Capitulo 10

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Capítulo 10: Confesión


Había pasado cerca de un mes tras haberle pedido a Camila que fuera mi novia. Estábamos juntas y yo me encontraba muy feliz – más que nunca antes en toda mi vida – pese a que todos mis amigos (A excepción de Rose y Nicolás) habían optado por ignorarme completamente. Jamás antes fui consciente de su crueldad hasta que no la viví en carne y hueso. El escuchar sus risas y burlas en el momento en que caminaba por los pasillos, con la mano de mi novia atada a la mía, resultaba ser algo realmente incomodo – y no era precisamente porque me hirieran con ello – me mortificaba saber que no tenía derecho de juzgarlos ya que, un par de meses atrás, yo jugaba aquel mismo papel con la misma desalmada eficacia.
Pero, como había dicho antes, todo ello carecía de valor al estar a su lado. El estar con Camila era algo fascinante. Todos los días aprendía algo nuevo con su compañía. Me encantaba tomar sus delicadas manos entre las mías y sentarnos en un parte del jardín para hablar, comer o hacer nuestras labores escolares. El mundo simplemente desaparecía estando cerca de ella. Todo adquiría un sabor diferente al verme perdida en el chocolate de sus ojos. Si me lo hubieran dicho antes, nunca hubiera podido concebir la idea de amar a alguien de la manera en que yo lo hacía.
Aún me llegaba a sorprender la extraña sensación que me daba al rozar sus labios con los míos. La delicadeza – jamás antes habida en mí – con la que mis manos se movían para tocar sus mejillas. La rapidez con que el tiempo pasaba al encontrarme con ella y lo mucho que mi vida comenzaba a depender de su existencia.
"¿Qué haremos mañana?" – pregunté, mientras terminaba de resolver el último ejercicio de matemáticas que habían dejado de tarea
"Tenemos que estudiar para los exámenes finales. Serán la próxima semana" – recordó, pues sabía que mi pregunta conllevaba a una segunda intención.
Fruncí los labios para no reír. Me resultaba divertido el cómo, aunque lo intentaba, no podía verme rescatada de aquella susceptibilidad
"Quería que fuéramos al prado" – reconocí – "Escuché en las noticias que mañana habrá un cielo despejado. Me gustaría ver las estrellas, con ayuda de tu telescopio"
"Bien" – contestó Camila, levantando su mirada del cuaderno – "Te lo prestaré"
Solté una risita y, al segundo siguiente, ella no pudo permanecer con el rostro serio, que había logrado sostener el último minuto, y terminó por corresponder el gesto de la misma manera.
"Supongo que quieres que vaya contigo"
"Supones bien" – aseguré
"¿Y qué hay de los exámenes finales?" – pregunto Camila
"Te prometo que al día siguiente iré a tu casa y repasaremos todos los temas"

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El sábado había llegado. Camila y yo habíamos acordado vernos a unas cuantas cuadras de su casa (el señor Cabello se pondría como histérico si se enteraba que su hija iba a pasar la noche en mi compañía, fuera de su casa). Llegué minutos antes de la hora acordada – sabía que Camila era demasiado puntual y no me gustaba hacerla esperar – Sonreí, al sentirme completa, nada más verla caminar a lo lejos.
"Hola" – saludó al llegar. Me incliné para depositar un beso sobre sus labios
"Hola" – respondí – "¿Todo bien?"
"Si" – asintió
Subimos al carro y manejé hacia el prado, tratando de ocultar lo mejor posible mi impaciencia por llegar ahí.
"¿Qué fue lo que le dijiste a tu padre?" – pregunté, mientras le ayudaba a montar el telescopio
"La verdad. Solamente que no le mencione sobre un prado, oculto en medio del bosque, y tampoco le dije que vendría contigo"
"¿A eso no se le considera una mentira?"
"No. Es solamente información censurada" – contestó Camila, con una sonrisa traviesa en sus labios. Después, se inclinó para echar un vistazo por el telescopio - "¿Quieres ver algo en especial?"
"Si" – confesé – "Me gustaría ver Plutón"
"Pero, Plutón aparece poco antes que el Sol"
"Lo sé" – admití, con una sonrisa de suficiencia, mientras me descolgaba la mochila de los hombros – "Por ello he traído un termo con café caliente y una manta, para que podamos sentarnos y esperar cómodamente"
Desplegué la suave tela por el verde pasto del lugar y me senté sobre ella, aún sin poder borrar la sonrisa de mis labios. Camila me dedicó una mirada escéptica, desde arriba.
"¿Lo tenías planeado?"
"Realmente lo deseaba" – confesé, mirándole a los ojos, desde donde me encontraba.
"¿Acaso estas tratando de seducirme?" – inquirió, con gesto forzadamente serio e indignado.
"¿Por qué?" – inquirí, batallándome por no reír y sacar una voz persuasiva, para seguirle el juego – "¿Acaso eres alguien seducible?"
Camila negó con la cabeza, de manera divertida, pero rotunda.
"Eso pensé" – dije entonces, y volví a abrir mi mochila – "Por eso, he traído una manta más. Una para ti y una para mí"
"Gracias" – aprobó, mientras me veía acomodar la otra tela a un lado de mí.
Levanté mi mirada hacia Camila y ninguna de las dos pudo contener más la risa. Me puse de pie y caminé hacia su lado. Enrollé mis brazos por su cintura y deposité un beso sobre su mejilla. Ella suspiró de manera pausada y tranquila. Me alejé un poco, solamente para poder sacar un papel que guardaba en mis bolsillos.
"¿Podrías encontrar esta estrella?" – pregunté, tendiendo mi mano para mostrarle el plano
"Claro" – contestó y, mientras viajaba su mirada hacia el cielo, para adquirir una mejor referencia, regresé hacia mi mochila, y saque una pequeña hoja, enrollada y sostenida con una pequeña cuerda de color rojo – "¿Se podría saber por qué estoy buscándola?" – pregunto Camila
"Porque la he puesto tu nombre" – respondí.
Camila se irguió, dejando de mirar por el telescopio, y contemplé como sus ojos se dilataban ligeramente, ante la noticia.
"Es oficial" – agregué, mientras le mostraba el papel – "Es del Registro Internacional de las Estrellas"
Camila se quedó pasmada por un momento y, tras pasar un par de segundos, una sonrisa se fue estirando, poco a poco, en sus labios. Caminó hacia mí, con los ojos brillando de la emoción. Tomé sus manos entre las mías y acomodé, en ellas, el papel que demostraba la validez de lo que había dicho.
"Es maravilloso" – murmuró Camila, mientras leía las letras impresas en él.
Su felicidad me sabía deliciosa. Me sentía absurdamente emocionada de que el detalle, realmente, le gustara de esa manera. Haría lo que fuera por verla, siempre, así de radiante. Camila se quedó un momento en silencio y, lentamente, fue alzando su rostro, hasta situar su mirada fijamente en la mía.
"Te amo" –
Es indescriptible todo lo que sentí al escuchar aquellas dos palabras.
Era la primera vez que lo decía, la primera vez que lo escuchaba de sus labios, y el sonido me pareció la música más hermosa que pudiera llegar a existir para mis oídos. No había dudado de su amor por mí – sabía que, si había aceptado estar conmigo, se debía a que sentía lo mismo que yo por ella –, pero era algo realmente hermoso, único, el poder conjugar su mirada y aquellas palabras en una sola nota…
Di un paso hacia el frente y rocé su boca con la mía. Me encontraba demasiado emocionada por todo lo que sentía. Era un exceso de felicidad, dicha y amor que me volvieron ansiosa y, por un momento, no logré controlar mis impulsos y la comencé a besar con más entusiasmo del que había demostrado anteriormente. Llevé mis manos hacia sus mejillas y enrollé mis dedos en sus cabellos. Ella suspiró profundamente contra mi boca y su dulce aliento llegó hacia mi garganta. Una de mis manos viajó hacia su cintura y la apreté contra mí.
Sentí como su cuerpo se estremecía bajó mis brazos y como su boca comenzaba a mostrarse un tanto temerosa. Fue entonces cuando logré aclarar un poco mis ideas: Yo no quería que Camila pensara que solamente buscaba una oportunidad para aprovecharme de su inocencia. Independientemente de ello, tampoco quería que las cosas fueran así. Yo la amaba y, por ello, la quería tratar como la valiosa persona que era.
Ella se merecía mucho más que un arranque mío.
Me fui separando lentamente de sus labios
"Lo siento, lo siento" – susurré – "Me detendré" – prometí, mientras llevaba mis manos hacia las suyas.
Ella sonrió, agradeciendo en silencio mi autodominio, con sus mejillas completamente sonrojadas (lo cual, no ayudó mucho, pues, se veía adorable)
Nos dejamos caer sobre las mantas y ella acomodó su cabeza sobre mi pecho. Rodeé su cintura con mis brazos y hundí mi rostro en su pelo. Inspiré su dulce aroma.
"¿Me dirás algún día cuál es el objetivo número uno de tu lista?" – intenté averiguar, una vez más
Sentí como sus hombros se agitaban, ante la pequeña risita que ella soltaba. Tardó dos segundos antes de contestar
"Casarme en la iglesia en donde creció mi madre" – contestó, con voz baja – "Donde se casaron mis padres, en donde siempre me he criado"
Me quedé pensando un par de segundos, analizando sus palabras. Debo admitir que lo último que llegué a imaginar era eso. Definitivamente, Camila era alguien completamente impredecible para mí…
Casarse, un deseo muy sencillo, si en boca de otra mujer lo hubiera escuchado, pero sus labios le daban a aquella unión de letras un significado diferente. Un significado que me parecía atrayente, deseado.
Casarse… ¿Sería yo la mujer dichosa que podría llegarle a cumplir ese deseo? ¡Cuánto lo deseé realmente! Como ni en mis más alocados sueños llegué a imaginarlo. Pero, éramos jóvenes, demasiado, y no quería asustarla con un comentario demasiado entusiasta. Decidí guardar silencio y ella mantuvo su cabeza inclinada sobre mi pecho, durante casi una hora.
"¿En qué piensas?" – quise saber
"En el bien y en el mal" – respondió Camila y, en ese momento, justifiqué lo apesadumbrada de su voz por el sueño – "¿Tú crees que, cuando se ama, las mentiras puedan llegar a ser justificación por ese amor que dices proferir? ¿Acaso tu amor no es sincero cuando le mientes a la personada que te acompaña?"
"¿Por qué dices eso?"
"Tú… ¿Me odiarías si yo te estuviera mintiendo en estos instantes?"
Fruncí el ceño, completamente confundida. Sabía que no se trataba de ninguna broma, pero, no lograba entender a dónde es que quería llegar. Camila también se giró para mirarme a los ojos y me estremecí al ver una sombra cubriendo el marrón de sus pupilas. Tomé su rostro entre mis manos
"Yo nunca podría odiarte" – susurré – "Además, me has dicho tu mayor secreto, ¿No es así? ¿Qué otra cosa podría ser más confidencial que el objetivo que encabeza tu lista de sueños?"
No contestó.
Sentí una terrible punzada cuando, ella, solamente dio media vuelta, y volvió a dejar caer su cabeza sobre mi pecho, como si nada hubiera pasado. No quise insistir. Sabía que, si había algo que tenía que decirme, lo haría cuando ella lo creyera conveniente. Además, el mundo no se iba a acabar por un pequeño secreto…
¿Verdad?...

*****************************************

Al día siguiente.
Bajé las escaleras de mi casa, arrastrando los pies. Tenía pocas horas que había llegado del prado y el desvelo me estaba empezando a cobrar sus intereses. Bostecé fuertemente, cubriéndome la boca con una de mis manos, al llegar a la cocina, en donde Clara estaba friendo unos huevos.
"Buenos días" – saludé, mientras le depositaba un beso sobre su mejilla
"Buenos días" – contestó. Tomé asiento, frente a la mesa y, de manera completamente desganada, dejé caer mi rostro sobre ésta. Volví a bostezar
"¿Alguna fiesta?" – preguntó mi madre, intentado adivinar el porqué de mis ojeras marcadas en el rostro
"No" – contesté, sonriendo al instante al recordar a mi novia – "Estuve con Camila"
Los ojos de Clara se dilataron hasta no poder más. Instantáneamente, supe lo que estaba pensando.
"Lauren, ten cuidado, es la hija del reverendo…"
"Mamá" – interrumpí divertida por el sermón que estaba a punto de soltar – "Con ella es diferente"
"¿Con ella es diferente?" – repitió Clara, con voz y mirada completamente escépticas.
"Si" – afirmé, perdiendo todo posible atisbo de humor, y mostrándome lo más sincera posible. Eso pareció convencerla
"Espero que en verdad sea así"
"Mamá, Camila tiene fe en mi" – confesé, con una pequeña sonrisa surcando las comisuras de mis labios – "No podría fallarle de esa manera… ¿Sabes? Ella me hace querer ser diferente, alguien mejor"

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"Camila" – llamé, al ver que su rostro lucía mucho más pálido de lo normal – "¿No quieres que nos tomemos un descanso?" – propuse, pues supuse que las cinco horas que llevábamos estudiando, más el desvelo de haber pasado toda la noche en vela, le tenían agotada
Ella asintió, sin mencionar palabra alguna
"Hemos estudiado muy bien" – continúe – "¿Qué te parece si vamos a caminar un poco?"
Volvió a asentir.
Traté de no tomarle mucha importancia a su interminable silencio, que se extendió por todo nuestro paseo, pero fue imposible. Notaba algo extraño en ella, algo diferente y perturbador. Podía percatarme de una extraña y pesada atmósfera girando alrededor de ella. Se encontraba seria, distante, demasiado ausente de todas mis palabras…
"¿Estas preocupada por los exámenes finales?" – inquirí, tratando por enésima vez, de terminar con aquel silencio.
"No. De todos modos, no ingresaré a la universidad" – por un momento (solo por un momento) me sentí tranquila al lograr obtener la respuesta más larga de toda la noche.
"Pero dijiste que ibas a ingresar…"
"No" – interrumpió Camila, con su voz baja y pausada – "Tu lo diste por hecho. Yo no te aseguré nada"
"¿Irás al Cuerpo de Paz?" - pregunte
"No"
"Ey" – susurré, dejando de caminar y cogiéndola, delicadamente, de la mano para que hiciera lo mismo. Aquel juego de monosílabos ya no me parecía gracioso – "¿Qué pasa?"
Levantó su rostro – por primera vez desde que habíamos estado juntas en ese día – y buscó mi mirada
"Estoy enferma" – dijo de golpe Camila
"Oh, lo hubieras dicho desde un principio. Te llevaré a casa para que te sientas mejor y…"
"No, ¡Lauren!" – interrumpió, con voz delicadamente frustrada por mi tan apresurada respuesta. Guardé silencio y esperé – "Estoy enferma" – volvió a repetir – "Tengo leucemia…"



Espero que os guste este nuevo capitulo!!

No te enamores de mi (Camren Fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora