III - f

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Abrí mis ojos, despertando de un profundo sueño acerca de mis poderes. Estirándome, agarre mi celular. Lo revisé, y vi que tenía un mensaje de Sofía. ¿Qué le pasaba?

"Lamentamos comunicar a todos los amigos de Sofía que ella falleció ayer, saliendo de su colegio. Un hombre la asaltó, y cuando se resistió, él la mató a puñaladas. Estamos muy apenados por lo ocurrido, e informamos que el funeral tendrá lugar hoy. En otro mensaje mandamos la hora y ubicación."

Tuve que leerlo varias veces, porque no me lo creía. Mandé muchos mensajes a mi amiga rubia, pero ella no contestó. Después, histérica, la llamé.

Unos segundos más tarde, una voz femenina me atendió–Lydia.

– ¿Es usted la madre de Sofía? –pregunté, con el corazón en la boca.

–Sí.

– ¿Es una broma? ¿En serio le pasó eso a Sofía? –desesperada, casi imaginé una voz conocida detrás de la de su madre. Sofía diciéndome que todo estaba bien, que era un simple chiste para asustarme.

Sin embargo, la voz gélida voz de esa mujer cortó todas mis fantasías–No, es de verdad.

–Yo... yo... –me quedé sin palabras–. Lo siento mucho –y con esas palabras, corté la llamada.

Me quedé sentada en el borde de la cama, con el celular en la mano. Miré a la nada, perdida en los recuerdos. Después, empecé a llorar.

Debía de estar sola, porque nadie acudió a mis gritos. Con la vista nublada por las lágrimas, miré el cuaderno encima de mi escritorio. Corrí hasta él, y escribí un destino diferente para Sofía.

Mi mejor amiga se quedó a dormir en mi casa después de ir al colegio ayer, y gracias a eso no la intentaron asaltar. Como eso no pasó, no la asesinaron.

Está a mi lado, y estoy muy feliz de eso.

Sin embargo, no sentí mi cuerpo volviendo al pasado. ¿Qué había pasado con mis poderes? ¡Los necesitaba ahora!

– ¡No puedo perderlos ahora! –grité, parándome y golpeando todo a mi alrededor–. No puedo perderlos ahora –sollocé, cayendo al suelo y derrumbándome.

Volví a levantarme, minutos más tarde, empapada en mis lágrimas. Tenía una idea.

Me puse delante del diario, y le hablé–Quiero dar mi vida, por encima de la de Sofía. Quiero estar muerta, y ella viva –supliqué–, por favor.

Entonces, un agudo dolor me perforó el pecho. La sangre comenzó a salir de una herida provocada por un cuchillo invisible. Volví a caer con fuerza al piso, y sonreí entre el dolor y la sangre.

–Sofía –susurré, apenas pudiendo mover los labios.

Todo se volvió negro.

Saltos en el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora