Capitulo 3

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A medida que el criminal la arrastraba por los pasillos del juzgado, sentía cómo las esperanzas de que la rescataran disminuían totalmente, miraba constantemente hacia atrás, con la esperanza de ver a alguien, a un oficial, a un testigo, a Christian, a quien fuese, a alguien que la ayudase, que la rescatase de las manos de aquel maniaco, pero... No veía a nadie. Todo estaba desierto.

Y cuando volvió la mirada al frente, se dio cuenta de que estaban en el baño del juzgado. Él la empujó hacia adentro, Anastasia cayó de espaldas y sus lentes rodaron por el suelo del baño.

Solos. Estamos solos. –Le dijo él, con una sonrisa, mientras guardaba la navaja en su bolsillo.

Ella cerró los ojos, sabía lo que venía y, honestamente, prefería morir antes de volver a ser forzada. Él estaba de espaldas a la puerta, comenzando a quitarse su mameluco. Anastasia seguía con los ojos cerrados, pero escuchaba perfectamente cómo se desprendía cada uno de los botones de la prenda de él, pero después...

Un golpe seco.

Un grito ahogado.

Un golpe contra la dura cerámica del baño.

Abrió los ojos, dándose cuenta de que tenía a Christian en frente, y el criminal estaba inconsciente, en el suelo, a su lado, sangrando por la cabeza. Al ver aquella imagen, no pudo evitar pegar un grito.

Christian corrió a su lado, colocándole un mechón de cabello detrás de su oreja derecha. Tenía la misma expresión controlada, seria y calmada de siempre. Como si nada hubiese pasado, como si no hubiese dejado inconsciente a un criminal que había estado a punto de violar a una colega.

– ¿Te encuentras bien?–Le preguntó.

–Sí. –Susurró.

Christian le ofreció la mano, Anastasia la agarró, quedando así de pie, mirándose fijamente. Él le indicó con una mano que saliese de aquel lugar, Anastasia así lo hizo, él siguió sus pasos. Al salir se encontraron con los oficiales, y luego de unos segundos volvían a traerlo esposado, e inconsciente.

– ¿Steele, está bien?–Le preguntó la jueza.

–Sí. –Susurró apenas. –Sí, estoy bien, su señoría.

–Me alegro. El juicio quedará pospuesto por un mes. –Comenzó a alejarse de ellos, pero antes le dio una advertencia a Anastasia.

Yo siendo usted, Steele, pido que me releve un colega. Estos maníacos nunca saben cuándo detenerse. –Concluyó, perdiéndose por el pasillo.

– ¿Segura de que estás bien? –Volvió a preguntarle Christian.

–Sí. –Susurró de nuevo.

Te veo pálida. –Comenzó a decir.

Solo fue el susto. –Contestó. Christian comenzó a mirarla con el ceño fruncido.

– ¿Qué? –Tus lentes...

Mierda.

–Oh. Supongo que están en el baño.

– ¿Puedes ver bien?

Algo. Veo borroso. –Mintió.

Christian la miró con intensidad por unos segundos más, subió su mano, comenzando a acariciarle la mejilla lentamente. Anastasia cerró los ojos levemente, se sentía tan bien recibir un poco de cariño, unas pocas caricias. Y todo se vio arruinado al sentir una presencia en su espalda.

– ¿Se encuentra bien, señorita Steele?–Esa voz ronca y pedante invadió los oídos de Anastasia y Christian. Ella se giró lentamente, hasta encontrarse con el rostro cínico y odioso de Jack. Tenía que admitir que seguía siendo guapo, siempre lo había sido y quizá siempre lo sería. Su cabello liso estaba peinado hacia atrás con gomina. Estaba tan elegante como siempre; con un traje de etiqueta que se encargaba de enmarcar su cuerpo, de hombros amplios y caderas estrechas. Había ido al gimnasio, estaba más musculoso que la última vez que se habían visto. Pero todo ese encanto y toda esa belleza exterior se veían aplastadas por la maldad que había en sus ojos. Estaba segura de que nadie vería eso, de que nadie se daba cuenta de aquello... Solo ella. Solo ella era capaz de leer la locura y maldad que había en él. Sus hermosos ojos verdes, que cada que la veían demostraban una chispa peligrosa, una chispa mortal y letal, brillaban con un destello de locura.

Las Heridas Del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora