No cabe duda decir que, a pesar de que todos estaban sometidos a una guerra, Lucían se sentía feliz. Después de haber leído la carta que Matt le había dejado debajo de su almohada, había dormido plácidamente. Sus ojos marrones yacían cerrados a mitad de la noche. Su suave y negro cabello rizado caía alborotadamente sobre su almohada. Su cuerpo estaba en una extraña pero cómoda posición encima de las sabanas. Todo su ser se sentía como una pluma. Frágil, pero libre. Esta era una de esas noches que la hacían sentir cómoda. Más aún al sentir su corazón al compás de los ruidos que emitían las luciérnagas allá afuera.
Las demás chicas también dormían plácida pero angustiosamente. Su cabaña no era del todo bonita, pero era acogedora. Con una fila de camas a la izquierda y otra a la derecha. Tres luces ya apagadas, una al centro y las otras al este y oeste.
Esta noche era la noche donde todo comenzó.
Matt, por su parte, se sentía como un ninja. Al haberse escabullido después de haber dejado a Zack en el cuartel y haber escrito rápidamente la carta -y envolverla-, había esperado a que el Coronel apagase las luces y había salido por una de las ventanas que se encontraba dentro del cuartel. Había corrido lo más rápido y sigiloso que pudo hacia la cabaña de las chicas. Lo único difícil fue encontrar la cama que Lucían había escogido, así que se había apresurado a entrar por una de las ventanas y había empezado a buscar la que probablemente fuera la suya. Por suerte, no había tardado en encontrarla. Recordaba que Lucían llevaba consigo una maleta roja cuando lo miró. Así que había tratado de buscarla a tientas cama por cama, hasta que por fin lo había logrado. Luego de esto, había depositado la carta debajo de su almohada y había salido rápidamente hacia el cuartel, dispuesto a dormir.
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Al amanecer, Lucían y las demás chicas se despertaron abrumadas.
-¡DESPERTAOS MOJIGATAS! ¡HORA DE DESAYUNAR! -gritó la Sargento desde la puerta principal-. VÍSTAOS, ASEAOS RÁPIDAMENTE Y SALGÁIS AFUERA. ¡DIEZ MINUTOS! -y salió cerrando de un golpe.
Las chicas hicieron caso omiso a la Sargento y empezaron a vestirse y asearse. Lucían se sentía un poco incómoda ya que todas las chicas se desnudaban y no mostraban vergüenza alguna ante las demás. Ángela, por su parte, se escondió bajo su colcha y se vistió. A lo que Lucían luego de varios segundos de decisión, imito su acción y se vistió bajo su colcha también.
Al terminar, todas salieron fuera de la cabaña y se encontraron con la Sargento.
-20 minutos. Habéis tardado demasiado ahí dentro. ¡Para la próxima vez, os quiero aquí en tan solo 10 minutos! ¿ENTENDIDO?
Todas asintieron.
-¡Se dice "SI SARGENTO" mojigatas! -ordenó.
-¡SI SARGENTO! -gritaron al unísono.
-Muy bien. ¡Escuchéis! ¡todo lo que haréis hoy lo haréis cada día hasta que la guerra acabe! ¡Unos días tendrán que estudiar lo que les falta aprender en Enfermería, y otros, os dedicaréis a lo que hoy haréis! así que ahora, ¡síganme! -volvió a gritar la Sargento.
Caminaron todas juntas por el largo y seco pasto durante diez minutos. El sol pegaba fuertemente las caras de las muchachas. Las chicas no se veían del todo animadas, estaban serias u otras cabizbajas. Sin duda era cuestión de tiempo para que se acostumbrasen a esta rutina. Después, nada sería igual.
El Prado Encinas a simple vista no se veía que tuviera mucha vegetación, pero quién sabe lo que hay más allá de un seco campo; tal vez un lindo y verdoso valle.
Llegaron hacia una cabaña. Por fuera se veía el triple de grande de donde ellas dormían. Antes de entrar la Sargento se posicionó al frente de todas y exclamó:
-¡Su desayuno debe durar no más de 10 minutos! -caminó hacia la izquierda-. Después de esto, las guiaré por un sendero que os llevará hacia un valle -ahora hacia la derecha-. Repartiremos los grupos y a cada uno se les dará un trabajo especial. Ahora, ¡a desayunar!
Se abrieron las puertas desde adentro y todas pasaron. Al entrar, los chicos también se encontraban ahí. El lugar era grandísimo, se repartía entre dos espacios: uno de chicas, y otros de chicos. Estos ya estaban comiendo y muy apresurados. Lucían sintió mariposas en el estomago pensando que Matt podría encontrarse entre esos pelotones. Desechó la idea rápidamente antes de que se ruborizara.
Caminaron hacia al costado del comedor y agarraron sus bandejas. Pasaron en una hilera recibiendo una tostada con mantequilla encima de un plato y un vaso con jugo. Nada más, nada menos.
Se dirigieron a paso ligero a su mesa y se sentaron a desayunar. Ángela y Lucían se sentaron juntas, una al lado de la otra.
-¿De qué parte de Madrid vienes? -preguntó Ángela mientras comía de su tostada.
-Soy de Toledo -contestó Lucían con la cabeza baja, mirando hacia el suelo.
-¿Qué os pasa? -volvió a preguntar Ángela.
Lucían la miró pero no contesto.
-Oh, ya veo. Tranquila. Todas extrañamos a nuestras familias. Todas tenemos miedo de perderlas. Todas estamos sufriendo en este instante, no es un buen momento el que estamos pasando. Tampoco sirve de algo el que estés con miedo. No te preocupes, no te anticipes a lo que pueda suceder.
-Gracias, Ángela. En verdad necesitaba palabras de apoyo. -dijo Lucían sonriendo.
Un minuto después, el Coronel ordenó que todos los pelotones salieran del comedor y empezarán sus prácticas. Estos salieron y, dos minutos después, las chicas terminaron de desayunar rápidamente y también salieron afuera.
Primer día de prácticas y labores, veamos qué pasa.
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Holaaa 🌹
Aquí tienen su sexto capítulo, ya en el séptimo empezará la acción 7^7. Recuerden de votar y comentar, así me inspiro más, créanme. Saludos, bai bai. 🐼🌸

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Corazón de Guerra
RomanceDos jóvenes almas se encuentran en medio de un campo de batalla. Pasando sufrimiento y penuria, ambos se enamoran. El tiempo los envuelven en un amor imposible. El resto averígualo tú...