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(Ian)

Al invitar a Miller a salir ni siquiera penso a donde prodrían ir. ¿Al cine? No, no, no...eso era demasiado parecido a una cita y lo que menos necesitaba era hacer que el castaño se sintiera presionado. ¿A cenar a un restaurante? Seguía siendo demasiado...pero al final fue Miller quien soluciono el problema al sugerirle ir a un bar.

Decir que no estaba nervioso, era mentir descaradamente. Por fuera podía estar muy sonriente, pero por dentro se sentía como una gelatina temblorosa, sobretodo al recordar la mirada desaprobatoría que le lanzó Eliz al verlo salir junto al castaño. Era el tipo de mirada que un padre le daría a un hijo desobediente. Se sentía culpable, pero era más poderosa la tentación que Miller le provocaba.

Miller lo condujó a dos calles abajo hasta llegar a una floristería, estuvo a nada de preguntar que hacían ahí, hasta que el castaño rodeó el edificio y subió por unas escaleras hasta el segundo piso y ahí estaba el famoso bar. No era un lugar muy grande pero resumaba calidez, era agradable. Las pocas mesas estaban llenas, lo que lo desanimo pero Miller lo sorprendió nuevamente al llevarlo hasta el final del local, ahí había unas puertas dobles que daban a una pequeña terraza, tres mesas vacías le dieron la bienvenida y realmente agradeció que no hubiera nadie más ahí.

—Lindo lugar— dijo el peliblanco al tomar asiento.

—Lo sé—Miller sonrió —Es bastante tranquilo por aquí.

Ian reparo en algo. Miller se había sentado de espaldas al barandal y justo sobre su cabeza descanzaba la luna...no sabía si era cosa de su imaginación, pero esa luna en lo alto del cielo le daba al castaño un aura etérea, casí irreal...soltó una risita al darse cuenta de lo cursís que eran sus pensamientos.

—¿Puedo saber que es tan gracioso?— Miller lo observaba atentamente con una medía sonrisa y eso solo aumento el cosquilleo que desde hacía rato atacaba su estomago.

—No, es sólo que...me he dado cuenta de que no nos conocemos mucho. —Ni loco iba a decirle lo que de verdad estaba pensando.

—cierto ¿Y por qué no cambiamos eso?

—De acuerdo—se mordió el labio con nerviosismo, sin darse cuenta de que Miller había observado esa acción con detenimiento. —  ¿Cuántos años tienes?

—Veintídos ¿Y tú?

—Veinte...¿Siempre has vivido aquí?

—No, me mude hace uno años —La expresión del castaño cambio subitamente, se volvió triste y distante. —Me mude con Eliz y Brooks.

—¿Brooks?— pregunto Ian poniendose alerta ante el nombre desconocido.

—Ah, olvidaba que no lo conoces —Volvió a sonreir. —William Brook es el novio de Eliz. Ahora esta de viaje pero no tardara en volver y entonces podras conocerlo.

—Parece que los aprecias mucho—Era imposible no notar el cariño con el que Miller hablaba de Eliz y del tal Brooks.

El castaño soltó una carcajada que aceleró su corazón de manera alarmante.

—Bueno, es gracioso que lo digas — se recosto en el respaldo de la silla sin apartar sus cautivadores ojos verdes de Ian. —Hasta hace unos cuantos años no los soportaba, en especial a Brooks...era odioso o al menos eso es lo que yo pensaba, al final resulto que me equivocaba. Ahora es un buen amigo.

—Que lindo...

Justo en ese momento apareció una de las meseras para tomar sus ordenes. Mientras les atendía, se tomo el tiempo de observar al chico por el que estaba perdiendo la cabeza. Era guapo, agradable y aun con esa melancolica mirada, era perfecto.

El dilema del lobo (Lunas Opuestas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora