Con la mirada perdida en simplemente aquél reloj, miraba a ambos hermanos hablar y quizás también discutir. Ambos eran tan semejantes pero a la vez tan diferentes física y psicológicamente que hasta cierto punto llegó a pensar que simplemente no eran familia.
-Hey Zoro...- Escuchó la voz del más pequeño pronunciar su nombre tan a la lejanía, que muy a penas pudo reaccionar.
No sabía muy bien el por qué, pero tenía un mal presentimiento acerca de lo que pasaría próximamente; desde que veía a ese niño sonreír cerca de los seres a los que amaba, en su vida se había abierto un pequeño vacío, no era doloroso, pero existía punzante y constante.
-¡Shanks!- El pelinegro gritó alegre, mirando al hombre pelirojo atravesar la puerta. Se veía sonriente, despreocupado. Se acercó a su pequeño amigo, palpando el yeso en su pierna izquierda sobre la blanca almohada.
-Hey, chico. Me dijeron que por lo pronto tendrás que usar esto 6 semanas. Nos turnaremos para estar aquí contigo, muchacho.-
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Caminó por lo pasillos del hospital guiado por las líneas del suelo, sin embargo su sentido de orientación le jugó una mala pasada; llevándole hacia cuidados intensivos. Frente a él, la chica de cabellos naranjas caminaba en círculos mirando hacia el suelo. Detrás de un muro se escondió, dispuesto a lo que él doctor tuviese que decir.
-¿Cómo está?- Preguntó la chica, al poco tiempo el doctor contestó, después de un largo suspiro.
-No tiene por qué preocuparse. Las heridas son muy profundas, por lo que no tuvo que haber pasado arduo rato en aquella bañera para que perdiera esa cantidad de sangre, además de que los cortes son limpios. Ya le hemos realizado un lavado de estómago, así que solo tendrá que quedarse aquí una vez sus heridas comiencen a cicatrizar. Si no le importa, la policía va a comenzar una investigación. Acompañarme, señorita.
Al ver a la muchacha pelinaranja, no supo la razón, pero la curiosidad por saber de quién hablaban tan alarmantemente había superado sus ganas por llegar a casa a descansar. Cuando finalmente la chica caminó detrás del doctor, se escabulló hasta la ventanilla de la habitación, justo al lado de la puerta. Reconoció la melena rubia y entonces fue que su preocupación creció en demasía.
Decidió entonces no mover ningún pelo de ese edificio, su descanso veraniego tendría que esperar hasta la próxima temporada. Se sentó cerca de allí y no tardó mucho en visualizar a la muchacha regresar impaciente mirando preocupadamente el suelo.
-¿Qué haces aquí?- La chica se acercó a él, mirándolo con cierta preocupación en sus ojos. Su típica mirada serena y relajada no se sustituyó. Tardó un par de segundos en responder.
-Por la misma razón por la que fuiste detrás de ese doctor- La frase pudo haberse malentendido de haber estado en otra situación y es algo que ambos habían entendido, más sin embargo ninguno de ellos sonrió, el silencio reinó por un par de segundos.
-¿Cómo te enteraste?- Al ver su expresión, no quiso hacer más preguntas- Lo único que podemos hacer es esperar-
-No hace falta que te quedes aquí. Ve a descansar a casa, si ocurre algo te avisaré.-
-¿Aún tienes mi número de teléfono?-
-¿De verdad me crees de esos que limpian la basura de su teléfono de vez en cuando? -
-Tienes razón.- Hubo un par de segundos antes de que alguno dijera algo, la chica entonces decidió irse, con la esperanza de que alguien se quedaría a atender a su amigo si algo le hacía falta. -Te lo agradezco. Cuida bien de él.
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Lágrimas De Sangre [SEGUNDA EDICIÓN]
RomanceTodo lo que él había conseguido lo habría perdido por culpa de un pequeño error. Sucumbió ante su verdugo con la cabeza baja confundiendo el maltrato con el cariño que le hacía falta y eso lo había empujado a quitarse la vida poco a poco. Aún record...