pedimos un litro.

—Dale, aunque estaré poco tiempo, porque aquí esta ese maje que no me deja en paz; antes de que vinieras vos se me sentó en la mesa y le dije que te estaba esperando.

Pidió el litro.

Ya sabía quién era el que la molestaba.

En las demás mesas estaban varios internos de la universidad, en la del tipo, tres personas más. Sumo el total de las personas y somos dieciocho, contando con el mesero y el hijo del dueño.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Necesito que me hagás un reportaje de dos mil quinientas palabras, cinco fotografías, al menos cinco fuentes y dos side bar.

La PerseguidoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora