Capítulo. 30

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*Uriah*

Para cuando emprendemos el camino hacia la batalla, ya nadie comenta, ni ríe, solo hay caras largas, rictus serios y graves.

Lauren esquiva baches enormes en la improvisada carretera que ha sido bloqueada estratégicamente por los osados traidores con autobuses humeantes y desguazados, los informadores de los Eruditos han hecho bien su trabajo, haciendo que se anticipen a nuestro ataque para protegerse lo mejor posible. El recorrido se suaviza entrando en las lisas y amplias avenidas del sector erudito.

Entonces oigo las primeras detonaciones, retumban como lejanas explosiones, que hacen que me descentre por segundos recordando escenas antiguas y horripilantes de abnegados siendo acribillados durante la simulación que indujo Jeanine a mi facción para exterminar a la facción de Abnegación y conseguir sus propósitos, aprieto los puños recordando por mi condición de Divergente como mis compañeros y amigos eran manipulados como muñecos sin sesera para ejecutar a inocentes ciudadanos.

Christina me ha pedido que sea valiente, pero me asusta tanto perder a alguien más de mi familia o circulo personal que estoy dispuesto a todo, a sacrificar lo que haga falta por terminar con este desvarío de los Eruditos.

Lauren sigue al resto del convoy y gira hacia Michigan Avenue donde se desarrollará nuestra principal línea de acción, mete el camión de transporte encima de la acera pulida y limpia, siendo profanada por los grandes neumáticos del vehículo Osado.

Lynn salta al suelo y me da su brazo, no necesito su ayuda pero lo acepto sintiendo la calidez de su apoyo.

- Vamos tarta fresa, a freír Eruditos. – dice mi mejor amiga, guiñándome un ojo cómplice.

- Tarta fresa ¿yo?... Creo que te equivocas de osado. – respondo mientras me deslizo por el lateral del camión.

- El único Osado que se queja ante un almohadillazo – Dice con burla y ríe entre dientes recordando que en el dormitorio de Cuatro me golpeó con ganas con una letal almohada.

- No subestimes lo duras que están las almohadas de los "estirados", no vayan a sentir se demasiado cómodos.

- Desde que intimas con los iniciados trasladados sabes demasiado sobre otras facciones. – Me recrimina Lynn. Me paso la mano por el corto cabello.

- Claro, no te fijaste en mi nuevo look "estirado". – Bromeo con ella para quitar le importancia a su comentario.

- ¿Sabes lo que diría Marlene si estuviera aquí?

- ¿El qué? – digo sorprendido por la cuestión de la Osada.

- Diría que nos dejemos de tonterías y sigamos adelante.

Marlene en ese sentido era práctica y Lynn la conocía muy bien, por lo que debe estar en lo cierto, ella la conocía incluso mejor que yo. Y ella, también perdió a un ser querido aquel día, igual que yo, no sé si será capaz de perdonar se a sí misma por no haber hecho nada por salvar la, algo que me resulta casi imposible a mí. ¿Por qué me cuesta tanto no culpar me por ello? Cuando en realidad no imagino que podría haber hecho para evitarlo. Sacudo mi cabeza intentado no divagar en mis demonios.

Aprieto el fusil con mi mano, el metal se calienta bajo mi tacto, intento concentrar me en mantener el raciocinio, no quiero desperdiciar munición por tener el gatillo fácil.

- Será mejor que nos pongamos en marcha. – Dice Lauren mirando su reloj de muñeca.

El corazón me late tan deprisa que prácticamente marca los segundos avanzando raudos hacia la batalla, el cuerpo está tenso, jamás había estado tan asustado, teniendo en cuenta todo lo que he visto y sentido hasta la fecha.

Christina, confidencias de una OsadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora