Capítulo Quince.

61.4K 5.8K 1.8K
                                    

Siempre había estado jodida, sin embargo, ahora lo estaba más que nunca, porque acababa de descubrir que mi cabeza era jodidamente inestable

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Siempre había estado jodida, sin embargo, ahora lo estaba más que nunca, porque acababa de descubrir que mi cabeza era jodidamente inestable.

Ahora podía entender mejor que nunca por qué olvidaba tantas cosas de mi vida, porque sí, había lagunas en mi cabeza de algunos recuerdos que no estaban, y de repente, un día cualquiera, ellos volvían como si nada.

La comida que había tenido con mi hermano había sido tensa todo el tiempo, mi cuerpo desde la tarde había estado rígido por la conversación con Ian en donde él me llamaba masoquista —joder—, sus palabras me habían dolido como nada en el mundo, porque en ese momento lo único que había querido había sido un abrazo y quizás un beso por parte suya, aun así, lo único que había conseguido por parte de él fue mierda. Por un momento llegué a entender su enojo, también me había enojado conmigo misma por haber estado hablando con Davy como si nada, pero cuando el pelinegro se enojaba y comenzaba a ser grosero, hacía que mi corazón doliera de manera sobrenatural y aterrado, y yo no podía permitirle ese poder a nadie, no de nuevo...

Además, él no podía hacerme ese tipo de escenas, no cuando no era capaz de quitarse a Ágatha de encima, no cuando no sabíamos en que punto estaba nuestra relación.

Ya era tarde en la madrugada cuando comencé a llorar desesperada al recordar las palabras que Blake me había dicho, intenté respirar por encima de mi miedo y dolor, pero no pude, ni de cerca.

—¿Cielo? —En algún punto escuché la voz de Ian cuando la puerta de mi habitación se abrió, y yo traté de calmar mi histeria, aunque no fuese posible.

Tape mi cara cuando Ian se acercó a mí e intentó seguir hablándome, yo no quería escucharlo a él ni a nadie, porque en mi cabeza se seguían repitiendo las palabras de Blake una y otra vez.

—Estás enferma, Isabella —Me había dicho mi hermano—. Desde pequeña tu mente siempre ha sido así, tú no puedes controlarlo, al menos no de manera consiente.

Mi hermano había arrancado el corazón de un solo jalón al decir esas palabras. ¿Yo estaba enferma? ¿Lo estaba?

Ian intentó hablar conmigo y acercarse a mí, sin embargo, no se lo permití, no lo quería cerca en ese momento, no podía estar con nadie, yo solo quería estar sola, desolada y rota.

—Estoy aquí, Is —aseguró él.

Yo lo miré fijamente con el corazón a mil por hora después de haber escuchado todas sus palabras, él era precioso cuando quería y en ese momento lo fue, sin embargo, no podía abrirle realmente mi corazón en ese instante, porque mis miedos más grandes me estaban absorbiendo.

En algún punto de la helada madrugada, Ian se metió a la cama conmigo y me acobijó y me resguardó totalmente con su cuerpo, mi cara fue directo a su cuello y lloré ahí por segundos o incluso por horas. No dije nada, pero me permití sentir de todo alrededor de él.

El arte de amar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora