Capítulo 4

542 61 4
                                    

La cabeza de Nathaniel estaba escondida entre una tonelada de libros, intentaba sostenerlos con una mano mientras que con la otra trataba de sacar las llaves de la sala de delegados. Sentía el tintinéro y el delgado llavero chocar contra su pierna. Casi las tengo, sentía con la yema de sus dedos el metal de sus llaves. Las tenía, el rubio sonrió con aire de triunfo mientras sacaba las llaves y las dirigía hacia la puerta.

—En cualquier momento se te vendra encima esa pila de libros —Nathaniel se sobresaltó, haciendo que las llaves que tenía entre sus dedos se cayeran al suelo. Reconoció al instante a la persona de la cual provenía aquélla voz ronca, haciendo que rodara los ojos y chasqueara la lengua con fastidio.

—¿Qué quieres, Castiel? —dijo mientras se agachaba para recoger las llaves, sosteniendo los libros con su rodilla y su mano.

—Sólo vi lo encartado que estabas. ¿Necesitas ayuda? —Castiel se encontraba recostado contra la pared, observando los movimientos del rubio.

—Si es de tu parte. No —su voz fue cortante, no estaba de ánimos como para soportar el sarcasmo de Castiel, o eso era lo que creía que era la proposición del pelirrojo. Seguía agachado intentando equilibrar el peso de los libros para recoger las llaves.

Antes de que pudiera siquiera voltear a ver donde estaban las llaves, Castiel las había recogido y se encontraba balanceandolas sobre uno de sus dedos, sobre el rostro de Nathaniel.

—Deja de ser tan agresivo, rubia —una sonrisa coqueta se formó en los labios del ojigris.

Nathaniel tomó las llaves agresivamente, mientras se levantaba y dedicaba una mirada de fastidio al pelirrojo.

—Deja de ser tan arrogante.

—¿Así es tu forma de agradecer?.

—Si se trata de ti, por supuesto —ahora era Nathaniel el que tenía una sonrisa en el rostro, sólo que la de él era sínica.

Después de unos segundos de mirar al pelirrojo como si lo estuviera retando, el rubio dirigió su mirada hacia la puerta mientras incrustaba las llaves en la cerradura y abria la puerta, adentrandose en ésta con rapidez, seguido por un pelirrojo algo ofendido. Nathaniel dejó la pila de libros en la mesa, al sentir la presencia del pelirrojo, volteó con fastidio su cabeza en dirección hacia Castiel.

—¿Qué quieres ahora?.

—No me iré de aquí hasta obtener mi agradecimiento.

—Tsk —fastidiado, volteó la mirada—. Si que eres un fastidio. ¿Qué es lo que quieres?.

—Solo dame las gracias, con una bonita voz —el pelirrojo se acercaba con una sonrisa en su rostro, hacia un enfadado rubio.

Nathaniel caminó en dirección al pelirrojo, y lo jaló por la chaqueta hasta la puerta mientras musitaba insultos.

—Si, si, gracias o lo que sea —llegó hasta la puerta y lo empujó hacia afuera—. Y adiós —seguido de esto azotó la puerta casi en las narices de Castiel, dejándolo sorprendido.

Creo que me estoy volviendo masoquista, me gusta cuándo me tratas así, sólo porque eres tú. No permitiría a nadie hacerme lo mismo. Castiel estaba feliz, le gustaba llamar la atención de Nathaniel así sea siendo siendo una molestia, de esa manera lograba que intercambiaran palabras. A pesar de que su corazón dolía al saber que solo era un fastidio para su vida, valía la pena. Todo por estar cerca de él.

Una sonrisa adornó su rostro hasta la clase siguiente, no una sonrisa feliz, si no una melancólica, le gustaba demasiado Nathaniel, hasta el punto de que sentía su pecho contraerse cada vez que lo mira a los ojos. No es que sea intimidado, ni mucho menos sienta odio. Lo que siente es un sentimiento de impotencia, al saber que una vez lo tuvo y lo perdió.

Si Nathaniel se enamorara de él, sería el ser más feliz de la tierra.

Si tan sólo pasara.

Si Pudiera Amarte (CASTIEL X NATHANIEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora