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Tus besos quebrantan mi sentido común. Tus labios y mis labios gritan que seamos uno y es inevitable no sentirte mía una vez más.
-Nam Joon-
Cerró detrás de ella la puerta del auto y con rapidez camino hasta el lugar del piloto, dónde él se encontraba.
Abrió la puerta y a sabiendas de lo que significaba, artículo lo inimaginable:
- Vamos, pero yo conduzco. No permitiré que manejes en este estado.
Nam Joon le miró sorprendido. Por un momento le pareció estar soñando, pero no era así. Ella se encontraba ahí, justo a su lado brindándole una oportunidad en silencio.
Desabrochó el cinturón y salió para dejarla pasar. Fue inevitable no perderse en la piel expuesta por su diminuto vestido.
¡Joder, qué le estaba volviendo loco!
Cerró la puerta disipando sus pensamientos. Quizá ella sólo estaba siendo amable y sólo quería asegurarse de que llegara con bien a su departamento.
Se acomodó en el asiento del copiloto, le brindo la dirección y ella asintió pisando el acelerador.
- No me perdonaría que te suceda algo, menos si esta en mis manos poder evitarlo.
Suspiró con tristeza al escuchar sus palabras. Sus conclusiones después de todo no eran del todo erróneas.
Durante el camino ninguno de los dos dijo nada. No es que lo necesitaran, simplemente el silencio hablaba por ellos.
¿Cómo has estado? ¿Has vivido bien todos estos años? ¿Pensabas en mí como yo en ti?
Había una respuesta para cada pregunta. Todas y cada una lastimándole con el simple hecho de pensarlas.
Porqué ella se encontraba bien, más que bien. Estaba casada con un hombre con posibilidades, que le brindaba el amor que en su momento le negó al dejarla ir. Nadie más que él, era el causante de haberla arrojado a los brazos de aquel hombre al que odiaba, por el simple hecho de tenerla a su lado y disfrutar de su compañía cada mañana al despertar.
