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—¿Tenías que hacerlo enojar?— Se quejó Miller cuando vio desaparecer a Ian luciendo enfurruñado.

—Lo siento, pero es que tienes que aceptar que se parece a Jack frost. —Volvieron a reir.

La risa fue desapareciendo de a poco y fue sustituido por el abatimiento al recordar como Ian se había negado a hablar con él. No es como que pudiera culparlo pero de igual forma le daba justo en el orgullo y no esta de más decir que un hombre lobo, funciona con un ochenta por ciento de orgullo.

—Y entonces...—Empezó Chris con el rostro recostado en la mano, mientras veía a Ian moverse por el local. — ¿Ese es el chico que te esta provocando la crisis existencial?

—Claro que no.

—No es como que pueda culparte, el chico es lindo.

Fulminó con la mirada a su hermano y no entendía porque le había molestado tanto el comentario. Tal vez era porque el chico le importaba y le gustaba más de lo que quería aceptar.

—¿Puedo darte un concejo?— preguntó Chris con una nota de seriedad que lo preocupo.

—Dime.

—Si yo fuera tú...iría hasta donde esta y le plantaría un beso. Uno de esos que dejan sin aliento.

Miller abrió la boca y luego la cerró sintiendose avergonzado, y es que vaya si no tenía ganas de besarlo otra vez. Porque Ian Hurts tenía una boca dulce y besable, ademas de que sabía muy bien como usar su lengua. Carraspeo y negó con la cabeza.

—No es buena idea.

—¡Ese es tú problema!— Chris lenanto las manos con dramatismo— Piensas demasiado y lo peor de todo es que piensas demasiado en el pasado.

—No es como que pueda evitarlo.

—Ya. Pero no esta mal soltarse de vez en cuando y a veces dejarse llevar por un impulso puede ser la mejor decisión. Si te gusta, ve por él y ya, no le des tantas vultas pensando si esta mal o no.

Se recostó contra el respaldo y tuvó que aceptar que Chris tenía razón, para variar. El problema era que ya la había jodido una vez con Ian y hacerlo de nuevo no parecía ser la mejor opción.

Su teléfono empezó a timbrar y aunque no quería responder, lo sacó de su bolsillo pensando que tal vez sería alguno de sus socios en el proyecto tecnológico, a los cuales tenía bastante abandonados. No era ninguno de ellos, era alguien mucho peor.

Trago fuerte y se llevó el aparato al oido.

—Hola enano...

¡Miller! ¿se puede saber por qué carajos no me habías llamado? Empezaba a creer que habías muerto o algo así.

Rodó los ojos e hizó una mueca, ganándose una mirada interrogativa de Chris.

—No exageres y si no te llamé fue porque estaba ocupado.

Si, como todo el maldito mundo.

Miller se preguntaba donde había quedado aquel niño dulce y amoroso, aquel que siempre repartía abrazos por doquier. Cuando dejó su antiguo pueblo Jeremy tenía doce años, ahora que era un adolescente de diecíseis se había vuelto insolente y caprichoso.

—¿Qué quieres, Jeremy?

Chris clavó la mirada sobre él y por un momento le pareció ver miedo en sus ojos grises, sin embargo no le dió demasiada importancia.

Bueno, quería saber si puedo quedarme por un tiempo en tu apartamento...

—¡No!

—¡Ni siquiera lo pensaste!— se quejó el muchacho.

El dilema del lobo (Lunas Opuestas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora