Capitulo 5: Caja de regalo.

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Cerca de las nueve de la mañana, despertó con los rayos de luz proveniente de las puertas que llevaban a la terraza. Las cortinas de color beige dejaban entrar mucha luz, la suficiente para quitarle las ganas de dormir. Se incorporó para sentarse en la orilla de la cama y dejar sus pies colgando un poco; cuando éstos tocaron el piso él caminó hasta abrir las puertas.

El viento casual de la mañana agitó las cortinas y él se quedó quieto unos segundos observando el enorme jardín del que obtenía una increíble vista. Volvió de su mundo al escuchar golpes en la puerta de su habitación.

—Sanji, cariño. El desayuno estará listo pronto.—Habló con dulzura la muchacha asomándose un poco por la puerta.

—Voy encegida. Akane, querida. — Respondió rápidamente y sin pensar. El viento agitó con fuerza su cabello también y al ver que éste aumentaba regresó a la seguridad de su habitación. Con sus pies descalzos se colocó frente al armario y deslizó una de sus puertas; se sorprendió al ver que éste estaba completamente lleno de toda su ropa y algunas cosas más.

—Esto es absurdo.— Dijo al encontrar sus artículos de higiene personal detrás del espejo del baño. Ahí estaban también las cortinas de su antiguo baño, su alfombra y las decoraciones de las paredes. Sintió su rostro acalorarse al imaginarse al peliverde buscando cosas en su antiguo hogar, pero si jamás le había pedido la llave ¿Cómo hizo eso?.

Entró a la ducha y abrió la llave cuando su ropa estuvo ya en otro lugar, suspiró colocándose debajo del chorro de agua y apoyó sus manos en la pared. El agua comenzó a deslizarse lentamente también por su rostro que miraba hacia el piso y las gotas cayeron a sus pies. Rodó los ojos al ver su shampoo exactamente cómo lo había dejado en ese accesorio de baño que se aferraba a los azulejos de la pared a su costado izquierdo. En ese lugar estaban también sus toallas, jabones y demás cosas.

Lavó su cabello un par de veces y abrió la regadera una vez más. Dejó a la espuma deslizarse por su piel hasta irse por el drenaje, mientras peinaba su cabello con sus dedos. Acarició con sus dedos poco después su maltratada piel, había mordidas y rasguños en su espalda y marcas rojas y hasta de otros colores en su cuello que se esparcían también en parte de su pecho. Los moratones en sus brazos y piernas casi habían desaparecido por completo.

Al salir del cuarto de baño, descalza con una toalla en su cintura y otra en su cabeza volvió a colocarse frente al gran armario. Secó lo más que pudo su largo cabello y buscó entre sus prendas, escogió algo cómodo para estar en casa, unos joggers negros ajustados y una camiseta cualquiera.

Bajó por las escaleras con sólo sus calcetines por el frío piso. Pronto sintió un dulce aroma y se apresuró para llegar a la cocina, dónde la muchacha ya le esperaba con su desayuno servido en su plato, el único en aquél enorme comedor.

—¿Alguien más vendrá a desayunar, Akane, dulzura?— Preguntó antes de sentarse en su lugar, la muchacha que limpiaba el piso alegremente le miró y le respondió rápidamente.

—No, eres el único aquí.— Le sonrió e inmediatamente siguió con su tarea.

—Es imposible, esta casa es enorme. No puede ser que seamos los únicos. ¿Dónde está el marimo?—

—¿Te refieres a Zoro?— Rió un poco ante tan curioso apodo. —Él se fue poco después de haberte traído, querido, aún que poco después regresó por los documentos que había olvidado.— Continuó ante un asentimiento por parte de su rubio compañero, quién al recibir una respuesta más o menos creíble miró por primera vez su desayuno. Sonrió reconociendo las verdaderas intenciones de su moreno jefe al regresar por los documentos que "accidentalmente" había olvidado, recordaba perfectamente haberlo visto recorrer los pasillos cercanos a la habitación donde su huésped descansaba pacíficamente.

Lágrimas De Sangre [SEGUNDA EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora